El gobierno del PSOE dirigido por Pedro Sánchez, ha convocado elecciones para el próximo día 28 de abril, al no haber sido posible la aprobación de los presupuestos. Es decir, estamos en campaña electoral. Porque aunque la legislación vigente marca una campaña “oficial” de los quince días anteriores a la convocatoria, ningún partido político de los que van a optar a la formación de un futuro gobierno, guardará sus estrategias para ese tiempo. Pablo Casado y Albert Rivera ya están acusando al actual gobierno de traidor por haber “vendido” el futuro del país a los independentistas catalanes. Estos están polarizados por el juicio a sus líderes, el PSOE está intentando apurar parte de su proyecto por la vía rápida, Podemos está casi desaparecido e IU, unido a los morados, hace lo que puede para demostrar que en ciertas cuestiones sus posiciones son diferentes. Y a eso hay que sumar a los nuevos, esos señores con un nombre de tres letras, que mi conciencia no me permite escribir.
La situación política actual es convulsa. La aparición en la escena política de la ultra derecha más reaccionaria y casposa (esa que se separó del PP porque no eran bastante de derechas), condiciona y mucho la formación del nuevo escenario que surgirá de las elecciones de abril. Estos señores (sí porque son en su mayoría señores) con un discurso más propio de los peores años de la dictadura, pueden ser la llave que lleve a Pablo Casado a la presidencia del gobierno, lo mismo que han llevado en Andalucía a los señores peperos y ciudadanos. Si las encuestas de bola de cristal no desmienten lo que todos pensamos, la lucha por la formación de gobierno, va a ser a navajazo limpio. Los naranjas ya han dicho que de PSOE nones, que esos señores no pueden competir con su “centrismo” (que sabrán ellos que coño es eso) y que se colocan más cerca de peperos y verdes que de la gente medio decente. No hay más que oír a sus líderes para saber que su disfraz se cayó hace mucho tiempo.
Y en medio de toda esa vorágine de insultos, desprestigios, descalificaciones y demás maravillas que se usan en política, estamos nosotros. Los ciudadanos de a pie que tenemos que decidir primero no abstenernos y después de que color será la papeleta que meteremos en las urnas.
Pero si ya esto nos quita el sueño, tenemos pendiente otras tres elecciones. Autonómicas, municipales y europeas, compiten entre sí para llevar la voz cantante en el proceso democrático. Errejón y Carmena dando el cante en Madrid, Colau en Barcelona dejando que los cursos para ser la mejor prostituta de la Ciudad Condal le hagan el trabajo, los barones del PSOE en Extremadura, Aragón y Castilla La Mancha, situándose más cerca de C´s que de su propio partido. Y los que no se presentan como Corcuera, acompañando a los muy españoles y mucho españoles en las “super manis” para dejar claro que si algo son, es españoles.
¿Quién tiene problemas para decidir a quién votar? Obviamente los electores de izquierdas. Vamos a tener la mente abierta (muy abierta) y vamos a considerar por un momento que el PSOE de Pedro Sánchez, es de izquierdas. Es decir, tenemos dos opciones, o votamos a Pedro Sánchez y su consejo de Ministras o votamos a UP y esperamos que se posicionen de una vez por todas y dejen clara su postura en ciertos temas que para algunas son vitales.
Antes de toda esta vorágine votadora tenemos el día 8 de marzo. El día donde las feministas salimos a la calle, para recordar a todos (quieran o no) que no tenemos todavía los derechos que como mujeres libres y ciudadanas de derecho, nos merecemos. Que hay partidos políticos legales como C´s que están más que empeñados en aprobar una ley que regule en nuestro país los vientres de alquiler (actualmente ilegales y con recomendaciones de las NNUU, tanto para nosotros como para todos los demás, para ilegalizarlos por vulnerar los DDHH) para calmar los ánimos de un colectivo que está dispuesto a pagar para que las mujeres en situación de precariedad económica vendan su capacidad reproductiva. Y de paso, darles un pastizal a ganar a sus coleguitas de la sanidad privada. Sin olvidar las polémicas declaraciones de una de sus diputadas con respecto a la prostitución. En posiciones reaccionarias tenemos a Pablo Casado y su insistencia en la vuelta a la ley del aborto de 1984, criticada incluso por su propio partido. Y los señoros, cuyas aspiraciones pasan por la derogación de la LIVG. También tenemos la disidencia de Podemos en cuanto a la abolición de la prostitución. La postura del partido morado, tan excesivamente ambigua con respecto a este tema, ha hecho que el PSOE e IU abiertamente dispuestos a acabar con la polémica de las trabajadoras sexuales, sean hoy los dos partidos más feministas del panorama. Además, como decíamos, Colau no les está ayudando nada a demostrar que las víctimas de trata (mujeres y niñas, estás últimas todas, porque no hay ninguna menor que elija ser prostituta voluntariamente) que suponen más del 85% por cierto de las mujeres dedicadas a la prostitución, hayan elegido libremente entre todo el abanico laboral, ser putas.
Podemos se ha situado en el buen rollismo, es decir, todo cabe en un partido donde las feministas no encontramos más que personas puntuales pero no una posición clara. Nada más que recordar aquella polémica surgida a raíz del sujeto político del feminismo, que obviamente prefiero no comentar. Las feministas nos encontramos en una disyuntiva muy poco agradable de dilucidar. Porque si nuestro voto va al PSOE por feminista, nos podemos encontrar con medidas económicas poco agradables y que favorecen a los grandes capitales. Pero si votamos a UP, que sí que es cierto que llevan un programa de medidas sociales y económicas mucho más progresista, estaríamos apoyando a un partido que no tiene clara todavía su postura con respecto a la abolición de la esclavitud sexual de miles de mujeres y niñas. Las votantes de derechas no tienen tanto problema. Si votan al PP, estarán votando a un partido que tiene de feminista lo que yo de obispo. Si votan a los nuevos, sabrán que dejan de ser ciudadanas con voz, porque estos señoros son los que han impedido en el Senado, la aprobación de la declaración institucional en contra de la LGTBfobia en el deporte. Estaba claro que ellos no iban a apoyar nada que ayude a humanos que no tienen una sexualidad católica, apostólica y romana. Vamos, matrimonio heterosexual que practica el sexo martes y sábados, en posición misionero y siempre con fines procreativos. Eso junto con sus declaración anti feministas, deja claro su sentimiento hacia las mujeres.
Muchos podrán pensar que las posiciones feministas no deberían ser el condicionante máximo a la hora de decidir quién o quién no queremos que gobierne. Porque hay cosas más importantes. Es cierto que la revalorización de las pensiones, las medidas para acabar con el paro juvenil o de larga duración, los desahucios, las becas, la inversión en I+D, la política de ayuda a los refugiados, la ecología económica, la reforma del sistema judicial, etc, son vitales para un país. Sin embargo, nosotras les decimos. Pensiones bien, pero no olvidemos que las mujeres cobran hasta un 50% menos de pensión que los hombres, paro juvenil bien, pero el porcentaje de mujeres sin trabajo menores de 25 años es solo del 0.20% menos que los hombres. Desahucios, muchos de ellos son en familias monoparentales que mayoritariamente son formadas por mujeres y sus hijos. Inversión en I+D. A día de hoy, el número de mujeres en carreras universitarias relacionadas con la ciencia es superior al de los hombres, sin embargo “el 79% de los cargos de dirección y cátedras de las universidades públicas están ocupados por hombres”. La carrera judicial, en España, según datos del CGPJ hay un 53,2% de mujeres. Sin embargo el porcentaje de mujeres en altos cargos, es a día de hoy, casi testimonial.
Es decir, en todos los campos (económicos, sociales, políticos, científicos, tecnológicos, laborales, etc) las mujeres siguen por debajo o por detrás de los hombres.
Vivimos en una sociedad patriarcal que no está dispuesta a realizar cambios profundos que lleven a la igualdad real entre hombres y mujeres. No voy a tocar temas de violencia machista, agresiones, violaciones y demás, porque los datos son escalofriantes.
¿Es o no vital que el próximo gobierno tenga una clarísima visión feminista de la sociedad y lleve a cabo políticas que contribuyan de forma real y efectiva, a que las distancias entre hombres y mujeres se reduzcan hasta que sean imperceptibles? ¿Es o no importante que los partidos políticos muestren sus posturas con respecto a las mujeres para que el voto de las millones de ciudadanas, sea afín a sus ideales? ¿Tenemos o no que poder votar para evitar que los nuevos políticos y algunos de los que ya conocemos, no socaven los avances realizados hasta ahora?
La perspectiva feminista en las elecciones es una cuestión tan importante como cualquier otra. No podemos obviar que los cambios sociales que necesita este país tienen que realizarse siempre desde un punto de vista feminista y que no aparte a ningún miembro de la sociedad. No basta con declararse feminista si luego no hacemos frente a los problemas reales y le ponemos solución. Las mujeres representamos (con datos del 1/07/2018) la cifra de 23.818.952 personas. ¿Se puede hacer política sin contar con ese número de habitantes? No, imposible, inviable.
Por eso, desde el feminismo exigimos que los programas electorales sean claros, directos y sin ambigüedades con respecto a las medidas que se pretenden emplear en mejorar la calidad de la vida y los derechos de las mujeres. Somos muchas votando y nuestra participación puede inclinar la balanza en un sentido o en otro. Y no vamos a aceptar buenas palabras y promesas de futuro. Queremos realidades, necesitamos saber que las personas que se sienten en el Congreso y en el consejo de Ministras tienen clara su posición respecto a todo lo que afecta, en cualquier campo de la sociedad, a las mujeres.
Votaremos, pero solo siendo coherentes con nosotras mismas.
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