Acción; Reacción y cosificación de la vida

Recuerdo aquellos tiempos de guerra fría. Yo era muy joven y muy idiota, un producto de la época. Creía que los EUA nos protegían del malvado telón frío, de la amenaza roja que dictaba sentencias de muerte y que prohibía a sus ciudadanos tener más de un hijo.

Aquel bloque comunista, aquellos rusos fríos, asesinos en potencia.

Aquellos chinos imbuídos de pura psicopatía.

El bloque rojo aplastaba a sus ciudadanías bajo el yugo de la intolerancia mientras aquí, en el luminoso occidente nos engrandecíamos, nos hacíamos superiores, más listos, más ricos.

En aquella bacanal especulativa ¿quién iba a comprender el control de natalidad como algo necesario y la pena de muerte para los traidores, los corruptos, los asesinos… como algo asumible?

El embrujo era absoluto, aquellos que serían juzgados; condenados y fusilados en oriente dominaban todos y cada uno de los peldaños del poder político, productivo y económico en occidente.

Controlaban todos y cada uno de los organismos que allende el Telón de Acero suponían una bala en la frente, un paredón o como mínimo; una deportación a Siberia.
Pasaron los años, pasaron las cosas, los acontecimientos acontecieron y la sociedad mentalizada; educada; adoctrinada se encontró en un mundo diferente al que les decían que era bueno.

Y fue tal la presión dogmática de años y años de adoctrinamiento que fueron incapaces de reaccionar ante las evidencias de la vida.

De pronto el crecimiento perpétuo ovacionado por aquellas bonanzas económicas de occidente se tornó en quimera.

Ya no había riqueza para todos, ya no había lugar para todos, la vida; no solo la humanidad, toda la vida del planeta estaba amenazada y aquella feliz existencia empezó a tornarse cada día más difícil, imposible.

Se hizo evidente que el planeta era finito, que la población se hacía insostenible; pero hablar de control de natalidad era anatema, era utilizar los dogmas prohibidos del otro lado del extinto muro de frío.

La doctrina de la lejana y oscura China no podían ser puestos en práctica por la avanzada sociedad occidental.

No podía hacerse porque era anticristiano, porque era inhumano y porque era asumir el hecho incontestable que el mundo se veía abocado a una realidad terrible y que aquellos orientales locos lo vieron con décadas de antelación.

Que lo vieron y que hicieron lo que estuvo en sus manos por evitar el desastre poblacional que se avecinaba.

Era asumir, en definitiva, que ellos tuvieron razón, claridad y valentía para realizar un análisis correcto, para tomar una determinación incómoda y para ejecutar los pasos necesarios hacia la solución.

Mientras nosotros nos endeudábamos comprando lo que no podíamos pagar, ellos se preocupaban por el futuro demográfico de su país.

Pero eran los malos, nosotros los buenos.

Decidimos ignorar escenario, mirar hacia otro lado e imbuirnos de la sacrosanta fuerza que da la fe, la razón había sido destrozada por la evidencia.

Para esto contamos con la siempre leal y eficaz ayuda de los medios de comunicación.

Determinaron la guerra contra la razón, la cruzada contra la verdad y el proceso de adoctrinamiento se recrudeció.

Oriente seguía siendo el mal y lo iba a seguir siendo durante los siglos venideros.

Porque aquellos bárbaros mataban, no; mejor dicho, asesinaban a sus políticos demócratas, a los disidentes a los protestatarios.

No importaba que esos políticos fuesen corruptos que robaban el pan, la justicia y la sanidad a sus conciudadanos.

No importaba que organizasen guerras en las que morían millones de personas.

Tampoco importaba que aquellos políticos se agrupasen en mafias que parasitaban los recursos de la ciudadanía generando miseria y mortandad en dimensiones bíblicas.

Estábamos entrenados a pensar que condenar a muerte a un corrupto asesino de masas de este lado del Telón de Acero era malo.

Ajusticiar corruptos solo era bueno si se fusilaba a corruptos del otro lado.

Ni ante tal realidad fuimos capaces de reaccionar pues seguíamos sometidos a la más bestial presión adoctrinadora jamás conocida por la humanidad.

Atrapados en un mundo superpoblado en el que los buenos nos mataban y en el que los malos ajusticiaban; los humanos quedamos perplejos, aterrados ante las consecuencias que cualquiera de nuestras decisiones pudiese acarrearnos.

Si tomábamos parte por el sistema que nos engañaba, íbamos a morir de hambre, íbamos a ser desposeídos, abandonados y proscritos en nuestro propio país.

Y si, por el contrario, determinábamos combatirlo, sumir el error de conceptos y gritar que aquellos locos de oriente tenían razón, caíamos en desgracia, éramos señalados y acabados socialmente.

El resto no cambiaba con respecto a los leales.

[Tweet theme=»tweet-box-normal-blue»]Ajusticiar corruptos solo era bueno si se fusilaba a corruptos del otro lado.[/Tweet]

Es por eso que ahora nos convulsionamos en un frentismo en el que nadie tiene toda la razón y en el que nadie está absolutamente equivocado.

Pero tener o no razón, ahora es peligroso, no buscamos argumentos para la razón, buscamos excusas plausibles para seguir siendo leales a nuestro frente y que pasen los días sin mayores inconvenientes.

Este es el nudo gordiano, este es el escenario que tanto los políticos de un lado como los del otro anhelaban en el grueso de la población.

Una situación de antagonismo generalizado en el que sus razones, el poder y el dinero, sean adecauadamente salvaguardados de las codiciosas manos del hambre.

En tal caldo de cultivo, la cosificación de la humanidad ha sido coser y cantar.

Mano de obra esclava, genocidio, hambre, enfermedades, guerras, sequía, deforestación, cambio climático…

Y aquí seguimos aterrorizados ante la asunción de nuestra responsabilidad y las opciones que se nos plantean.

Nos han convertido en máquinas de carne, elementos de mercado cuantificables en divisas.

Cada día un derecho se ha convertido en negocio, cada día una condición vital se ha convertido en nicho de inversión y de este modo, los tenientes del poder, los poseedores del dinero han convertido en beneficios la higiene, la enfermedad, el hambre, la sed…

Y por fin llegamos a una de la líneas rojas más delicadas,la vida.

El próximo ámbito para hacer dinero es directamente la vida, la fórmula no puede ser más inteligente:

Tomemos a todas esas mujeres miserables, muertas de hambre y demos a esas personas la oportunidad de hacer un dinero pariendo a los hijos de los más favorecidos.
Si señores, ha llegado la Gestación subrogada, el paso más largo hacia la desfachatez, hacia la cosificación de la humanidad.

Poner mujeres en situación de extrema necesidad para que accedan a alquilar sus cuerpos, no ya para el goce efímero de un mierda, sino para la gestación de nuestros selectos y electos retoños.

¿Cuál será la primera empresa de gestación subrogada que cotice en bolsa?

¿Cuál será su porcentaje de rédito?

¿Subirá o bajará si hay guerras, carestías o hambrunas?

¿Terminarán las mujeres necesitadas concibiendo niños para despiezar en órganos a petición?

¿Vamos a desperdiciar toda esa leche materna?

Se me ocurre.

«MATERLAT» Para el amorcito de mamá.

Bromas a parte, cruzar esta línea es un paso peligroso de difícil retorno.

Cosificar la humanidad, la vida hasta esos límites nos va a plantear dilemas éticos y morales para los que realmente no estamos preparados como sociedad.

Es anteponer vida a dinero y esa es una batalla qu tenemos perdida de antemano porque los que hacen los números saben elegir y crear campos de batalla benévolos para ellos y adversos para nosotros.

Por favor humanidad, no permitas que la vida se convierta en un objeto de mercado.

No lo permitas.

Sobre elsopazax 40 artículos
Bloguero a ratos y escritor aficionado por momentos.

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