¿Agradecidas de ser esclavas silenciosas?

 ¿Es un mal chiste, cruel y retorcido el trabajo más importante del mundo?

Imagínense que acuden a una entrevista de trabajo y se lo exponen de la siguiente manera: Es más que un trabajo. Es el trabajo más importante. El puesto es de Director de Operaciones, pero es mucho más que eso. Los requisitos y responsabilidades son realmente muy amplios: “Se requiere movilidad, la mayoría del tiempo se ha de estar de pie. Constantemente en parado, agachándose… Es un trabajo que exige, con un alto nivel de aguante. El horario es de 135 horas semanales. Básicamente 24 horas al día, los siente días de la semana. Sin descansos disponibles…”   Aseguran que es totalmente legal, prosiguen: “Puedes comer, pero no antes de que el socio haya terminado su comida. También requiere de excelentes habilidades de negociación y de relaciones interminables. Se ha de tener el título de medicina, finanzas, artes culinarias… Se han de llevar varios sombreros. El socio necesita atención constante. En ocasiones se tendrá que quedar con un socio durante la noche. La vida que tenga se ha de dejar totalmente al lado. No hay vacaciones. En Navidades, vacaciones, fiestas señaladas, la carga del trabajo será mayor. El trabajo se ha de realizar con una disposición de felicidad.”   Aclaran que en todo momento el sentimiento que se tendrá al ayudar al socio es inmedible. Terminan por decir que el sueldo que se cobra es absolutamente… nada.

Así es como American Greetings, una empresa de tarjetas de felicitaciones para hacerse propaganda, subraya la abnegación de las madres y las felicita en su día. Los entrevistados lo perciben como un trabajo esclavo, tedioso, cruel, un mal chiste, retorcido, que no ha de ser legal.

¿La mujer se ha de sentir realizada con el exceso de trabajo?

La maternidad deseada es maravillosa. ¿Cuánta presión social sufren las mujeres para ser madres por encima de ser personas?

Sin pedir nada a cambio, son las mujeres las que soportan la carga más dura y pesada. Han sido persuadidas de hacerlo porque así lo deciden. En el imaginario social está la creencia de que las madres siempre se van a sentir agradecidas por realizar todos esos trabajos. Para eso son educadas y ese es el ejemplo que ven en sus madres, abuelas. Incluso, el quinto y séptimo arte lo detallan para no dar lugar a dudas. ¿Cuántas mujeres son capaces de cuestionarse el cómo habría sido la vida si no hubieran sido madres, sin sentir pesar por ello?

Las tareas del hogar han sido poco o nada valoradas.

En el anuncio y algunos artículos se busca reconocer esa titánica labor. Se las llega a considerar heroínas porque, ¡además!, son las que más tiempo y esfuerzo invierten en cuidar de sus mayores, si lo necesitaran, y de algún miembro de la familia que tuviera algún tipo de minusvalía.

En tantas menciones no se constata ni valora las consecuencias que sufren las mujeres abnegadas, como: la ansiedad, depresión, muchos problemas físicos…   Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) de todas las personas que sufren algún tipo de problemas de salud mental marcado por la depresión, la causa de un 80% es exterior o es producida por situaciones externas. Este tipo de depresión no biológica afecta en un 70% a las mujeres frente al 30% de los hombres.

¿De qué sirven las felicitaciones por la gran labor y enorme beneficio que aportan a la sociedad y considerarlas súpermujeres? ¿Es la manera de animar a que las siguientes generaciones sientan orgullo de continuar el trabajo de sus predecesoras, cuando se puede repartir sin problema? ¿Por qué han de aparcar sus vidas, sentir agradecimiento y creer que es su decisión y no imposición? ¿No se concibe que esa esclavitud es un tipo de maltrato y la forma de perpetuar el machismo? ¿Por qué, ¡por siglos!, los hombres no han querido desempeñar esas labores?

El mensaje que se ha de enviar a la sociedad ha de ser más claro y plantear ciertas cuestiones.

¿No es el estado el que debería financiar e implementar medidas destinadas a los cuidados de los mayores, los más pequeños y dependientes? La educación debería fortalecer la idea de que en el hogar el reparto de las tareas, entre hombres y mujeres, ha de ser justo, imparcial, equitativo, razonable. Es preciso y necesario romper con hábitos y creencias impuestas para lograr que tantas madres y mujeres se tomen las merecidas vacaciones y descansos. Aprender, comprender que son personas con ambiciones y deseos al margen de ser hijas, madres, hermanas. Que se puedan realizar sin sentir remordimientos por ser ellas. ¿Quiénes preguntan en qué pueden ayudar? ¿Cuántos comentan que ya harán ellos una tarea para que ellas trabajen menos? ¿De verdad creen que les hacen un favor a las madres, abuelas, a las mujeres? ¿Se dan cuenta de que, si limpian, lavan, planchan, es porque antes lo han manchado? ¿que si compran y cocinan es porque también comen? ¿que criar a los hijos es responsabilidad de los padres junto a las madres? Colaborar, priorizar con las labores familiares, sólo supone estar menos tiempo sentados en sillas, sillones, sofás. Quizá acortar un poco el horario para hacer “levantamiento” de botella en la barra del bar, “ejercitar”, algo menos, los dedos con tanto aparato electrónico. ¿Cuántos hombres dirían que sí a esa oferta de trabajo, y más sabiendo que el sueldo es absolutamente… nada?

Mientras los hombres han podido realizar su vida al margen de la familia sin sentir esas responsabilidades, sin ser cuestionados, ¿se comprende que durante demasiado tiempo a ellas no se les ha dado opción? Las mujeres no han nacido para servir; todos nos merecemos la misma libertad.

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2 comentarios

  1. Estoy totalmente de acuerdo porque además lo he experimentado. Durante bastante tiempo, por circunstancias familiares, he ejercido de amo de casa. Mi mujer trabajaba y yo me dedicaba a hacer la compra, la comida, lavar, planchar, llevar a mi hija al colegio (y de paso algunos vecinos más) y atendía a mi madre, muy mayor, que vivía en otra vivienda del mismo edificio. Eso sí a cambio de atender a mi madre ella aportaba una buena parte de su pensión. Como es lógico el horario es todo el día, desde que te levantas, muy temprano, hasta que te acuestas muy tarde. Cuando a mi hija le preguntaban ¿cuál es la profesión de tu padre? ella decía amo de casa. Curiosamente casi nunca le preguntaban por la profesión de la madre. Hasta ese punto estamos educados: el hombre es el que trabaja, tiene una profesión y la mujer está en casa, casi en tono despectivo.

    • Buenas, Felix.
      Gracias por tu comentario y felicidades por ser padre, compañero, hijo, y vecino.
      La verdad es que ses sorprendente que, a día de hoy, se le de más y mayor importancia al trabajo del hombre, aunque sea el de la mujer el que, gracias a su sueldo, el sustento del hogar. Esperemos cambiar eso lo antes posible y que todos tengamos la misma relevancia por tu hija, mis hijos y por todos los que van llegando.
      Un saludo.

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