El caciquismo podría definirse como una intromisión abusiva de una persona o una autoridad en determinados asuntos, valiéndose de su poder o influencia. ¿Os suena? Pues a mis casi 30 años de edad, si hay algo que he aprendido con respecto al mundo laboral en este país, es que impera lo que yo llamo el caciquismo empresarial.
De antemano dejaré claro que existen honrosas excepciones (claro que las hay), pero para qué nos vamos a engañar. En este país la cultura empresarial imperante, y la más extendida, produce vergüenza ajena, y estoy convencida que al leer este artículo más de uno/a tendrá en su mente algún caso propio o ajeno.
España es un país repleto de empresarios que ven al empleado como una naranja. Una insignificante naranja a la que hay que exprimir al máximo hasta sacarle todo el jugo (beneficio), y una vez que ya hayan obtenido lo que necesitaban de ella y/o no les sirva, desecharla a la basura (despidiéndola).
‘Este cortijo es mío y aquí mando yo’ es básicamente la filosofía que reina entre gran parte del empresariado español. Es algo inherente, debido a la tradición autoritaria y dictatorial que marcó a este país durante el último siglo, y que continúa arraigada en la conciencia social, fundamentalmente en las clases aburguesadas y adineradas (las que vivían de puta madre con Paquito), las mismas que suelen concentrar el mundo empresarial.
– ¿Se puede saber por qué no ha ido hoy a trabajar?
-Jefe, la trabajadora me informó y envió justificante con la operación de su hijo de 7 años.
-¿Y eso es motivo para no venir a trabajar? Si sólo trabajo 2 horas ¡joder!
-Hombre jefe, es su hijo, y le pertenece por ley.
-A esa el año que viene no la contrates.
No, no me he inventado esta conversación. Es una transcripción literal de una situación real. Y como esa, hay más. Porque se creen con el poder de menospreciar a sus empleados, de tratarlos como meras herramientas que usan para ganar dinero. Y ése es, precisamente, el problema. La concepción que tienen los empresarios caciques de sus empleados es contraproducente para el propio futuro de la empresa.
Pongamos el ejemplo de los países nórdicos (qué bien me vienen siempre). En estos países la cultura empresarial es totalmente opuesta a la del caciquismo español. Allí, el/la empresario/a sabe y entiende que para que su empresa vaya bien y mejore, es esencial el bienestar de sus empleados. Para ello, las empresas se preocupan de sus empleados como activos fundamentales de la misma: les animan a participar e implicarse en ella puesto que el beneficio repercutirá en todos, invierten en formación y prestaciones que generan una actitud positiva hacia su empresa, favorecen la conciliación de la vida laboral y familiar porque entienden que un trabajador feliz es un trabajador productivo. Parece cosa de tontos, pero esto que acabo de exponer muchos caciques empresariales españoles ni lo entienden ni parecen querer entenderlo (las conexiones de sus cerebros cortocircuitan al instante).
-Jefe, te recuerdo que mañana es la huelga. De la oficina soy la única que no viene, pero lo he dejado todo preparado para el resto de compañeros ¿ok?
-Pufff, la dichosa huelga de los cojones… ¿Para qué sirve eso en realidad? Para nada.
-Bueno jefe, pero es un derecho y voy a secundarla.
-Pero al menos estarás pendiente del móvil ¿no?
No, tampoco me he inventado esta conversación. Verídica (por desgracia).
Y teniendo el ejemplo de los países nórdicos en los que tienen completamente asumido que el empleado no es un objeto de usar y tirar, sino una parte fundamental de la empresa a la que hay que atender e implicar para que todo mejore y el beneficio se produzca, veamos ahora el ejemplo del caciquismo empresarial español.
Ese que se aprovecha de una reforma laboral insultante, y contrata a una persona 4 horas, para luego pedirle que trabaje en jornadas de 8 (y las horas extras que dios te las pague, que está la cosa mu mala). Y te paga el sueldo parte en A y parte en B, y no te quejes que tengo a 20 como tú en la puerta esperando. Que te hace un contrato con una categoría profesional inferior a la que te corresponde, y que usa para fijarte el sueldo un convenio laboral, al que después le rebaja un poquito metiendo conceptos en la nómina por desplazamiento y gilipolleces varias que se inventan. Ese cacique empresarial que se aprovecha del desconocimiento y el desamparo por parte de los trabajadores (¿sindicatos?) para evitar concederles días de asuntos propios, pagarles vacaciones o finiquitos. Esos que donde antes tenían a 2 cobrando 1200€ a jornada completa, ahora tienen a 4 cobrando 400€ a media jornada (como para meterte en una hipoteca). Y la última moda, trabajadores en prácticas. Esto viene a ser: tú me trabajas gratis durante un tiempo y si veo que entras por el aro te contrato, y si no, pues eso que me llevo (y la gasolina te la pagas tú).
Capítulo aparte se merece la discriminación que sufrimos las mujeres en el mundo laboral por parte de estos caciques (sean hombres o mujeres). Y no me vengáis con el cuento de que eso cada vez pasa menos. Mis cojones. Pues ocupando el mismo cargo de responsabilidad que mi compañero, el muchacho siempre cobró 200€ más que yo. A otra con ese cuento. Por ello no querría olvidarme de mencionar a mi queridísima presidenta del Círculo de Empresarios, Mónica de Oriol. Y digo queridísima porque debido a la ley mordaza no puedo escribiros el calificativo que le pondría a esta individua. Aquí mi amiga, la cacique, dijo entre numerosas perlas que “prefiere contratar mujeres mayores de 45 años o menores de 25 por el amparo que da la ley a las madres trabajadoras” además de asegurar que “para que una mujer pueda ser una alta directiva debería casarse con un funcionario o un hombre al que le gusten mucho los niños”… Jfjkwqkdne sjrkslddjd klsdlfesjgjdhdh skwkdfkjekkfd (lo sé, es ininteligible la transcripción, pero imaginaros las barbaridades que están saliendo ahora mismo por mi boca). Vaya, lo que viene a decir es que las mujeres somos un puñetero estorbo porque traemos niños al mundo, y que estaríamos mejor en casa con la fregona en la mano. Y esto, es un evidente, vergonzoso y repugnante ejemplo de la calaña empresarial que ocupa los puestos de mayor representación en la patronal española y sus derivados.
Lógicamente este tema tiene mucho que tratar y profundizar, pero la idea básica que quiero transmitiros es que todo este circo únicamente se soluciona de una forma: educación. Es un problema educativo, cultural, de la sociedad en la que vivimos y de la que venimos. El caciquismo empresarial está instaurado en nuestro ADN como país, y como tantas cosas, sólo se cambia por voluntad política, con instituciones que pongan los medios y las ganas por modificarlo. Requiere de tiempo, de esfuerzo, y de voluntad para conseguirlo, pero imposible no es. La esperanza es lo último que se pierde (dicen).
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