Sencillamente rocambolesco el acto de apertura de la nueva legislatura. Un desfile militar y una parafernalia de palios, tapices y banderas a las puertas del Congreso.
Y un individuo impuesto por una Constitución, de tintes decimonónicos, presidiendo un acto que, en cualquier caso, sólo le correspondería a la ciudadanía. Un montaje propio del Medioevo. Para convertirlo en un acto aún más execrable, más chusco y más vergonzante, acompañaban al monarca, la reina consorte, junto con las hijas, a las que nuestro ordenamiento le asigna el título de infantas – muy moderno todo. El comienzo de una legislatura debería ser un acto mucho más mundano, más habitual, más normalizado.
Estos montajes son propios de las dictaduras. Por eso vivimos en una dictadura disfrazada de democracia. Por eso, cuando los miembros de un partido manifiestan que no van a estar presentes en el acto circense, se los señala como denostadores de la democracia, sólo les ha faltado asociarles el término de agitadores, habría quedado muy propio, muy de la época a la que con asidua frecuencia pretenden trasladarnos, intentando lavar nuestras conciencias, e incluso nuestras memorias. En algunos lo han conseguido, no podemos obviarlo.
La incontinencia verbal de algunos políticos y la estupidez superlativa de algunos medios han afeado la actitud de diputados de la izquierda que no aplaudieron el discursito de su majestad. Quiere decirse que, añadido a la asistencia del grotesco espectáculo, además hay que aplaudir, te guste o no lo que el tribuno declare, coincidas o no en lo que diga. Cualquier otra cosa, parece ser, a juicio de tales mentecatos, que es una falta de respeto. Por lo visto el respeto está en aplaudir o no al patriarca de la patria. Si tales manifestaciones no se corresponden a una dictadura, ya me dirán ustedes qué sustantivo le aplicamos a la definición de este régimen político. Tal vez, dictocracia.
Hablan de respeto aquellos que más le han faltado al respeto a la ciudadanía. Los de los sobres, la contabilidad en B, la destrucción de pruebas, las campañas electorales pagadas con dinero negro… Esos se atreven a hablar de respeto.
Esos mismos piden que se aplauda el discurso de un Jefe del Estado, cuya única preocupación manifiesta, estriba en el logro de la formación de un gobierno. Ni una palabra para aquellos que sufren las consecuencias de las políticas del gobierno anterior. Ni una palabra para los que han tenido que emigrar, ni una palabra para los que soportan las consecuencias de la pobreza, incluida la energética, que ya vemos que ha provocado muertes, mientras los directivos de las compañías eléctricas se forran.
Eso es lo que pretenden que se aplauda, el discurso de un monigote de cartón piedra cuyo único papel consiste en firmar las leyes que se aprueban en el parlamento y soltar, de tanto en cuanto algún discurso solemne. Sensibilidad con sus súbditos, cero.
Los culpables, deberíamos tenerlo todos claro, no es tanto de ellos como de nosotros mismos, que lo consentimos, que no nos movilizamos, porque les toca a otros. Es nuestra propia insensibilidad también la que produce tamaños desmanes. Mirémonos de una vez al espejo. Enfrentémonos con nuestra alma, con el corazón en la mano y preguntémonos. ¿Qué homos hecho para evitarlo?
[Tweet theme=»tweet-box-normal-blue»]Preparémonos para otra nueva entrega de recortes o de subidas de impuestos a los de siempre.[/Tweet]
Esta es una razón más cuando respondo a ¿Por qué soy radical y no me importa confesarlo?
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