Todos sabemos que la sociedad te obliga siempre a elegir, a clasificarte de algún modo: Hipotecarte o vivir de alquiler, eres de Windows o eres de Apple, coche o moto (como diría el anuncio) … En Twitter, ese “encasillamiento” se hace aún más latente al hablar de política.
Para que entendáis mejor este artículo, voy a poneros un ejemplo sencillo: Siempre me he considerado de izquierdas, republicana, atea y, sobre todo, una acérrima defensora de los derechos que nuestros padres y abuelos tardaron años en conseguir y que ahora, por desgracia, vamos perdiendo gota a gota. Bien, para algunos twitteros, el hecho de haber apoyado la opinión de un concejal del PP en un tema referente a la recogida de basuras me convierte, como mínimo, en una fascista, y no lo digo yo, lo dice algún que otro tweet inofensivo pero hiriente.
Hoy, justo cuando tenemos una herramienta que nos permite debatir, e incluso hacerles llegar nuestras opiniones directamente a los gobernantes en tiempo real, cuando ya no hay sólo dos caminos entre los que elegir, más agresivos e intolerantes son los partidarios de cada sendero.
Twitter, lejos de ser un foro de debate y convergencia, se ha convertido en un campo de batalla en el que “o estás con nosotros o estás contra nosotros”. Rara vez se lee un tweet con un “te entiendo” ni mucho menos un “respeto tu opinión”, parece que todo el que no piense como tú se convierte de manera inmediata en tu enemigo. No digo con esto que esta red social tenga que ser un mundo de arcoíris y unicornios, no me entendáis mal, pero ¿Tan malo sería que intentásemos debatir sanamente en lugar de querer siempre quedar por encima del interlocutor (ahora convertido en contrincante)?
Les exigimos a los políticos otras formas de hacer política, que se entiendan, que sólo así podremos salir de la crisis, pero somos nosotros, los ciudadanos de a pie, los que aún actuamos como los Homo sapiens neanderthalensi, incapaces de razonar más allá de nuestras propias convicciones.
Artículo de @Atenea_Luck para Alcantarilla Social
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