La caída del Imperio Madrileño

El Partido Popular actual nació de una civilización similar, pero más rústica, llamada Alianza Popular, sus particulares etruscxs que, a diferencia de aquellxs, no es que no se sepa muy bien de dónde salieron, sino que ya procuran ellxs que se airee mucho nada de lo relativo a su remoto pasado.

De aquel reino etrusco surgió la figura firma y dominante de Manuel Fraga, quien confiaría su sucesión, creyéndole el delfín ideal, a José María Aznar, el Julio César de la moderna (en los años noventa) derecha europea. A este último, tan sobrado de talla social para haber sido vendedor en El Corte Inglés como escaso de talla física para ello, por más que diera el tipo en cuanto a ética, le faltó tiempo para autoimponerse la corona imperial (“aquí no hay tutelas”) y decretar por norma, esto es, tanto por acción como por omisión, la validez de cualquier acción encaminada al enriquecimiento personal, siempre que el partido obtuviese su parte. Craso error para la adecuada gestión de cualquier organización. Él mismo dio ejemplo con la fundación de su propio reino de taifas desde el cual pretendía dirigir el partido en la sombra incluso cuando llegase el día en que su influencia directa en el mismo decayera.caída imperio madrileño (1)

Fruto de ese deseo de dominio, colocó al frente del Impero a un emperador títere, que aparentemente encarnaba el inmovilismo temeroso y obediente: Mariano Rajoy. Quizá creyó realmente que con ello dirigiría el partido desde la sombra mientras Rajoy sufría el desgaste político por él; de hecho, Aznar dejó el panorama socio-económico y político minado por una parte con leyes dañinas, unas por inoperantes y otras por excesivamente permisivas, y por otra con unos poderes fácticos paralelos, como algunos medios de comunicación que comían de su mano, tan afines a su insigne figura que lograron hasta que se alzasen voces proclamando la santidad para su esposa, quien a la postre llegaría a regidora de la capital. Probablemente esperaba lograr con ello un fracaso estrepitoso de Mariano, a quien uno de los pseudo-periodistas de inferior categoría apodaba impunemente “maricomplejines”, para luego presentarse él ante el pueblo, de nuevo, como el gran líder salvador, cual César regresando victorioso de la Galia, y hasta puede que incluso reclamando para sí, mediante sus habituales tretas electorales, una cuota de poder aún mayor.

Sin embargo se torcieron sus planes. De la misma forma que había triunfado fraudulentamente gracias a la confluencia de varios factores (ver el artículo “Paranoisis” en mi blog personal) creyó que había dejado la situación ideal para que Rajoy ganase las elecciones, y que un pequeño atentado atribuido a E.T.A. sería la baza definitiva para esa victoria. Pero calculó todo mal, cegado por su autocomplacencia: el atentado fue brutal, y el pueblo, no dependiendo ya de la información de los medios nacionales, fue informado pronto de la verdadera autoría del mismo; además, Mariano Rajoy no era el títere indolente que él había juzgado, sino un voluntarioso indolente que supo asumir su poder, aunque no tanto ejercerlo con autoridad suficiente para enderezar el vicio y la ambición que su predecesor había sembrado. Ni siquiera todxs sus más fieles servidorxs le permanecieron fieles, y aun quienes aún le seguían no le obedecían plenamente, de modo que se desentendió de la vorágine especulativa y del nido de víboras en que había convertido a la formación conservadora.

Para colmo de males, la crisis internacional del 2008 multiplicó el egoísmo de las clases altas, aumentando la necesidad y la desesperación del pueblo, y lxs dirigentes del Partido Popular se vieron en la tesitura de tener que dar la cara y hacerse cargo de su gestión ante aquel o, en el peor de los casos, ante los tribunales, con lo cual las estructuras y alianzas que tan alto habían alzado al partido comenzaron a resquebrajarse, hasta el punto de que uno de sus más fieles cachorros, Manos Limpias, ha llegado ya a proponer abiertamente la escisión y la creación de una nueva formación política más próxima a su ideario. De modo que se anuncia un cisma Madrid y… ¿Valencia? como el de entonces entre Roma y Constantinopla, entre Oriente y Occidente, papel este último que correspondería a la parte más ortodoxa y aquel primero a la más radical de sus afiliadxs y votantes.

No se sabe qué surgirá de todo esto: un nuevo partido, quizá dos que podrían ir por separado o coaligados como lo estuvieron CDC y Unió durante años. Lo evidente es la moraleja: tras miles de años de reinos de todos los tamaños, tipos y colores, el ser humano aún no ha aprendido que no hay gobierno sin el pueblo, ni hay gobernante eficiente sin escuchar y atender la sabia voz de algunxs discretxs, nobles y sensatxs consejerxs.

Sobre sinelo1968 43 artículos
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