Los pilares de la derecha (II): El miedo

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Uno de los rasgos que caracterizó la dictadura de Franco, al igual que la mayoría de dictaduras, fue le miedo. Cuando en 1939 se terminó la guerra, él y sus secuaces impusieron una política basada en el terror. La población española era consciente hasta en el último rincón del país, de lo que el nuevo gobierno era capaz de hacer. Miles de presos, miles de muertos, miles de fusilados, expatriados, represaliados, perseguidos y condenados, llenaban cárceles y cunetas a lo largo y ancho de la geografía española. En el sur, por ejemplo, hubo una persecución sin descanso a los pocos republicanos que se escondieron en el monte y mantuvieron la llama de la rebelión durante mucho tiempo. Las incursiones de la guardia civil a las montañas acosando a los republicanos, eran fuente de terror para los que vivían en los pueblos y conocían la existencia de compañeros luchando, escondidos entre bosques y peñascos.

En Madrid, la Dirección General de Seguridad, se convirtió en una inagotable sangría de hombres y mujeres que sufrieron torturas a manos de hombres como Billy el Niño, archiconocido comisario, sobre todo por sus escalofriantes formas de maltratar presos. Leyes represoras que pretendían aniquilar de raíz todo intento de sublevación llegando incluso al temor a pensar. Y así durante mucho, pero que mucho tiempo.

La palabra comunista, se convirtió en sinónimo de diablo, con rabo y cuernos y durante los años de la dictadura se ocultó una realidad a la población, sobre todo a los niños a los que una educación sesgada y manipulada les lavó la mente para que no existiera la más mínima duda de que aquellos ideales no podrían volver a florecer en una sociedad de ley y orden como la que la Brigada Político Social y demás estamentos, estaba imponiendo.

Toda una generación de españoles se crió a los pechos de la Sección Femenina, del Cara al Sol en la escuela y de los rezos ante cualquier excusa. Mentes dominadas por el terror a sacar los pies del plato y desaparecer del mapa como le había ocurrido al vecino de arriba o algún primo en el pueblo. Era mejor someterse y aceptar lo que se les echaba encima. No les culpo, vivir esa vida no tenía nada de fácil.

Aprendieron a bajar la cabeza, a aceptar y a respetar.  A ser pobres pero honrados, a ser prácticamente analfabetos, a ser sometidos. Conocieron el significado del miedo. Miedo a ser libres, a pensar por su cuenta, a querer algo más que lo que tenían. Miedo a enfrentarse a un superior, a un policía, a un guardia. Miedo a que se les tachara de lo que no eran. Miedo a dejar de ser sumisos para ser personas. Y aprendieron lo más terrible de todo, a interiorizar que esa vida era la mejor a la que podían aspirar y a defenderla.

Los tiempos no son los mismos, ni tan siquiera parecidos. Estamos en el siglo XXI y hoy la utilización del miedo tiene que ser mucho más sutil e inteligente. Pero no con eso menos efectiva. Llevamos meses comprobando como los voceros de la derecha; periodistas al servicio quizá de forma altruista o quizá no tanto; nos bombardean las televisiones y los informativos con noticias de Venezuela, país emblemático en cuanto a la lucha contra el poder de la izquierda o eso al menos es en lo que ellos lo han convertido. No hay político de izquierdas al que no se le pregunte, incluso con insistencia, su opinión sobre la política que se ejerce en ese país. La maquinaria funciona, pues en cualquier tertulia casera, más tarde o más temprano sale a colación el país sudamericano. No creo que haya un solo español que no sepa quién es el presidente Maduro, aunque no se conozca a Holland, el presidente francés, vecinos de toda la vida.

En esta campaña electoral la palabra más usada será comunista. Y no precisamente para hacer didáctica política y enseñar que el comunismo es una ideología como las demás, que practican o quieren practicar algunas personas que son libres para pensar como ellos quieran. La palabra, sonará ininterrumpidamente como a día de hoy la utiliza por ejemplo Pablo Casado. COMUNISSSTAS, con acento en la s. Será vilipendiada, ridiculizada y se le achacarán valores malintencionadamente llamados caducos y trasnochados, o asesinatos en masa, da igual. Él, Rafa Hernando (¡qué grande! pocos políticos tienen tanto veneno en sus palabras como él) y muchos otros, atacaran a los partidos de izquierdas (nuevos, viejos o medio pensionistas) con ese deje en la voz que a los más mayores les retrotraerá a los años 40 cuando los franquistas amenazaban con las hordas rojas y los comeniños soviéticos.

Mentirán como bellacos haciendo creer a los votantes que les van a quitar las casas, los coches y las vacaciones además de las fiestas de guardar. Que acabarán con las procesiones o que los nuevos gobernantes nos obligarán a vestir todos iguales. Quizá no tan descaradamente porque hoy no pueden cometer tales atropellos (o sí, quién sabe lo que son capaces de escupir por esas bocas) pero volverán a llenar las mentes de los más vulnerables de ideas equivocadas de lo que representa la izquierda. Impedirán que sus contrincantes puedan ser escuchados en libertad e invocarán el poder del miedo. Dan y darán alas a los cachorros que han mantenido a raya durante un tiempo, como la postura de la Delegada del Gobierno en Madrid, permitiendo manifestaciones pronazis o la que esta semana pasada se iba a celebrar en Valencia para conmemorar el bombardeo del fascio italiano sobre la población civil durante nuestra guerra. Si hasta se trajeron a una descendiente de Mussolini. Manipulan la justicia, al menos siempre que les sea posible, para acallar las voces discordantes, pisotean la libertad de expresión, crean procesos judiciales estrambóticos donde los culpables serán los jueces.

Hoy el miedo se basa en no participar de las políticas europeas, en perder la inversión extranjera que se llevará los puestos de trabajo a países más benévolos (aunque eso ya lo hacen y no precisamente a países benévolos, sino a los que pueden explotar) o que nos veremos aislados y separados del resto de países “democráticos”. Alardearán de ser los únicos que lleven a España por la senda del crecimiento (eso es muy de Rajoy) que lograrán que seamos un país de futuro. Que la izquierda radical, proetarra e independentista, de color rojo o morado, volverá a traer los oscuros tiempos de antaño, aunque la luz la apagasen ellos.

Y para extender el miedo utilizarán el más viejo de los trucos, mentir. Goebbels y su maquinaria de propaganda, se ha convertido en el decálogo de la estrategia política de la derecha. Cargar sobre el adversario tus propios errores, construir verdaderas estructuras de mentiras para ocultar tras ellos tus propios defectos o hacer creer que no pensar como todo el mundo será perjudicial para ti. Esos principios fueron y serán válidos en cualquier campaña electoral. De hecho, alguno de ellos ya está siendo diariamente utilizado por los que pregonan su izquierdismo. Pedro Sánchez, sin ir más lejos, culpa a Podemos y al resto de partidos de izquierda de no ser presidente cuando fue él solo el que les dio la espalda. Van a sacar la artillería pesada. Medios de comunicación de masas como la televisión, los periódicos y como no las redes sociales, serán moldeados en su propio beneficio con tal de desprestigiar al otro. A otro al que todavía no se le pueden achacar más que suposiciones, mientras que ellos si tienen una retahíla enorme de problemas causados a la ciudadanía que deberían ser más que suficientes para que no obtuviesen ni un escaño.

Pero el miedo va a hacer su función. Ellos se van a encargar de que al menos un importante sector de la ciudadanía, de una forma casi encubierta, tenga miedo. Miedo a cambiar, miedo a otras políticas y a otras decisiones que en principio no son ni buenas ni malas. Solo son distintas. Su objetivo principal será inculcar el miedo a perder ciertos niveles de vida, que malévolamente se han disfrazado con la famosa expresión “clase media”. Cuando se hable de obreros en defensa de sus intereses y derechos ellos dirán que es que todos no somos obreros. Si se habla de becas ellos argumentarán que el Estado no puede pagar vagos en las universidades, que el dinero público es para aquellos que se lo ganan. Y así, con todo.

Una gran parte de la población ha desarrollado técnicas para reconocer su discurso del miedo y a día de hoy, ofrecen la resistencia que pueden para taponar sus perversas bocas con las pruebas de las políticas que ellos han ejercido. La mayoría de nosotros somos capaces de percibir que esconden, quiénes son y porque actúan de esa forma. Pero existe aún mucha gente, incluso gente preparada académicamente, para la que no es tan fácil detectar la sutileza del discurso. Que absorbe la manipulación haciéndola suya y admitiendo que lo que están diciendo bien podría ser cierto. Ese es el veintitantos por ciento que sigue votando a la derecha.

No les pido que voten a la izquierda, solo les pido que sean capaces de leer las palabras que escuchan, que piensen en ellas, que las comparen con la realidad que viven cada día y que después alcancen un juicio antes de introducir una papeleta en una urna. Lo único necesario es que no interioricen el miedo. Que aun siendo una sensación humana como muchas otras, es una de las que se puede vencer, con solo enfrentarse a ella.

 

 

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Me gusta ser diferente. Feminista, atea, de izquierdas. Baloncesto. Autora de El Espejo.

2 comentarios

  1. «…solo les pido que sean capaces de leer las palabras que escuchan, que piensen en ellas, que las comparen con la realidad que viven cada día y que después alcancen un juicio antes de introducir una papeleta en una urna.»

    Dificil, El miedo se enquista y se propaga como un cancer.
    Y si este miedo (que es por decirlo suave «light»), imaginate el miedo que puede crear e infundir la ultraderecha.

    Cabe ser valientes, tomar conciencia, y ser consecuentes.

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