Mientras miramos a Catalunya

Vivimos tiempos aciagos. La gran crisis del 2008, de la que solo se han recuperado las élites financieras tras rescatarlas con ingentes cantidades de dinero público -a fondo perdido la mayor parte- ha supuesto una precarización del nivel de vida de las clases populares y medias de nuestro país, llevando a las primeras a una creciente exclusión social y a la paulatina desaparición de las segundas. La gravedad de la situación originó una serie de movilizaciones como el 15M, las mareas, colectivos antidesahucios, los yayoflautas, asociaciones de parados, juventud sin futuro, etc. que no se habían visto en la adormecida sociedad española durante muchos años.

La reclamación por parte de estos movimientos sociales de los derechos recogidos en la Carta Magna como la sanidad, educación, vivienda y trabajo entre otros, puso a temblar los cimientos del régimen del 78 y abrió una crisis constitucional que sigue sin resolverse y ante la cual la única reacción del entramado político-económico de este país -heredero franquista en gran medida- ha sido el intento de normalización de la precariedad. Su discurso basado en “hemos vivido por encima de nuestras posibilidades” y “no hay dinero para todo” se desmonta fácilmente cuando se ve a los ayuntamientos del cambio gestionando la res publica, logrando superavit simplemente haciendo algo bastante sencillo: no robar. Lo cual, sea dicho de paso, también ha sido intentado normalizar por el régimen, haciendo parecer la corrupción como algo estructural instaurando en el subconsciente colectivo con lemas rotundamente falsos como “todos los políticos son iguales”.

Retomando el tema de la crisis del régimen, ahora se nos ha abierto una segunda crisis o brecha en el modelo constitucional español, con el intento de independencia unilateral de Catalunya, una chapuza digna de Pepe Gotera y Otilio, pero que es evidente que ha hecho temblar toda la estructura del modelo territorial constitucional español. La actitud cortoplacista, el interés electoral y la carencia de sentido de estado, tanto en la Moncloa como en la Generalitat, nos han conducido a un callejón sin salida y a una exaltación patriótica que solo ha servido para aumentar la producción de banderas en China.

El papel del Rey en este asunto ha sido cuando menos sorprendente. Estábamos acostumbrados al papel del anterior Rey, Juan Carlos, que siempre intentaba poner su figura en un marco institucional y por encima de los partidos y nos hemos encontrado con un rey que ha abrazado completamente el discurso del Partido Popular en lugar de convocar a todos los partidos en la búsqueda de una solución política que permitiera el encaje de Catalunya y del resto de comunidades autónomas en un nuevo modelo territorial que superara el de la Constitución del 78 y que lo hubiera convertido ipso facto en el salvador de la situación, garantizándole bastantes años de tranquilidad, al haber mostrado una cierta utilidad de la monarquía española en un momento de grave crisis del estado.

El escenario es cuando menos preocupante, dadas las posiciones de los partidos del régimen monárquico que parecen encaminadas hacia una reforma cosmética de la constitución -que no solucionará nada- o a una reforma recentralizadora de la Constitución -que agravará aún más el problema- y que probablemente vendrá acompañada de una involución democrática en toda regla y de un retroceso en los derechos sociales recogidos en la carta magna. No obstante, parece lógico creer que al final triunfará la habitual táctica de M. Rajoy -me refiero al presidente del gobierno, no al de los papeles de Bárcenas– de no hacer nada para que el problema se resuelva solo, como el caso del Prestige que tan buen resultado le dio en su momento.

Las encuestas auguran que los resultados de las próximas elecciones del 21D van a modificar poco la actual correlación de fuerzas en Catalunya y todo indica que la actual crisis del modelo territorial solo se puede solventar cogiendo el toro por los cuernos, bien sea haciendo una reforma progresista y de calado de la CE o bien mediante la apertura de un nuevo proceso constituyente. Y es urgente resolverlo porque mientras miramos a Catalunya, la desigualdad crece, la precariedad se generaliza, los desahucios no paran, las tasas de exclusión social siguen aumentando y el poder adquisitivo de las pensiones disminuyendo.

Artículo de @luis_sisepuede para Alcantarilla Social

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