Cuando el pueblo reclama que algo se mueva, o la ley lo exige, pero a lxs políticxs no les interesa que sea así, hace su aparición Monsieur Paripé.
Monsieur Paripé es un espíritu burlón que puede poseer a múltiples políticas a la vez. Su especialidad, aquello con lo que más disfruta, es el juego llamado “marear la perdiz”, que consiste en dejar que corra el tiempo hasta apurar los plazos legales mientras finge una intensa y diligente actividad de cara a lxs votantes. Como ya afirmé en mi artículo titulado “¿Repetir elecciones? No pero sí”, en realidad ningún líder político va a ser capaz de formar un gobierno, y menos uno cuya longevidad alcance a completar la legislatura, de modo que todxs ellxs esperan la convocatoria de nuevas elecciones mientras fingen trabajar por llegar a acuerdos. Una excepción la constituyó la reunión Rajoy–Sánchez en la que aquél le negó la mano a este último, pero esa maniobra era otra de las bromas de Monsieur Paripé, en la que Mariano jugaba a hacerse el duro y, sobre todo, el digno, ante su propio electorado.
En esta trama Pedro Sánchez asumió el papel más difícil y expuesto, jugándose el todo o nada. Si fracasa en las negociaciones de investidura caerá en medio de una grotesca carnicería política de la que Susana Díaz, siguiendo el prudente consejo de Felipe González, no debería aprovecharse, por más que salive sólo de pensarlo, ya que xl nuevx líderx del PSOE aún habrá de afrontar una situación tan dura que se quemará políticamente en una o dos legislaturas. Si, por el contrario, y pese a tener muchas apuestas en contra, Pedro logra ser investido presidente, incluso en el caso de que no durase ni un año en el cargo obtendría tal espaldarazo de cara a sus posibles votantes, quienes le verían como un hombre de estado, valiente y resuelto hasta en los momentos más difíciles, que incluso en esta turbulenta época podría durar hasta dos legislaturas sin muchos apuros.
Por su parte, Albert Rivera, aferrado a una remota posibilidad de alcanzar la presidencia, juega una baza parecida a la de Suárez en su época, tratando de dar la imagen de líder moderado y sensato que procura acercar posturas entre dos extremos en principio irreconciliables, seguro de que si fracasa será el sucesor de Susana Díaz en el camposanto político nacional y de que si triunfa casi podría constituirse en el Felipe González de la derecha del siglo XXI. Pablo Iglesias aparece en todo este batiburrillo de cábalas como el musgo que se alimenta del detritus político del socialismo (su derechización y el descontento de sus votantes) y de la avitaminosis del comunismo, el cual contempla descorazonado cómo sus rojas células se van amoratando por el cáncer oportunista, de modo que rodeado de su bien coordinada corte no cesará en su agresiva infección hasta matar a sus huéspedes políticos y crecerá, si puede, a costa de sus cadáveres.
Y Mariano, estancado en el infantil argumento democrático de haber sido el partido más votado, niega cualquier otra posibilidad mientras se reúne para hablar con palabras huecas o, en el peor de los casos, malintencionadas, intentando no ahogarse en la podredumbre que ha contribuido a mantener, y quién sabe si a sembrar, conocedor de que en unas próximas elecciones, y recurriendo una vez más al juego sucio obtendrá todavía más votos que lxs demás.
Y por “juego sucio” me refiero fundamentalmente a dos sucias tretas: la del voto rogado por una parte, y por otra, a la de los rumores de la inminente desaparición del Senado, rumores que reforzados por la presentación de candidaturas-trampa de indignado sabotaje a la Cámara Alta, como la de Francisco Nicolás (una falsedad dentro de otra falsedad, como ahora sabemos) o Carmen Lomana, dispararon la abstención y el voto nulo o en blanco para dicha cámara. Así, con el trasfondo de esta precampaña electoral que se está desarrollando extraoficialmente, Monsieur Paripé se rasca el escroto con tanta habilidad que parece estar haciendo algo útil y de provecho, y al pueblo se le entretiene con los juzgados, los encuentros deportivos y otros espectáculos televisivos, con lo cual nos mantienen atentxs a la pantalla hasta que dé comienzo oficialmente la próxima campaña electoral que, esperemos, sea la última a nivel nacional por los próximos cuatro años.
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