¿Y si te pasa a ti, qué harías?

¿Y si te pasa a ti, qué harías?

Léelo. Mañana te puede pasar a ti.

(3-Abril-2016)

miserable
Y si te pasa a tí, ¿que harías?

Hoy me siento escoria. Miseria humana en grado superlativo.

Anoche la vida me presentó una prueba de humanidad. Una oportunidad de principios, de solidaridad. Y la desaproveché.

Se nos llena la boca de palabras de indignación por lo que sucede en Grecia y Turquía con los refugiados. Nuestros timeline se llenan de tuits y publicaciones con declaraciones de denuncia por la injusticia de un mundo que mira hacia otro lado ante el drama humano de quienes huyen de la guerra, de la muerte, del hambre o la violación de sus libertades.

Clamamos “al cielo” por la impunidad de acción por los niños que mueren ahogados en Lesbos, asesinados en Yemen o explotados por las mafias que trafican con ellos con fines que nos horroriza pensar siquiera (trafico de órganos, explotación sexual, …)

Y sin embargo, ayer, la vida me puso a prueba en algo mas cercano y mas común de lo que nos puede parecer. Y fallé.

Fallé estrepitosamente. Y no hay nada que lo justifique.

Anoche salía de uno de mis trabajos hacia las 00:45 (porque he de pluriemplearme en trabajos parciales para conseguir llegar a final de mes con algo de dignidad, que no de dinero). Me dirigí a un cajero cercano, para obtener algo de cash con el que pagar una cuenta pendiente.

No era una noche especialmente fría, pero tampoco apacible. Esa brisilla de Levante sin ser incomoda, despierta moquillos y aventura resfriados para incautos de estos tiempos primaverales que parecen veraniegos, pero no lo son.

Nadie por las calles, salvo algunos jóvenes en calles adyacentes vociferando risas propias del Sábado Noche.

Acababa de introducir la tarjeta, cuando detrás de mí oigo una voz trémula que me dice:

  • Perdone, señor.

No me asusté en absoluto, pues les había visto que venían en mi dirección cuando me acerqué al cajero.
Eran dos jóvenes y un niño. Los dos jóvenes tendrían esa edad comprendida entre los  16 y 20 que no sabes distinguir bien. Quien me llamó la atención fue el niño de unos 5 años, rodeado de la capucha de su chaqueta y que me miraba con unos ojos negros redondos infinitos cogido de la mano de la joven.

Al girarme y verlos, me dirigí a ella y le dije,: “Si, dime.”. Ella, titubeo, y le preguntó al chico que la miraba como quien no esperaba nada, …

  • ¿Que hago?…¿ Sé lo digo?… – dijo ella, a lo que él respondió con un gesto asertivo vacilante.

La situación para mí, fue de shock. No era capaz de estructurar que significaba aquella escena. La tarjeta ya la tenia dentro, había marcado el idioma y el pin, justo antes de que me interpelara la chica. Estaba pendiente de marcar el importe a retirar, y de no hacerlo sabia que el cajero se “chuparía” la tarjeta, con todo el trastorno que ello conllevaba.

Cuando obtuvo la aprobación del chico, ella me dijo:

Mire señor, ….es que nos han tirado de casa ahora.

¿Cómo?…¿Que os han tirado de casa ahora? – respondí incrédulo, en shock, intentando           comprender que era lo que me estaba diciendo. Pero me era imposible. Yo mismo soy víctima de desahucio, con todo lo que ello remueve.

Todavía estaba intentando ubicar la escena. Dos jóvenes y un niño pequeño. La una de la mañana. Sus miradas de desubicación. No les conocía de nada (cosa rara de donde soy). Guardaban una distancia mas que prudencial, nada que me indicase que tuviese que temer algo inesperado o amenazante. Y sin embargo, lo que sucedió después, y lo que trascendió desde ese punto hasta el momento en que escribo, es que, me desnudaron las miserias, los miedos, los prejuicios y dejaron en evidencia mis instintos.

Hoy arrastro la vergüenza del miedo, de la petulancia y arrogancia, de la indignidad como persona, por no ser fiel ni cumplir con lo que verdaderamente me palpitaba el corazón.

Me contestó:

Si. Ahora. Nos han tirado. Y quería ver si podía hacerse cargo del niño.

¿De él? – conteste atónito y sorprendido.

Si, para dormir esta noche y que no pase frío.- dijo escuetamente

Aquellos ojos del niño, clavados en mi, profundos y tristes, no me los puedo quitar desde entonces. Los de la chica, eran de desespero, magullados y doloridos a saber porque historia de vida. Los de él, claros, cristalinos de impotencia, de desengaño.

¿Y yo?. Perdido.

Perdido en un mar de pensamientos y sentimientos, que se agolpaban en barrena, sin orden, sin estructura.

¿Qué decir, que hacer? No era capaz de centrar ni lo que estaba pasando, ni dominar los sentimientos, ni repensar los pensamientos.

Me superó. Y fui correctamente legal. Correctamente metódico. Escrupulosamente pautado. Indignantemente, cobarde.

            – Lo siento…, no puedo hacer lo que me pides, pero puedes acudir a la Policía Local que esta al final de esta avenida. Ellos os ayudaran ya que seguro tienen concierto establecido para esto con Cáritas y el Convento del pueblo donde hay una residencia, …

Sin ser mentira, también sabía que no era exactamente cierto. El protocolo policial implica identificar a los menores y buscar a sus representantes legales, y en caso de no encontrarlos ponerlos bajo tutela de la asistencia social correspondiente.

La cuestión es que apenas si me escucharon, pues vi su desánimo en la cara. Mas que desánimo, la constatación de que mi propuesta era un paso que conocían pero no querían dar. Por eso, me asintieron, sin darme mas coba ni opción a contarme algo mas de que era lo que estaba pasando. Su necesidad era una, simple, y se llamaba, Cobijo. Ni siquiera para ellos mas mayores, si no para el pequeño.

Pero NO LO COMPRENDI.

Si que lo sentí. Sentí el desespero, sentí el desahucio, sentí el dolor y el desamparo, sentí el desarraigo y la desesperanza. Mi cuerpo me lo decía, pero mi mente me bloqueaba, me inhibía la adrenalina con esteroides, y sodomizó mis impulsos.

Tras darme las gracias, se alejaron lentamente, y el cajero pitó. Se iba a tragar la tarjeta, marque in extremis el importe, mientras turbado, seguía con la mirada hacía donde iban. Seguían el camino del reten.

El cajero, se hizo remolon, se quedo en azul, como cuando se cuelga Windows. Mierda, …se alejaban. La sangre me hervía, y quería salir corriendo hacia ellos.

El cajero despertó de su letargo, y emitió el recibo, luego la tarjeta, y por ultimo, el dinero (los bancos son así, hasta los cajeros se hacen de rogar para darte tu dinero). Por fin salió, un repaso rápido (30 euros no dan para mucho contar), y sali disparado a buscarlos. No los veía, la avenida se oscurece a un centenar de metros por las farolas tenues entre las ristras de naranjos que hay perfectamente alineados a sus lados. Es el casco viejo.

Cuando llego con paso acelerado a la esquina del primer cruce, no les veo. habían girado a buen seguro en la primera calle a la izquierda. Los busque con la vista, y al final de esa nueva calle me pareció ver la figura de un joven pegando una patada empujón a la puerta de un patio. Dudé. Puede que no fueran ellos, puede que fueran esos jóvenes del Sábado noche.

“Pero que cojones! Tira a ver” – me dije a mi mismo, lleno de rabia.

Cuando llegué al patio que supuse les vi entrar, mire con atención, pero no pude constatar que hubiesen entra
do. Busque por las siguientes calles, sin suerte, y volví sobre mis pasos, hacia aquel patio.

La puerta estaba cerrada, oscura, y no se divisaba movimiento. Desistí. Quizas estaban agazapados, quizás, no ahí si no en otro lugar, quizás en la policía local (sé que no), quizás… y solo quizás, alguien fue mas humano que yo.

Muchos de los que ahora leeis estas palabras podréis pensar que mi actuación podría haber sido otra. Que no actué como debía, que me inhibí, que…y todo lo que podais pensar, así es, de todo un poco.

Sin embargo, lo que desconoceis, es que precisamente soy de esas personas que lo dan todo a cambio de nada, y por cualquiera, aún  a riesgo de llevarme desengaños y palos.

¿Entonces que pasó?

Seguramente desconoceréis que si por una de aquellas te haces cargo de un menor y te lo llevas a tu casa para darle cobijo, te puede caer la del pulpo.

En verdad lo que haces es darle socorro, y eso no esta penalizado, pero con la legislación actual y la ley del menor, cuando menos puedes encontrarte con una situación que ni el mismísimo Woody Allen seria capaz de guionar.

Tanto es así, que el sistema ya se ha encargado de meternos el miedo en el cuerpo, de tal modo que haya normalizado el hecho de que antes de dar siquiera ese “socorro”, lo primero es acudir a las autoridades y que ellos dispongan.

¿Pero sabéis como acaban muchos de esos procederes? En centros de menores. ¿Conoceis alguno? ¿Conoceis el drama para los niños que ello supone? ¿Conoceis o sabeis las historias de familias desestructuradas por mil y una cosas y como afectan a los niños?

Pues, por eso, ellos querían socorro, no querían acudir a la policía. querían ayuda puntual, pero no iniciar un proceso (probablemente por el que ya hayan pasado), por el que las consecuencias conllevarían mas trauma aún que el propio desarraigo.

¿Qué historia habría detrás?. No lo sé. Violencia, alcoholismo, maltrato, ….todo esto es mas común de lo que parece, y sucede muy cerca de nuestras casas.

¿Qué grado de desesperación puede llevar a que dos jóvenes y un niño, vagabundeen a esas horas por la ciudad sin rumbo ni destino?

Pues bien…tiempo atrás, el socorro, el amparo, la ayuda discrecional, estaba por encima de cualquier ley, por encima de cualquier moral. Hoy eso se ha perdido. Yo creía que no lo tenía perdido, pero ayer, me dí cuenta de cómo el sistema del miedo creado en esta sociedad, ha fagocitado parte de la esencia natural de la que las personas estamos hechas, que es la de ayudarnos unos a otros, por encima de tecnicismos ni peroratas legales.

Fracasé, …aunque gracias a ello, sé que es algo que no me volverá a pasar. Porque si creía que lo tenia todo aprendido, ahora sé que me queda infinitamente mas por aprender.

 

Y no supe mas de esos jóvenes, ni de ese niño, pero esa noche, ni la deuda que saldé, ni los alientos de mi pareja (empeñada en dejarse el trabajo y salir a buscarlos), ni la comprensión y justificaciones de amigos recurriendo al “podría haber sido todo un montaje” o “no puedes saberlo” o “era lo correcto” o el “hubiera hecho lo mismo”, etc, nada de todo eso puede cerrar la herida abierta.

 

Que fácil es hablar desde la no necesidad, y que pronto la memoria se olvida de los tragos pasados cuando obtenemos algo de “confort”.

Puta Miseria.

 

PD.

1) Vaya por todos aquellos niños, jovenes y personas, que sufren en silencio el abandono, el acoso, la desestructuración familiar o la violencia.

2) Vaya tambien por todas esas personas dedicadas a la educación social, a monitores, voluntarios y profesionales abnegados que anteponen la necesidad humana (sobre todo de los mas desfavorecidos), frente a la ignominia de una sociedad aséptica al drama ajeno, frente al sistema que escurre el bulto, y a las leyes que someten al sentido común bajo la ley del miedo.

3) Vaya tambien por todos aquellos que sepan reconocerse y enmendarse. Porque se puede.

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Escribo en La Alcantarilla Social – El mundo esta en manos de aquellos que tienen el coraje de soñar y correr el riesgo de vivir sus sueños. – Siempre #15m.