Vente a Alemania Pepe

 

 

Cuando leemos el título que Pedro Lazaga le puso a su película, no podemos evitar traer hasta el momento actual la imagen de la España de la época. Lo primero que conseguimos imaginar es el blanco y negro. Porque nuestro país, en ese tan lejano ya 1971, era en blanco y negro. Hombres que convencían a sus amigos, familiares y vecinos para que se fueran con ellos en un largo y penoso viaje en tren hasta Frankfurt o Colonia, donde en la construcción y sobre todo sin el control de las instituciones españolas se podían ganar hasta 1500 marcos al mes. Un auténtico chollazo. ¿Quién en este país no tiene un familiar que haya pasado bastantes años en algún país europeo, deslomándose a trabajar? Pues sinceramente creo que muy pocos.

ppNo quiero hablar de nuestros emigrantes, más que nada porque 45 años más tarde, son casi el mismo número de personas las que siguen viviendo fuera de nuestras fronteras y casi por las mismas razones. En España, no hay trabajo digno.

Lo que sí quiero recordar, es el color de las dos épocas, que aunque parezca mentira sigue siendo el mismo. Durante unos años intermedios, en este país, las cosas recuperaron su color natural. Había rojos, azules, naranjas, amarillos y verdes. Todo tenía su propio aspecto y su propia imagen. Pero de unos años para acá, las tonalidades grises van tomando cada vez posiciones más altas en la escala de color y poco a poco nuestros rostros se van pareciendo cada vez más a los del José Sacristán o el Alfredo Landa que protagonizaban la película. Nada que ver por supuesto al José Sacristán que hoy nos acompaña.

La única diferencia entre los dos momentos, y a mi modo de ver la más importante, es que en 1971, los protagonistas de la época no tenían la posibilidad de darle color a su vida. Y nosotros sí, pero la desaprovechamos.

El pasado 26 de junio hemos vuelto a votar en elecciones generales y para la sorpresa de todos, en este país, ha vuelto a ganar el gris. Ni el rojo, ni el morado, ni tan siquiera la mezcla de los dos. Solamente el gris, envuelto en un sonoro papel celofán de color azul que cuando se abre, deja escapar un tintineo de falsa y enlatada música latina con aires de partido político.

Nuestros padres o abuelos tuvieron que pasar el mal trago de aguantar estoicamente los colores grises de sus vidas y lucharon, a la chita callando, para cambiar nuestro color. Para alegrar nuestro futuro. Pero como no somos dignos de ellos, ni de su esfuerzo ni de su arrojo, hemos decido por la unanimidad que proporciona la estupidez y la falta de rigor político y social, que su color favorece más y que tanta abanico colorífico nos sienta como un tiro.

Nos dimos un lapsus temporal para ver qué se sentía viviendo de otra forma. Qué sensaciones placenteras se podían tener cuando existía una sanidad universal, una educación gratuita y pública, trabajos bien remunerados, dignidad social, libertad de expresión, derechos, respeto, solidaridad, justicia, y todo eso que otros países llevaban disfrutando bastantes años más que nosotros. Pero, al parecer no hemos sido capaces de aguantar esa vida y en poco más de cuatro años, hemos ido retrocediendo paulatinamente hasta situarnos en ese espacio histórico que a los españoles parece sentarnos tan bien. Nuestra vida está volviendo a su gris original y tirando a la basura todo aquello que nuestros luchadores progenitores intentaron dejarnos en herencia.

Bien es verdad que no todos somos iguales. Algunos de nosotros hemos mantenido el tipo y con el arma que la democracia pone a nuestro alcance, nos hemos dejado la piel para evitar que las tonalidades menos favorecedoras nos quitaran el sitio. Con uñas, dientes, votos, tuits, entradas en Facebook, mareas y manifestaciones, hemos puesto toda la carne en el asador para recordar a nuestros congéneres que dejar que avance el gris no es una opción válida. Que significa mucha pérdida más que un cambio de color. El gris es un color que tiene una mochila repleta de pérdidas: la casa, la sanidad, la educación, los salarios, los derechos, la libertad, la expresión, las pensiones, las huelgas, la justicia, el respeto al otro, la solidaridad, la ayuda mutua, el reparto equitativo e igualitario y un larguísimo etcétera. También en un bolsillo lateral, la mochila gris, guarda la corrupción, el robo, la malversación de fondos públicos, las conspiraciones políticas, la falsedad, el plasma o la mentira.

Sin embargo, y aun sabiendo todos lo que la mochila gris lleva consigo, algunos (tantos como 7.906.185) han sido capaces de traerla hasta nuestros días y han pensado, que cada uno haga lo que quiera pero yo quiero orden y ley, gente seria y con principios. ¿Qué me pisa el cuello, me lo quita todo y arruina mi vida? De acuerdo, trago. ¿Qué no podré enviar a mis hijos a la universidad porque no podré pagarla? Pero con orden, porque no es cierto eso de que todos tengamos derecho a los mismo, siempre ha habido pobres. ¿Qué los emigrantes no tienen trabajo? Qué se vayan a su país, que aquí no pintan nada. Por su culpa nuestros hijos no tienen trabajo. Y así con todo.

Los votantes del Partido Popular nos han traído el color gris. Los próximos cuatro años serán más recortes, menos salarios, menos derechos y menos vida gracias a ellos. Como dijo el gran político el que vota ladrones es cómplice. Ya no necesitaremos que Jordi Évole vaya a la India o a cualquier país del sudeste asiático para ver precariedad laboral. Solo tendrá que salir a la calle y empezar a grabar. Tampoco necesitaremos ver a los griegos pasar las horas en las colas de la ayuda social, porque a la vuelta de la esquina de nuestra calle nos toparemos con una cualquier mañana. Y por supuesto dejaremos de decir lo que pensamos porque puede venir un guardia y partirnos la espalda de un porrazo y ser los culpables por ser desobedientes.

Gracias votantes del PP, gracias por haber hecho posible que el retroceso sea mucho más rápido de lo que cualquiera de nosotros nos esperábamos. Habéis traído los años 60 y 70 a nuestros días en solo 24 horas.

Pero como la criada ha salido respondona y lo de la resignación cristiana que tanto le gusta a esos que dicen que gobiernan y que les enseñan en sus sectas religiosas no va con nosotros, no nos da la gana perder el color. Con todo el peso de nuestros votos haremos que vuestro gobierno tenga una mosca cojonera pegada en el cogote. No gobernaremos, no podremos impedir que estéis ahí, pero al menos nuestro color, se meterá entre el gris que lucís sin vergüenza y os recordaremos todos los días que nuestra vida, está llena de alegría y que os la meteremos por los ojos para impedir que vuestra podredumbre de gente sin criterio, sin sentimientos y sin corazón, nos inunde a los demás.

Seremos setenta y una voces en el Congreso y cinco millones en la calle, algo más si los que votaron al PSOE, están a nuestro lado y si no que les den. No vamos a dejar de gritar, ni un día, porque está visto que si lo hacemos, su color gris nos invade. Y nuestros colores, el rojo y el morado, son más fuertes, más valientes, más luchadores y sobre todo mucho más bonitos.

Sobre belentejuelas 74 artículos
Me gusta ser diferente. Feminista, atea, de izquierdas. Baloncesto. Autora de El Espejo.

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