Votar cada cuatro meses

Llevo meses queriendo escribir esto, pero estaba esperando que llegase el momento más adecuado, aunque, dicho sea de paso, no estoy seguro de que éste de ahora lo sea, por más que me parezca lo bastante bueno. Las elecciones vascas y gallegas no garantizan que se desbloquee la situación de desgobierno o, por mal nombre, gobierno en funciones. La situación política española desde hace muchas décadas, no ha cambiado en lo sustancial, y la realidad, por más dolorosa y extraña que pueda antojarse esta afirmación, es que la Guerra Civil todavía no ha terminado.no_pasaran_madrid

El final de la Guerra y la consiguiente dictadura supusieron un largo epílogo en el que el bando ganador se explayó masacrando social y psicológicamente al otro, y en muchos casos incluso físicamente. Ni siquiera la muerte del dictador y la pseudodemocracia que vino después implicaron un cambio sustancial en la mentalidad de los que habían ganado la guerra. Éstos, que contemplaban con ira los sucesivos pasos hacia la democracia, se revistieron de modernos demócratas sólo para sobrevivir en territorio hostil. No obstante, mantuvieron mayoritariamente las mismas costumbres, los mismos principios, las mismas formas de actuar tanto en la gestión de sus vidas como en la de los intereses públicos cuando lograban hacerse con algún cargo político de representación pública. Ahí está el origen de todas las mafias que rodean ahora al PP: desde el sibilino Mariano Rajoy, pasando por la camarilla de ladrones de los que se acompaña, hasta los virreyes locales que hacen y deshacen a su antojo en Valencia, Madrid, Galicia, y todos los otros feudos en los que les permitan gobernar sus vasallos, esos votantes acérrimos que treinta y ocho años después siguen sin entender lo que significa realmente la democracia (a ellos, por más que se les diga que es como una pelota de tenis, les sigue pareciendo más un cubo de Rubik).

Esa gente, a la que no se puede calificar propiamente de retrógrada, puesto que jamás evolucionó, observa los procesos democráticos con estupor y en su fuero interno se sienten agredidos por ellos, a la vez que desconcertados, pensando cómo es posible que estos rojos campen a sus anchas y les “digan” lo que pueden o no pueden hacer, si en realidad fueron ellos quienes ganaron la guerra. Pero en algún profundo y oscuro lugar de sus mentes la Guerra Civil no terminó, porque sus enemigos aún seguían viviendo entre ellos.carlos_arias_navarro_and_franco_1975

Es por eso que en cada proceso electoral cierran filas alrededor de su candidato, a quien guardan tanta fidelidad como a un caudillo, puesto que no entienden que la diversidad de ideologías y la libertad de pensamiento y de voto son dos pilares de la democracia, y porque esos tres conceptos les parecen incomprensibles.

Es por eso que recurren a estratagemas como la de, ante el 20D pasado, promover la idea de que el Senado no sirve para nada y que se iba a eliminar “ya”, con lo cual los votantes de otros partidos no se molestaron en introducir papeleta para esa cámara, por lo que el recuento favoreció una aplastante proporción de votos a los senadores del PP, cuyos votantes ejercen su voto cual colegiales modélicos entregando sus deberes hechos.

Es por eso que continúan manteniendo sus modos de gestionar lo público, como si se tratase de una caja fuerte inacabable de la que ir sisando diversas cantidades, como siempre, aunque ahora con esto de la democracia para disimular haya que hacer algunos papeleos y algunos paripés forzados.

Es por eso que no tienen reparos en hacer trampas, puesto que en el amor y en la guerra todo vale, y llevan a votar a los ancianos con demencia senil, o engañan a los que no la tienen, hacen que voten los muertos, ponen trabas al voto de aquellos colectivos que mayoritariamente podrían votar a otros partidos…

Todo lo dicho hace aconsejable que, si en diciembre volvemos a votar, los votantes de otras opciones políticas acudamos también en masa, puesto que somos muchos más que ellos, para lograr que el PP salga del gobierno. Hay que demostrarles que estamos en una nueva época, llamada democrática aunque realmente no lo sea, en la cual las reglas de convivencia son distintas y en la que una de las normas básicas consiste en someterse al escrutinio del pueblo tanto de forma activa y directa, a través del voto, como de manera indirecta, informando públicamente de todas las gestiones que se hacen con los bienes públicos.

En estos últimos años se podría haber reducido significativamente el número de quienes votan a la derecha pepera si Ciudadanos hubiera aceptado su verdadero papel de modernizador de la derecha española (por más que se rían de quienes buscan en fosas comunes a sus familiares asesinados), lo cual implica incluir en sus principios algún que otro punto más identificado con la socialdemocracia; pero la ambición de Rivera, buscando votos hasta debajo de las piedras (salvo en las fosas comunes, como dije antes) ha generado desconfianza y dudas en los votantes de derechas, que ven en él una especie de “facha amariconado” o débil, o incluso un socialista disfrazado, lo cual le ha hecho perder muchos millones de votos que podría haber obtenido en un nicho ideológico natural.

Pues bien, si ellos forman un ejército, nosotros, quienes pensamos que son una fuerza política que ya caducó el siglo pasado, somos más o menos el doble; pero es necesario, o más bien, imprescindible, que esa superioridad numérica se haga notar en las urnas, tanto al Congreso como al Senado, si finalmente se abren aquellas en diciembre. Si se nos ofreciera esa oportunidad y nos excusáramos en un comprensible hartazgo (que ha calado incluso en la siempre sonriente Cristina Pardo) para no cumplir con nuestra obligación democrática de introducir un par de papeletas en sendos sobres, y éstos a su vez en las urnas, sería mucho más que un error gravísimo, sería una traición a nuestra lucha y a la de aquellos y aquellas que soportaron tantos sufrimientos y murieron defendiendo, entre otras cosas, la legalidad vigente, así como esta libertad de voto de la cual mal que bien disfrutamos hoy.

Así pues, la posibilidad de terceras elecciones no hay que verla como otra reposición de “Verano azul”, sino como una batalla más de esta guerra en la que, si conseguimos la movilización suficiente, le arrebataremos al PP los sillones aforados tras los que se esconden sus corruptos. De modo que, haz correr la voz. Si alguien te dice: “hay que ver, terceras elecciones en menos de un año”, respóndele, “¿Y qué? Si para que todo cambie sólo hay que recurrir a unas elecciones democráticas, como si hay que votar mil veces”.

Sobre sinelo1968 43 artículos
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