Ya nadie habla de paro

No, señor presidente, nadie habla ya de paro.
paroNi los cuatro millones de desempleados, ni las personas que, después de estudiar una licenciatura y dos máster, sólo ven salida más allá de los Pirineos, ni los que deciden quedarse y trabajan cuatro horas por trescientos veinte euros y encima aguantan que les digan “menuda suerte has tenido de encontrar algo tal y como están las cosas”. Ya no hablan de paro los abuelos que dan la paga a sus nietos en platos de comida ni los padres que ven como la larga cuesta de Enero se vuelve aún más pronunciada en Septiembre porque no llegan a sus bolsillos las becas para libros o comedor.

Ya nadie habla de paro, señor presidente, porque ahora lo que hay es hambre. De estabilidad, de cambio, de gobiernos que legislen para los ciudadanos y no contra ellos. Hambre de pan, de cañas de pescar, de desahuciar políticos que ensucian las sillas que ocupan. El paro ya pasó a la historia, es cierto, ha llegado la era de los contratos basura, de privatizar hasta el aire, de trabajar para sobrevivir de mala manera y de rezar a la Virgen para que las estadísticas sean favorables a su partido cuando se acerquen las elecciones (tome esto último como un consejo).

Una era que bien recuerda a aquellos oscuros años en los que mirar a un uniforme a la cara conllevaba represalias, con leyes tan extrañas que informar sobre detenciones de presuntos corruptos o reunirse en una plaza con amigos a debatir y aprender sobre el estado de nuestro país, se ha convertido en un deporte de riesgo.

Ya nadie habla de paro, pero es porque, como podrá comprobar el día que se atreva a escuchar a la ciudadanía, hay demasiadas mordazas que nos lo impiden.

Artículo de @Atenea_Luck para Alcantarilla Social

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