Edu tiene diez años, casi once.
Edu es un niño tímido, callado; uno de esos niños tranquilos que marca sospechosas tendencias.
Edu prefiere la tranquilidad de la biblioteca al griterío agresivo del terreno de juego.
Para Edu el tiempo es un enemigo silencioso que confabula en su contra.
El tiempo no precisa demasiado.
Unos pocos días, unos instantes cualesquiera, bastarán para cambiar la vida de Edu.
El niño tímido, callado y silencioso terminará por entender que los libros no son para chicos.
Comprenderá que su actitud solitaria le lleva a convertirse en víctima del bullying.
El más tonto de la clase, hijo del que fue más tonto de la suya en su momento pasa por allí.
El tonto de la clase es repetidor, varias veces repetidor.
Es mayor, más grande, más alto, más fuerte y más; mucho más imbécil que la media de los de su clase.
Y repara en Edu.
Edu tiene la carita entre sus manos, los codos en la mesa.
Edu sonríe con un libro delante de los ojos.
Es un niño y hace esa cosa extraña que los adultos llamamos leer y que ellos, los niños como él, llaman volar.
Sueña y vive otra vida, sueña y vuela, es libre, es feliz.
El tonto de la clase ve esa sonrisa, ve esa soledad acogedora y lo odia.
Él quiere ser así de feliz, quiere compartir esos mundos extraños.
El tonto de la clase odia a Edu porque conserva un pase al mundo de los sueños.
Un pase que a él le arrebató otro imbécil, su padre.
Y desde ese preciso instante, la vida de Edu se transforma.
El valor de cada instante se relaciona mediante una proporción inversa al sufrimiento.
A más dolor menos valor tiene la vida y esa es una constante con la que Edu deberá vivir.
Edu dejará de lado los libros, perderá sus sonrisas.
Edu dejará de volar y poco a poco perderá esa luz fabulosa que enamoraba a profesores.
¿Qué saben ellos de luces que se apagan?
¿Qué saben ellos de las razones que roban a Edu su pase a los cielos soñados?
Nadie, solo él sabe que cada día que amanece es un horror.
Nadie sabe que Edu, nada más despertar ha de pensar en lo que le viene encima, ha de encontrar razones, motivos para seguir.
Edu ya no tiene tiempo de soñar, el dolor de los golpes y el horror de las humillaciones no le dan tregua.
Ha de convencerse a sí mismo cada mañana de que ese día puede ser distinto.
Y lo es, vaya si lo es.
La impunidad es un mal consejero, la sonrisa suficiente de la edad adulta.
El quitar importancia, ese «cosas de niños» tan socorrido para nuestra apatía.
Apatía, la clave de bóveda que está llenando los cementerios de tumbas infantiles.
La escuela era un lugar amado para Edu, para miles de Edus a lo largo del mundo.
Hoy, para nuestro chico, ya no es un espacio seguro.
No lo es para muchos niños.
Hemos permitido que se convierta en la primera fuente de violencia que habrá de soportar nuestro hijo a lo largo de su vida.
Y no nos queda mucho tiempo para la enmienda, Edu hoy se ha preguntado por primera vez en su cortísima vida si merece la pena despertar cada mañana.
Hoy, por primera vez, ha deseado no estar en este mundo.
Quizá sea un recuerdo de sus vuelos felices por esos mundos leídos, por esos cielos amados. La pérdida es demasiado grande y la realidad duele tanto…
La soledad es cada día mayor, salir de clase es huír corriendo, llegar al colegio es apurar hasta el último minuto y elegir entre la bronca del maestro por llegar otra vez tarde o dar tiempo al verdugo para un nuevo golpe, un nuevo insulto.
Decisiones duras para un niño que solo quería soñar en paz.
Decisiones que a Edu le están matando la vida.
El profesor no escucha,papá no sabe nada, mamá solo le mira y calla.
Edu se pregunta qué pasaría si él dejara de existir.
¿Cambiaría algo? ¿Encontraría paz para volver a volar?
Hace las preguntas al espejo y su misma boca le responde.
Sonríe,
Espero que si.
Los niños no nacieron para estar tan solos.
La soledad para un niño es la peor compañía.
Espero que si.
Repite Edu al espejo.
Hay un brillo de felicidad feroz en sus ojos, una determinación terrible.
Las manifestaciones del abuso son muchas y las razones por las cuales unos niños sufren maltrato físico o psicológico por parte de otros siempre son inducidas por adultos imbéciles que no saben qué comentarios hay que hacer o cuáles hay que tragarse cuando estamos en presencia de niños. Porque los niños, nuestros niños, nos adoran, nos imitan, quieren agradarnos, quieren ser nuestros favoritos y no van a escatimar atención ni intención en ello.
«Reciba nuestras condolencias» tres palabras horribles es todo lo que el colegio hizo por Edu.
Más, mucho más van a hacer por sus pequeños asesinos.
Los maestros reían las travesuras del insultador, callan las agresiones y ninguneaban complacientes a la víctima.
El colegio fue cómplice y parte de la muerte de Edu.
Inductor cobarde por omisión de socorro.
Ahora que Edu se ha ido, solo lamentan el ruido, que les señalen con el dedo como un colegio en el que se maltrata y mueren niños.
Ahora entran en pánico y deciden que los acosadores son niños también y van a protegerlos porque no eran conscientes.
Van a cuidar de ellos para que nadie les recuerde que mataron de dolor a un compañero.
Edu se ha ido, atrás queda el dolor, ahora vuela feliz, sin dolor.
Quizá con la tristeza de la vida robada, padres a los que ama ya no le abrazarán.
No habrá mañanas para Edu, tampoco habrá ese dolor.
Si detectáis cambios en el estado de ánimo de vuestro hijo, habladle, escuchadle, ayudadle, buscad ayuda.
Ellos tienen formas de pedir ayuda y nosotros tenemos formas de comprender sus mensajes.
Tu apatía puede ser su muerte.
El sistema es cómplice. En la educación no se prevé, de ninguna manera, el poder evitar este tipo de actos. No se busca saber por qué un niño llega al punto de querer dañara a otro niño, no importa que sea repetidor, grande y fuerte. No prevé que un niño se sienta indefenso y acepte ser acosado hasta que ya no pueda más y la solución no es la mejor para él… ¿Qué pasa con los adultos? ¿Qué pasa con las madres y los padres o los padres y las madres? Y lo peor, ¿qué pasa con es sistema educativo que no busca alternativas? Alternativas sencillas como escuchar a todos los alumnos para saber ¿cómo se les ha de tratar para saber qué se les ha de decir? ¿Cómo se les ha de guiar y qué han de aprender a valorar?…
Interesante leer experiencias que se podrían haber evitado si se actuara en una dirección.
Un saludo.
El sistema es cómplice. En la educación no se prevé, de ninguna manera, el poder evitar este tipo de actos. No se busca saber por qué un niño llega al punto de querer dañara a otro niño, no importa que sea repetidor, grande y fuerte. No prevé que un niño se sienta indefenso y acepte ser acosado hasta que ya no pueda más y la solución no es la mejor para él… ¿Qué pasa con los adultos? ¿Qué pasa con las madres y los padres o los padres y las madres? Y lo peor, ¿qué pasa con es sistema educativo que no busca alternativas? Alternativas sencillas como escuchar a todos los alumnos para saber ¿cómo se les ha de tratar para saber qué se les ha de decir? ¿Cómo se les ha de guiar y qué han de aprender a valorar?…
Interesante leer experiencias que se podrían haber evitado si se actuara en una dirección.
Un saludo.
Ocurre que hemos creado una generación de niños-nintendo.
Una generación de seres humanos no molestos capaces de quedar quietos, inertes sobre un sofá jugando con una consola para tranquilidad y facilidad de sus apáticos progenitores.
Es ese el problema crear una generación de la que poder quejarse y echar la culpa de todo. Cuando la realidad es otra. Intentar una comodidad para los padres y tutores y no asumir unas responsabilidades. Imagino que esta semana colgarán un escrito donde comento un poco más el tema.
que placer leerte…
…y que raro que no comentase nada en su dia.
Bueno…para mi disculpa, han sido meses de ausencia…