Los avances vinieron para hacernos la vida más fácil, pero si algo ha caracterizado estos últimos tiempos a la era tecnológica, ha sido el esfuerzo por activa y pasiva de todos los grupos de poder por controlar la información.
La guerra del presente y del futuro se basa en ello, los avances han llevado casi paralelamente a que, a todas las guerras conocidas, se sume la del control virtual en el más amplio sentido de la palabra.
Esa sociedad de la información ha traído a la par que indiscutibles logros, una bestia negra que busca como valerse de esas ventajas en beneficio, como siempre, de gobiernos y grupos de poder.
Ese afán de vigilar, no solo arrancaba desde los comienzos de internet en los 90, si no que lo hacía mucho antes, usando todos los medios imaginables, mientras se produjo la transición de la era industrial a la tecnológica.
Ha sido, eso sí, en los últimos años cuando la locura Orwelliana ha subido exponencialmente , pero contradictoriamente de forma casi inadvertida. Dosificada, maquillada y encasillada en nuestra vida cotidiana como algo asumido e incluso normalizado.
Hagamos un ejercicio mental simple e imaginemos:
El señor X, vive en la calle E de la ciudad V, se levanta por la mañana, enciende el móvil y sale de casa. Desde ese momento lo quiera o no es susceptible de ser localizado con mucha precisión. Coge el coche y va pasando por decenas de cámaras hasta su destino, ha parado en el cajero, sacó dinero, continúa dejando su rastro. Un simple paseo podría quedar así mismo inmortalizado por decenas de esas cámaras en calles comercios etc. Paralelamente toda su actividad desde un portátil o móvil, irá marcando sus pautas de navegación diariamente, su actividad en las redes sociales, sus descargas, sus vídeos, todo ello irá conformando un patrón tipo con una cantidad de información espectacular. Todo su historial de conversaciones de mensajería será teóricamente privado, pero estará siempre disponible para que alguien pueda conocer la última de sus intimidades.
La Unión Europea ha invertido, hasta el 2013, unos 12 millones de euros en un proyecto llamado INDECT, no muy conocido hasta ahora, pero bastante controvertido, parecido a otros como PNR y similares. Tras los atentados yihadistas, INDECT recibiría mucha más inyección de fondos.
¿Qué es? Pues básicamente un compendio de otros similares pero a gran escala y con el uso añadido y principal de técnicas de reconocimiento facial, usando cualquier tipo de cámara fija o móvil (en drones por ejemplo) por medio de tratamiento en un algoritmo que evaluaría cuando y como se podría desatar una conducta delictiva o supuesta amenaza.
Pensaréis quizá que es complicado o imposible controlar a millones de ciudadanos en la UE, pues no.
El sistema monitoriza toda la actividad y crea distintas rutinas, detectaría cambios de patrón o conductas en los desplazamientos, estaría diseñado para reconocer un comportamiento anormal o violento, o la portabilidad de algún tipo de arma. El reconocimiento biométrico facilitaría cruces de datos que harían saltar las alarmas con determinados parámetros, tras lo cual los distintos sujetos ya serían controlados más exhaustivamente. Obvia decir que por tanto es posible el seguimiento casi permanente de personas previamente marcadas.
Aunque su supuesto uso es la prevención de delitos, a nadie se le escapa que se pueden variar esos criterios “automatizados” al albedrío de quien tenga acceso para ello.
Existen aparte otros medios aparte, capaces entre otras muchas cosas, de abrir nuestro micrófono del móvil, localizarnos permanente, vigilar nuestros movimientos, búsquedas carpetas compartidas, hábitos de navegación ,comunicación por mensajería, viajes, actividades bancarias y todo lo imaginable.
Diariamente estamos abriendo las puertas a todas las intromisiones, por ejemplo una app simple y aparentemente inofensiva que nos pedirá permiso para conocer nuestra ubicación, identidad, fotos, multimedia, cámara micrófono y hasta información de conexión de Bluetooth… ahí es nada, y todo ello con nuestro consentimiento.
Volviendo a INDECT indicar que la tendencia es que cada vez tenga más inyección de dinero, ha sido desarrollado por varias universidades europeas entre ellas la Carlos III. Define sus objetivos como «desarrollo de una plataforma para el registro y el intercambio de datos operativos, para la adquisición de los contenidos multimedia, procesamiento inteligente de todos detección de información y automática de amenazas y reconocimiento de comportamiento anormal o la violencia «.
Se complementa con PNR que viene a ser una gran base de datos sobre viajeros por todo el planeta cruzada con sus hábitos de búsquedas en toda la red y con todo tipo de datos informáticos de cada persona públicos y privados. Dicha base permanecería «activa» durante al menos varios años para cada uno de los millones de viajeros, transcurrido ese tiempo quedaría «hibernada», aunque no eliminada.
INDECT no es la única herramienta que usa análisis biométricos cruzados con todo tipo de información. Existen otras dos principales en los EEUU, Trapwire y NDAA , no en vano es en este país donde se crean desde hace años gigantescas bases de datos de todo tipo, rayando la legalidad , la privacidad y los derechos más elementales.
Si algo tienen en común estas «armas» invisibles del otro lado del atlántico con las de la EU, es su cada vez más evidente desarrollo y tutela por parte de empresas privadas.
En el caso del proyecto europeo, la Comisión Europea mencionaba una «auditoría ética» , pero siempre remarcando que lo primero era la seguridad; dando idea de lo vago y difuso de ese control.
Según su página oficial, su uso es exclusivamente para prevención de todo tipo de amenazas terroristas a nivel europeo, robos, tráfico de personas, pornografía infantil etc..
El fondo es otro, una tecnología desarrollada por empresas no públicas que tiene en sus manos la privacidad de los millones de ciudadanos que estamos en la UE.
Una vez más la excusa de la seguridad sirve como coartada para una de las mayores y más silenciosas intromisiones en nuestras vidas, jamás vistas hasta el momento.
A nadie se le escapa el uso que cada uno de los gobiernos pueda dar o esté dando a esta herramienta junto con otras, desarrolladas sin ruido, sin apenas difusión salvo en medios muy especializados, y con un fondo dictatorial y de control a nivel global.
Poco han servido estos instrumentos para su supuesta función, como era evitar atentados como los producidos últimamente en Francia, por lo que es de esperar que el su uso final sea a conveniencia de los servicios de inteligencia de turno…
Volvamos a nuestro ciudadano X: acaba de entrar en una librería, pagó con su tarjeta, sale y pasa por el entorno de diez cámaras de seguridad en apenas media hora. Se detiene, enciende un cigarro, y se sienta en un banco mirando a las palomas picoteando por el suelo. No es consciente de que puede ser el protagonista momentáneo de un capítulo más de una serie futurista de espías, aunque de ficción tiene bastante poco.
No estamos en 1984, pero Orwell tenía razón.
Fuentes:
www.telegraph.co.uk/ ww.wikipedia.org/
www.indect-project.eu/ www.kaosenlared.net
www.tuexperto.com/ www.eldiario.es
www.cnetfrance.fr
Imágenes: serie «Person of interest»
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