Don Gregorio, uno de los protagonistas de la película de José Luis Cuerda, es ese maestro al que todos hubiéramos deseado tener.
La profesión de maestro es tan importante para una sociedad, ejercen tal influencia en nuestros niños y jóvenes que no hay más que comprobar el trato que recibieron por parte de la dictadura franquista, para intentar evitar que los aires de libertad y civismo que se desarrollaron durante la República fuesen exterminados hasta los cimientos.
El Dia del Maestro, en nuestro país se celebra el 27 de noviembre, día de San José de Calasanz. Los maestros son esas personas que nos enseñan a leer, a sumar, a escribir o a diferenciar un roble de un arce. Su trabajo, infravalorado durante años, es uno de los más importantes que se puede ejercer en una sociedad, porque tienen en su mano las mentes puras y sin ataduras de ningún tipo, de los niños de un país. Pueden hacer de ellos hombres y mujeres libres, con pensamientos críticos o monstruos que mantengan valores de desigualdad y de opresión. Siempre hay de los dos tipos, pero parece, por su propia labor docente, que los primeros mantienen alguna ventaja sobre los segundos.
[Tweet theme=»tweet-box-normal-blue»]La enseñanza es el motor de un país, es la mejor y más duradera de las formas de cambiar el mundo[/Tweet], aunque también es la más lenta. Y sobre todo, su ralentización suele ser provocada casi siempre por normativas legislativas que coartan la labor liberadora de la enseñanza. Nuestro país es un ejemplo de ello.
Durante siglos la docencia ha estado en manos de la Iglesia Católica porque así lo determinaron las leyes de los sucesivos monarcas. Sigue así en nuestros días, pues la iglesia sigue controlando gran parte de la educación de nuestros hijos. España es un país laico y aconfesional (al menos eso pone la Constitución, aunque bien es cierto que la realidad no se corresponde con lo que en ella se declara) y sin embargo, ningún partido desde la famosa transición, esa tan modélica que tuvimos y que hace pocos días descubrimos que no fue tal, ha sido capaz de sacar de una vez para siempre a los curas y a las monjas del sistema educativo. Además de que en pleno siglo XXI, muchos de los ciudadanos de este país, siguen entregando voluntariamente a sus hijos a las congregaciones religiosas para que se los adoctrinen bien y perpetúen en sus vástagos los modelos sociales que ellos apoyan. División de clases sociales entre ricos y pobres, estatus social y discriminación. También hay un buen número de personas que nos teniendo niveles económicos muy altos, acuden a la educación de los religiosos porque deben sentir cierta alergia hacia la educación pública, no vaya a ser que sus pequeñuelos se junten con algún emigrante, con el hijo del fontanero o con alguien normal.
Sin embargo y pese a todos estos impedimentos tanto sociales como políticos, la educación pública en nuestro país tiene un buen nivel. Nuestros maestros y maestras, tratan por todos los medios de crear seres que no solo tengan unos conocimientos que los permitan continuar estudiando o vivir en sociedad. También intentar transmitir valores que mejoren a la generación siguiente para hacer de ellos, mujeres y hombres justos que un día lideren la sociedad con mejor calidad de la que se encontraron.
Hay quien dice que se educa en casa y se enseña en la escuela. No comparto del todo esa afirmación pues creo sinceramente que hay maestros que son capaces de cambiar a un niño mal educado. Educar es una tarea conjunta, entre padres y maestros, porque está en juego algo muy importante que supera la individualidad de cada uno de nuestros hijos. Educar va más allá de trasmitir conocimientos, es mucho más grande que las matemáticas, la lengua o las ciencias. Es moldear los pensamientos para hacerlos amplios. Es conducir hacia una vida más igualitaria y más libre. Desarrollar las mentes para que estén siempre abiertas a nuevas experiencias y conocimientos. Aprender a ver al otro en igualdad de condiciones y evitar el abuso y la opresión de unos sobre otros. Pero también puede ser todo lo contrario. Y ese es el peligro. Ahí es donde tenemos que estar todos juntos y luchar para que no ocurra.
Los sucesivos gobiernos que ha tenido este país, siempre han tenido un anhelo. Cambiar las leyes educativas para dejar su sello político. Es como una necesidad vital para que todos nos demos cuenta de quienes son y cómo es su legado. Eso socialmente hablando es una atrocidad. No es viable que una ley educativa cambie cada cuatro años, en algunos casos no se ha terminado de implantar una cuando ya se está modificando por la siguiente. La educación es algo mucho más serio que todo eso. Es algo que debe hacerse pensando en un tiempo largo para que pueda dar sus frutos.
Como era de esperar el gobierno de Mariano Rajoy no iba a ser menos que los demás y aprobó una monstruosidad de legislación educativa que por decirlo de una manera suave, hizo retroceder en el tiempo unos cien años. La LOMCE, ese exabrupto que escupió la perversa mente de José Ignacio Wert, es con mucho lo peorcito que pudieron llegar a elaborar. Restrictiva, segregadora, discriminatoria y ejemplo de educación fascista, se vendió en el Congreso como algo que iba a llevar a nuestros chicos a los niveles de los países mejor educados de nuestro entorno como puede ser Finlandia. Nada más lejos de la realidad.
Las famosas revalidas (que ahora se han logrado paralizar al menos durante este año) son una burda forma de sacar chicos y chicas del sistema educativo, ridiculizando la labor que los docentes han llevado a cabo durante varios años. Recortes presupuestarios, dictatorial y ridícula que ha logrado unir a los docentes, las asociaciones de madres y padres y a los alumnos en una lucha sin cuartel para que se derogue lo antes posible.
Pero la calidad educativa de nuestro país no solo sufre por la mente enferma del peor ministro de educación que se ha dado en el tiempo. Las CCAA, encargadas de la gestión de la educación, han mermado de tal manera la calidad de la misma, que no es raro encontrar alumnos en barracones, con goteras, sin calefacción o sin los medios más básicos para el ejercicio docente.
La Marea Verde ha sido durante todo el 2015 y 2016, junto con la marea blanca, la más activa en la reivindicación. Las maestras y maestros han demostrado que luchan cada día por mejorar la educación de nuestros hijos. Les importa sobre todo, la calidad de la enseñanza. Su ilusión por el trabajo está siendo sesgada por las injustas y perversas mentes de políticos inútiles que no saben si tan siquiera de lo que están hablando. Que un país con una Educación Pública de calidad, logrará que alcancemos cotas de justicia, de igualdad no logradas hasta ahora. A mi parecer, nuestros hijos no podrían estar en mejores manos que las que han demostrados tener nuestros maestros. Personas para que su trabajo es una vocación y que se revelan ante la injusticia de quienes quieren que nuestros hijos se conviertan en mano de obra barata y sin expectativas de vida, en manos de empresarios y políticos ávidos de poder y de riqueza.
Gracias a la educación nuestros hijos verán a sus compañeras como iguales, reduciendo a niveles anecdóticos la violencia y el machismo y caminarán junto a ellas en igualdad de condiciones. Por ella, los niños no serán racistas, porque aprenderán que el color o la religión no hacen a los seres humanos distintos, ya que el racismo se aprende, nadie nace racista o xenófobo. Logrará que las guerras pasen a la historia porque comprenderán que la violencia en general es el peor camino posible para resolver cualquier problema. Además conseguirá que el poder económico no entre en la escuela o en la universidad creando máquinas de trabajo sino seres humanos globales con ideales que están por encima del dinero.
Por eso, celebremos con nuestras maestras y maestros de la Educación Pública, que son los mejores aliados que tiene una sociedad para avanzar y trabajemos a su lado, luchemos con ellos porque lo está en juego es bastante más grande y más importante que cualquiera de nosotros: el futuro al que llegarán nuestros niños y niñas. Una sociedad que los reconozca como seres libres para ser quiénes ellos deseen ser.
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