En la noche del 19 de octubre de 1989, Josep Pino, jefe del parque de bomberos de Amposta, recibe el aviso de un incendio en la central nuclear de Vandellós. El fuego, visible desde kilómetros antes de llegar, ya le hizo suponer que la noche iba a ser muy larga.
–A las 21:39 horas una corrosión imprevista había roto 36 cables de una turbina que genera energía (zona ajena al reactor) mientras giraba a plena potencia, se produce entonces un incendio donde se prenden 25.000 litros de aceite lubricante. Algo relativamente controlable si no fuera por que se derramaron ardiendo hasta el piso inferior, justo donde se encontraba el entramado de cables de los cuatro sistemas que enfriaban el reactor, un modelo refrigerado por gas. Se encontraba efectuando una parada de seguridad tras el incendio, pero detener algo así es mucho más complicado que dar a un simple interruptor.
Que se estuviera en ese estado, no significaba que no necesitara mantenerse a una temperatura razonable y en esos momentos, dos de los cuatro sistemas encargados de ello, llamados turbosoplantes, estaban dañados, lo que provocaba que inercialmente subiera la temperatura en el núcleo. Que el grafito se caliente mucho más de la cuenta es la peor de las pesadillas de cualquiera que conozca y trabaje en un lugar así.
Un cadena de sucesos había provocado lo que ningún ingeniero había previsto. La cacareada redundancia de los sistemas de seguridad de las nucleares se había ido literalmente al carajo.
HIFRENSA (un consorcio de empresas eléctricas hispano-francesas) propietaria de la central, había incumplido elementales medidas solicitadas previamente, pero de forma tibia por el CSN, que seguramente hubieran evitado lo que estaba pasando. De poco había servido la amarga lección de Chernobyl en 1982.
Por si esto fuera poco la gestión de la crisis se podría haber denominado de pandereta, fue la intuición de los propios bomberos y la colaboración espontánea de trabajadores, lo que evitó un desastre que hubiera afectado hasta nuestros días. Ninguno de los ingenieros responsables pudo o supo dirigir un episodio que dejó en evidencia la seguridad nuclear en nuestro país.
Según contaba el propio Josep Pino, los técnicos cualificados les dejaron solos en la zona del desastre, mientras seguían llegando numerosos equipos de socorro, los responsables de la central solo gritaban que iba a irse el reactor, discutían entre ellos mismos sobre si era o no conveniente seguir echando agua allí.
Si no se apagaba mal asunto, podría extenderse, afectar al núcleo y solo quedaría salir corriendo de allí y evacuar en primera instancia kilómetros y kilómetros a la redonda; si se seguía echando agua acabaría afectando la alimentación de los dos únicos sistemas de refrigeración del reactor que aún estaban operativos, mal dilema.
Se encontraban apagando un incendio muy peculiar sin ninguna asistencia técnica.
Algunos ingenieros llamaban a Francia pidiendo instrucciones, otro tomaba muestras, según los presentes, llamaban a sus familias diciendo que estuvieran en casa encerrados y muy pendientes de lo que pudiera pasar por si se ordenaba la evacuación. Durante toda la alerta, la Guardia Civil y los Mossos controlaron todas las carreteras cercanas en previsión de que se ordenara un éxodo masivo.
El gobernador civil de Tarragona había sabido de lo sucedido de madrugada por un periodista. Llamó a la SALEM (Sala de Emergencias del Consejo de Seguridad Nuclear) donde no conocían exactamente el alcance de lo que estaba pasando. Sólo tenían conocimiento de un incendio en Vandellós que habían comunicado a esa sala casi una hora después de iniciado, pero eran incapaces de saber por los responsables, lo que estaba pasando en ese momento.
Hasta las cuatro de la madrugada no se activó el plan PENTA, el Protocolo de Emergencia Nuclear de Tarragona.
Fueron varios empleados de Vandellós quienes al final orientaban para moverse en aquel caos y guiaban a los miembros de extinción sobre lo que había que hacer, el sótano donde se encontraba el cableado de los sistemas de refrigeración se había inundado completamente y eso podría acarrear problemas aún más graves, puesto que por ahí transcurría la alimentación de los dos únicos turbosoplantes operativos capaces de bajar la temperatura del reactor. Ahora había que achicar esa planta con la mayor rapidez posible .Con el agua casi al cuello andaban esos trabajadores y los bomberos, sin que nadie les dijera si aquello era seguro o no para ellos, si aquel agua estaba contaminada o no (de hecho lo estaba levemente). Todos ellos fueron los verdaderos héroes de la noche, resolviendo con improvisación y coraje una situación de la que los responsables de la central ,no eran capaces de hacerse cargo.
Al día siguiente, cual Fraga Iribarne en Palomares , el Gobernador Civil de Tarragona, Ramón Sanchez, abrió la central a la prensa entre los destrozos y restos humeantes del generador, con los servicios de emergencia y empleados trabajando aun allí, la presión del gas era extremadamente alta por lo sucedido. Las válvulas de seguridad saltaban continuamente.
Mientras un directivo daba explicaciones peregrinas del suceso a la prensa, uno de esos dispositivos saltaba en medio de un sonoro estallido, y como a modo de coña expulsaba una nube de vapor justo encima del grupo de periodistas, que no podían disimular un gesto de pavor ante la fina y momentánea lluvia producida.
El episodio de Vandellos I fue calificado en el nivel 3 de la escala INES (Escala Internacional de Sucesos Nucleares) sobre un total de 7. Pero a nadie se le escapa lo cerca que estuvo de haber subido dicho nivel.
Tal fue el despropósito y destrozo causado, que la central cerró definitivamente.
27 años después los restos del reactor siguen encerrados en un enorme sarcófago pintado de verde y azul, dentro, un gigantesco cajón de hormigón con 1.500 toneladas de grafito radiactivo. Allí permanecen en espera de ver cómo y de qué manera pueden ser extraídas sin que suponga una radiación excesiva para el entorno y el personal que se encargue de ello.
La broma del desmantelamiento de Vandellós I y construcción del enorme cascarón de hormigón, costó cinco años de trabajo con 3000 personas y un coste total estimado en 766 millones de euros, fué llevada a cabo por ENRESA, que desde el cierre se ha hecho cargo del complejo y su mantenimiento. Se supone que cuando se intente abrir el cajón dentro de unos 13 años ese coste se disparará de nuevo.
Se prevé que el «periodo de latencia” se prolongue hasta nada menos que el 2030, donde se estudiará si se puede abrir el cajón y como extraer el material aún radiactivo con el menor peligro.
Será entonces la primera vez que en toda Europa se realice una maniobra parecida, convirtiéndonos a nuestro pesar en la cobaya nuclear de la UE.
Hubo un juicio tras el accidente, con declaraciones contradictorias ,pero juzgar 11 años más tarde a una empresa que ya no existe es como no hacer nada.
Vandellós I se construyó en 1972 ,pero la de Santa María de Garoña (Burgos) data de 1966, es la más antigua y pequeña de España (tras el cierre en 2006 de José Cabrera en Zorita de los Canes) y una de las más obsoletas de todo el planeta, ocupando desde abajo el décimo puesto.
Se encuentra situada relativamente cerca de dos ciudades densamente pobladas, Miranda de Ebro y Vitoria-Gasteiz
Aunque con modificaciones, es una central tecnológicamente gemela de la tristemente famosa de Fukushima. Hasta ahora se calculaba que la vida útil de las nucleares no debía sobrepasar los 40 años. La pretensión del lobby eléctrico es prolongar su vida lo máximo posible.
Las medidas de seguridad de las centrales se establecen de modo redundante, contemplándose cientos de posibilidades de fallos encadenados, suponiéndose distintas soluciones para un mismo fallo. El problema viene en establecer de donde puede venir una disfunción, en el caso de Tarragona (con tan solo 17 años cuando ocurrió el accidente), un simple fallo mecánico ajeno al reactor desencadenó una serie de problemas que superaron esas medidas.
Cuando hablamos de prolongar la vida de Garoña más allá de lo normal, a nadie se le escapa que pese a todas las modificaciones y reformas, son tantos los años y tantas las variables que jamás se podrá garantizar que algo que nadie pensó que fuera importante que se rompiera, lo haga; y vuelva como en el caso de su homóloga catalana a causar un efecto dominó perverso hasta encontrar un resquicio al desastre que nadie pueda prevenir. Pensémoslo, no se pueden crear puestos de trabajo a base de hipotecar el futuro y la seguridad de generaciones.
Evidentemente este tipo de fuente es barata si la instalación esta amortizada, pero jamás se traslada ese menor coste al consumidor, lo que ocurre es que los márgenes de beneficios de las eléctricas aumentan espectacularmente. La central permanece cerrada desde 2011 por criterios económicos, que son los que han movido a su propietaria Nuclenor (perteneciente a su vez a Hiberdrola y Endesa) a intentar hacerla viable presionando para alargar su vida por encima de lo razonable.
Está construida en un meandro del Ebro cuya agua utiliza para su refrigeración.
120 millones se calcula que necesitaría para poder ponerse en funcionamiento y aparte del permiso del Gobierno, la autorización de la Confederación Hidrográfica del Ebro, en cuya cabecera se encuentra. Diversos estudios indican que se ha producido una reducción importante de caudales, hecho negativo que también podría afectar a su uso.
Recientemente una inexplicable resolución del CSN ha dado luz verde a la posibilidad de reabrir la central hasta que cumpla la friolera de 60 años. El Consejo de Seguridad Nuclear, heredero de la Junta de Energía Nuclear de la época del dictador, no deja de ser un organismo mediatizado por intereses políticos y del lobby eléctrico. Si se abre la caja de Pandora de la instalación burgalesa, el resto de centrales correrán la misma suerte, y tendremos una ruleta rusa ambiental apuntándonos a la cabeza durante los próximos años, con centrales seniles y cada vez más peligrosas.
Con voluntad, en este país había capacidad suficiente para sustituir poco a poco todas las nucleares por energías renovables, si este Gobierno no se hubiera empecinado en lo contrario.
Como siempre ocurre en estos casos la población cercana se encuentra chantajeada y dividida entre un volumen de puestos de trabajo importante o una actividad alternativa incierta. Es la dinámica diabólica que llega a plantear a la zona el dilema de sobrevivir económicamente, pagando quizá un precio de amenaza ambiental demasiado caro.
La pelota queda ahora en el lado del ministerio de Industria y Energía. Unidos Podemos ha propuesto prohibir por ley su reapertura, PSOE y Ciudadanos también han expresado su oposición a su puesta en marcha de nuevo.
La seguridad de la población será moneda de cambio política, con Rajoy ofreciendo al PNV no volver a abrir Garoña a cambio de que los nacionalistas vascos apoyen los presupuestos del 2018.
Siguen sin aprender nada, en un país donde las energías limpias podrían ser la envidia de medio mundo. Las tecnologías renovables en España estaban destinadas a ser punta de lanza mundial, pero se mutilaron por que precisamente daban la oportunidad al pequeño y medio usuario de autoabastecer parte de su consumo, algo imperdonable para los amigos de las puertas giratorias…
Bibliografía y fuentes: Enresa, CSN, El País, Público, Vozpópuli , Diari de Tarragona, El periódico, Terra Org, Ecologistas en Acción, Greenpeace, energia nuclear.net, el diario.es.
Fotografías: Foro nuclear, Burgos conecta.es, El periódico.
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