No creo que los romanos, al utilizar esta frase para avanzar en la conquista de todos los pueblos, se dieran cuenta de lo infinitamente trascendente que iba a llegar a ser. Es más, hoy en pleno siglo XXI y habiendo transcurrido cientos de años, sigue estando vigente y se sigue aplicando en nuestras sociedades.
Desde mi humilde punto de vista, el mayor logro de las políticas conservadoras y de economía neoliberal, es precisamente el haber conseguido, que la sociedad se divida. Cuando se acuñó el término “clase media” se dio un paso de gigante en la estrategia de mantener a todos los grupos sociales separados entre sí.
Al incluir en la sociedad esa expresión, los amos ocultos de la sociedad, sembraron la semilla para una iniciar la ruptura de la clase obrera. Hoy, si hay un punto que muchos de los ciudadanos de los llamados países ricos, defienden con uñas y dientes es no estar incluido dentro de la clase obrera. El desarrollo del sector de servicios, de los puestos de trabajo relacionados con la economía, el comercio, la banca o el funcionariado, ha tenido como resultado que dejemos de pensar que somos obreros. El obrero propiamente dicho es aquel que trabaja en la construcción, en las fábricas o en el sector primario (agricultores y ganaderos). Para una gran masa de gente, dedicarse a empleos que no se engloban en estos últimos los ha convertido en una clase de trabajadores que no necesariamente tienen que defender lo mismo. Es una terrible equivocación ya que el que trabajemos en una oficina, en un banco o en un ministerio no nos excluye de la clase trabajadora. Básicamente porque todo el que no es un empresario es un obrero.
Pero la política llevada a cabo por conservadores y neoliberales, ha ido paulatinamente minando a la clase obrera hasta convertirla en unos seres sin sustancia, incapaces de ver que siguen siendo explotados. Asumimos con toda la tranquilidad del mundo que un trabajo, sea cual sea, que reporte un salario que no permita vivir de él, es algo natural. Que el tener estudios superiores nos hace “superiores” y que no podemos comparar nuestro nivel con otro que no los tenga. Recordemos la respuesta social a las manifestaciones de mineros, obreros de multinacionales del refresco o en cualquier otro sector. Gran parte de la ciudadanía hace oídos sordos a sus reivindicaciones manteniéndose en un discreto silencio que los hace ajenos al conflicto.
Durante las últimas semanas, en España, se ha llevado a cabo un pulso entre un grupo de obreros y el gobierno ultraconservador del PP. Hablo de los estibadores. He podido comprobar como la mayoría de la población, que desconoce realmente como es el trabajo de los estibadores, ha entrado en el juego de los políticos apoyados en los medios de comunicación que sirven al capital, y han censurado, criticado y vilipendiado a los estibadores acusándoles poco menos de ser privilegiados sociales.
Ese es el milagro de la división. En vez de luchar porque nuestras condiciones laborales son pésimas, nos sentimos con el derecho de criticar a quién defiende las suyas. Nos hemos dejado convertir en envidiosos, en seres mezquinos y sin escrúpulos que renegamos de aquellos que son como nosotros. Obreros.
Es cierto que el conflicto de la estiba se ha resuelto favorablemente para los trabajadores, porque salvo el PNV, UPN y Foro Asturias que ha apoyado al gobierno y Ciudadanos, que ha escogido la calle de la cobardía al abstenerse, todos los demás grupos políticos han votado en contra de la reforma que quería llevar a cabo el ministro Iñigo de la Serna y que pretendía, entre otras cosas, precarizar el trabajo de los estibadores y liberalizar el sector, cuyas consecuencias conocemos todos. Bajos salarios, penosas condiciones de trabajo y aumento de los accidentes laborales. Algo muy común en cualquier país de economía unioneuropeista.
He leído de todo, que sin ganan como un ministro, que coño se creen que son, que si Europa nos sanciona porque no pagan ellos las multas y mil cosas por el estilo. Pero poco se oye que han luchado, que le han dado oportunidades al gobierno para mejorar el decreto o que yo quiero ser tan luchador como los estibadores. La UE, presionada por los empresarios del transporte marítimo, impone una normativa que no se ajusta al derecho laboral, solo lo hace al dinero, al poder y a la explotación.
Pero nosotros, ciudadanos que trabajamos sentados en una mesa con un ordenador delante, que incluso puede que llevemos corbata a trabajar, hemos dejado que esa división tan ansiada por los gobernantes nos domine.
Permitimos que nos exploten, votamos a los que llevan a cabo la explotación. Leemos sus periódicos, defendemos su postura a la hora del café. Nos compramos ropa para imitarlos y tratamos de que nuestro peinado recuerde a alguno de ellos. Se nos llena el cuerpo de indignación cuando vemos a una diputada en vaqueros negándose a aplaudir en la entrega de una medalla a un presidente que gobierna con la sospecha de la vulnerabilidad de los derechos humanos o nos asusta un diputado con coleta y otro que dice abiertamente que es comunista. Hemos asumido la división.
Pero ellos siguen intentando que la brecha entre nosotros sea cada vez más grande. Utilizan la sutileza social, al menos los políticos inteligentes. Maniobras que se disimulan entre las normativas, leyes y decretos que aprueban. Van poco a poco infiltrándose en nuestras mentes hasta llegar a dominarnos y que pensemos exactamente aquello que ellos han pretendido desde el principio, que tenemos que pensar.
Una gran parte de la población se burla de los que seguimos pensando que la lucha obrera, por los derechos de todos, está tan vigente como a principios del siglo XIX, en plena Revolución Industrial. Que los empresarios nos explotan y que nuestro salario y condiciones no son equilibradas a los beneficios empresariales. Sin embargo, nos llaman atrasados, comunistas y nos rechazan. No quieren juntarse con nosotros porque eso de luchar no está de moda. Pues a lo peor es cierto que no está de moda, pero está de plena actualidad. Vivimos en una sociedad donde hay pobreza, trabajo mal pagado, aumento de puestos de baja cualificación, altísima siniestralidad laboral y otras muchas cosas que hacen que tengamos que luchar todos los días. Para mí la sangre derramada por nuestros antepasados obreros y obreras para que hoy podamos contar con el derecho a protección social, a trabajos dignos o a hacer una huelga, es tan valiosa que me repugna la idea de que un tribunal le haya dado la razón a una empresa que contrató gente para cubrir una huelga. O que puedo llegar tarde al trabajo porque los conductores de Metro de Madrid hacen una huelga para que su puesto de trabajo se reconozca tal como es y eso conlleve reconocimiento de enfermedades profesionales.
Divide y vencerás, conseguirá poco a poco, sin prisa pero sin pausa, que la sociedad se destruya a sí misma. No pretenden que se lleve a cabo en dos días, ni un año, ni tan siquiera en una década. No tienen que correr, solo sembrar la semilla y dejar que recojamos el fruto. Que nos enfrentemos entre nosotros, divididos, sin apoyos, sin fuerza colectiva, sin unión, considerando que los privilegiados son otros obreros. Que no seamos capaces de ver que nos manipulan hasta convertirnos en lo que ellos siempre han buscado, será definitivamente su premio.
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