Los humanos tenemos por costumbre, (muy mala, por cierto) etiquetar a todos los demás para poder formar grupos de personas fácilmente identificables.
Todos hemos sido víctimas de esa fea manía de la generalización. Sin embargo, cada uno de nosotros es un ser único. Y como tal, vivimos cada una de las experiencias vitales de la manera en la que nos sentimos más cómodos o menos agredidos por el resto de la sociedad.
Emmanuel Macron es el nuevo presidente francés. Donald Trump es desde enero el presidente de los EEUU. Sus diferencias son abismales. Tienen ideales distintos, conciben el mundo de una forma diferente, hablan cada uno un idioma y su edad es considerablemente distinta. El primero tiene 39 años y el segundo 64. Eso ya los hace dos hombres muy dispares.
Sin embargo, los dos comparten algo que los hace iguales y a la vez muy alejados el uno del otro. Sus mujeres difieren de ellos en 24 años de edad. Melania Trump es 24 años más joven que su marido y Brigitte Macron es 24 años más mayor que el presidente francés. Esto no debería ser lo más importante a destacar de ninguno de los dos, ya que ambos tienen una carrera profesional destacada. Sería lógico pensar que no debería importarnos a ninguno de nosotros, más que sus decisiones políticas y su trascendencia al resto de personas tanto de sus países como del resto del mundo.
Pues parece que la vida privada de ambos mandatarios está a la orden del día y se cuestiona casi a diario el por qué ambos han elegido de entre todas las mujeres posibles a dos con las que tienen tantos años de diferencia. No voy a entrar en esta ocasión a cuestionar su labor política porque este artículo trata de ellas. De sus esposas. Tampoco del papel que puedan desempeñar como primeras damas o personajes públicos. Sino como mujeres. No olvidemos que, aunque se las conozca por sus matrimonios, siguen siendo dos mujeres.
Desde el primer momento, Melania fue tachada de “cazafortunas” y Brigitte de “asaltacunas”. Bonitos apodos. Nos preguntamos cómo es posible que mujeres con esa “abismal” diferencia de edad se encuentren bien con sus parejas. Es más, el interrogante más común es, qué buscan en sus matrimonios. Nadie se ha cuestionado que las dos estén casadas con esos hombres por amor, eso es imposible. Lo normal es que haya un oscuro propósito en sus relaciones. Damos por hecho, que la distancia que separa su edad con la de sus maridos las hacen “distintas”. ¿Por qué? Pues básicamente porque no entran dentro de los cánones establecidos para una pareja normal. Y surge la pregunta en todos nosotros. ¿Qué es una pareja normal? La que la sociedad estandariza y de la que no debemos salirnos para no ofender al resto de nuestros congéneres. Es cierto que de ellos también se habla peyorativamente. Sobre todo de Macron, pero porque no nos entra en la cabeza que un hombre de 39 años haya estado siempre cerca de una de sus profesoras hasta conseguir que se enamore de él. ¿Qué habrá visto en ese vejestorio? Nadie lo sabe, pero todos especulamos porque es gratis.
Al lugar donde quiero llegar es que, en este mundo, no aceptamos que nadie y mucho menos que una mujer se salga de la norma. Estamos aquí para cumplir un papel. Y ese papel es ser la mujer perfecta que complete al hombre perfecto. Aunque esa perfección sea la que marca la sociedad, no cada uno de nosotros. Las mujeres estamos determinadas por la sociedad. He ahí que hablemos de sociedad heteropatriarcal. Una sociedad donde lo masculino y heterosexual marcan la supremacía. Por ello, las mujeres, condicionadas por ese tipo de sociedad estamos encasilladas en unos papeles que no debemos modificar o seremos culpabilizadas, responsabilizadas de los males ocasionados por elegir en libertad.
La nuestra, en global, es una sociedad heteropatriarcal. Lo masculino es bueno y lo femenino no tanto. Por ejemplo, cuando vivimos una experiencia divertida o excelente decimos que es cojonuda y cuando algo nos aburre o nos resulta tedioso, es que es un coñazo. Tan claro como eso. Lo bueno, lo grato, lo útil, siempre está vinculado al mundo masculino. Los hombres son o deberían ser triunfadores, ocupar altos cargos y ser los que tomen las decisiones porque la sociedad los encamina a ello. Sin embargo, cuando esto ocurre de manos de una mujer, es algo extraordinario que nos sorprende porque no es lo habitual. La vida en general está regida por los ritmos masculinos. Todavía hoy nos escandaliza que haya mujeres que se resistan a aceptar normas de los hombres, como que les elijan el uniforme de trabajo, aunque éste sea denigrante, o que denuncien a un superior porque se sienten agredidas al ser sancionadas por sufrir en el puesto de trabajo, un percance típicamente femenino como es que nos baje la regla.
Esos días hemos sido, nuevamente tachadas de locas feminazis histéricas al criticar un tuit publicado por un humorista que, al parecer, nuestra estrecha mente de mujeres, no ha sido capaz de comprender. El tuit, poco inteligente por otra parte, declaraba algo así como que los hombres no deberían contemplar las marquesinas de los autobuses, ya que un anuncio de una conocida marca de ropa interior femenina mostraba a una bellísima modelo en ropa interior. Si lo hacían serían tachados de machistas. Como explicarlo sin herir la sensibilidad del humorista, si es que después de esto se le puede llamar así. Leyendo las noticias y los comentarios en Twitter, escribí en el hilo que sobre el tema escribía @AnitaBotwin que sería estúpido pensar que los hombres no van a mirar el anuncio. Irina Shayk es una mujer muy bella. De hecho, yo también la he visto y me parece preciosa, además que el sujetador la queda estupendamente. Y muestra un sujetador, sin ningún tipo de sugerencia sexual, al menos desde mi punto de vista, porque es un anuncio de ropa interior femenina, que es lo que la empresa vende. También hay anuncios de hombres en calzoncillos, porque están anunciando empresas que venden calzoncillos. Lo más triste del tuit del humorista es que frivoliza, con sus frases, la lucha feminista. Pérez Reverte salió en su defensa, y desde aquí quiero sugerirle que debería replantearse seriamente si es un machista o no. Don Arturo no defiende a cualquiera.
Muchos se preguntan qué tiene que ver la lucha feminista en un chiste. Y yo les respondo que tiene que ver y mucho. El humor, es una forma como otra cualquiera de encasillar a la mujer en el papel que la sociedad masculina ha colocado. Todos sabemos chistes de rubias tontas, de tetonas tontas o de mujeres en general, tontas. Es decir, en el humor, la mayoría de las veces, las mujeres somos o tontas o malas. En su tuit, Irina, es cosificada como objeto sexual. No se limita a decir que es guapa, es que la convierte en alguien excitable y que nos pondrá celosas a las demás hasta el punto de llamarlos machistas. Si él no nos hubiera involucrado autoafirmando que les vamos a tachar de machistas por mirar a una mujer hermosa, nosotras no tendríamos que haberle recordado que el machismo es la peor de las actitudes que puede tener un hombre. La belleza nos gusta a todos, pero si él y sus múltiples seguidores piensan que somos tan ridículas como para meternos con ellos solo por mirar un anuncio, es que simplemente nos consideran una banda de locas histéricas, que nuestra intención es tenerlos acogotados en un mundo sin libertad. Sencillamente es que, si piensan eso, es porque no entienden nada.
La lucha feminista está dedicada a conseguir que las mujeres tengamos los mismos derechos que los hombres y que la sociedad deje de una vez para siempre de hacer de lo masculino lo supremo. Queremos vivir como queramos, elegir nuestra propia vida y hacer con ella lo que mejor nos convenga. Separarnos de nuestras parejas si no nos gusta seguir viviendo con ellos sin sentir el miedo a que nos maten o maten a nuestros hijos. Buscar un trabajo y llegar tan alto como queramos o podamos en la carrera profesional, sin que se nos pongan trabas solo por haber nacido mujeres. Nos gustaría elegir a nuestra pareja sin tener que sufrir el miedo de que nos etiqueten de alguna manera, indistintamente de la edad que tengamos cada uno. No queremos tener que estar siempre guapas, delgadas, alegres, agradecidas o acostumbradas, resignadas al papel que la sociedad masculina nos impone. Queremos vivir como seres libres dentro de una sociedad que nos considere iguales a los demás miembros de ella. Nada más simple que eso y nada más complejo. Cambiar una forma de vida de millones de seres es una hercúlea tarea. Pero si es compartida siempre será más llevadera.
Podemos empezar por hacer humor inteligente y dejar el machismo en el cajón. El humor entonces, será cuando de verdad será divertido.
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