La expulsión de las hienas.
Las hienas andaban cabizbajas por la sabana. Habían sido expulsadas del hábitat dónde los demás animales vivían. Ellas no parecían entender la causa porque su comportamiento era el habitual, el de siempre. El que durante años y años les había llevado a robar los huevos de los nidos mientras consolaban a las pobres avestruces y se ofrecían voluntarios para descubrir al ladrón. El que les llevaba a asesinar impunemente a los cachorros de león si éstos se encontraban solos para que en el futuro, no compitieran con ellos en la caza. El que les llevaba a luchar con buitres y marabús por los restos de caza de los leones o el que les llevaba a robar las presas, cuando las hembras y machos adultos felinos ya se habían saciado y se retiraban a descansar y dejaban la mayor parte del cadáver de los ñus para que comieran los más jóvenes. En cualquier situación de desventaja, allí dónde había una oportunidad de robo, allí dónde la posibilidad de conseguir comida sin esfuerzo se presentaba, allí estaban siempre las hienas, en manada dispuestas a aprovecharlo.
El resto de animales cansados ya de estar siempre en tensión, cansados de las malas artes, del robo, de la pérdida innecesaria de cachorros y huevos, había decidido expulsar a las hienas. Y sin embargo, éstas se sentían heridas y decían no entender porqué el resto de animales les odiaban tanto.
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Algunos sospechamos, lo que parece evidente. Que el partido de los sobres, la contabilidad B, la financiación ilegal, el de las mordidas, el que cuenta dinero en coches, el que durante años se opuso a renovar los órganos judiciales superiores como el Tribunal Constitucional, el CGPJ o el Tribunal Supremo, hasta tener mayoría suficiente como para que los nombrados fueran “de los suyos”, no es sino un grupo de forajidos nihilistas cuya ideología es el dinero y su único objetivo parasitar lo público negando su viabilidad, hasta acabar con el estado y con cualquier forma de servicio que pretenda un mínimo de servicio a la comunidad.
Evidentemente para lograr su objetivo necesitan mentir, necesitan que la gente crea que, aunque ellos se forran con sus políticas, también dejan las migajas para el pueblo llano. Necesitan mantener el engaño porque necesitan del voto ciudadano como forma de seguir chupando de la savia de ese árbol que entre todos regamos y mantenemos. Para ello, proclaman que sin ellos vendrá el caos, la pobreza, el paro, el hambre y la desigualdad. Un mensaje fácil de desmentir con algo tan sencillo como la memoria y tan complicado como lo primero que pierde el ser humano.
Se las dan de estupendos gestores cuando la realidad dice que sólo son vampiros de lo público, arruinadores de todo aquello que tocan. Viven del miedo y por ello lo fomentan. Durante años nos han dicho que el comunismo nos quitaría las casas y resulta que quién nos las quita son los bancos con su consentimiento. Nos han repetido que la izquierda arruinaría las arcas públicas y resulta que son ellos los que han sacado 250.000.000.000 (doscientos cincuenta mil millones) de las arcas públicas de este país para tapar las vergüenzas de los bancos. Durante años nos han inculcado que sin ellos, el paro arruinaría la vida de los españoles. Y resulta que en cuatro años han dejado sin trabajo a más de un millón de personas más, además de rebajar los salarios a niveles de 1980 y las condiciones laborales a los años sesenta del pasado siglo. Por no hablar de que han dejado la reserva de la caja de las pensiones tiritando, de que uno de cada tres niños ha empezado a pasar hambre y de que más de cuatro millones de hogares se encuentran en situación de pobreza extrema.
A cambio, los ricos son más ricos. Ellos incrementan su patrimonio sin poder justificarlo en la mayor parte de los casos y utilizan el dinero de todos para pegarse la vida padre. Manjares de magnates pagados con fondos públicos, masajes, habitaciones en hoteles de cinco estrellas, cenas o comidas para agasajar a quién acaba quedándose con la sanidad o la educación que hemos pagado entre todos y que de un plumazo acaba en manos de unos pocos.
Eso si, siguen con la cantinela del caos y del miedo a los pactos. Y siguen sin entender porque no queremos que sigan en ningún gobierno ni en minoría.
¿Dejaríamos que una jauría de perros rabiosos pulularan por nuestro vecindario aun sabiendo que los de la perrera los están cazando poco a poco?
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