Ya estamos -de nuevo- en campaña (pre)electoral. Hace más de 4 meses desde la última vez que la ciudadanía fue a votar y queda poco más de mes y medio para repetir los comicios. A partir de aquí, ¿qué hacer? ¿qué decir? Propongo hacer un acopio de historia reciente (los últimos 4 meses exactamente) para saber qué ha ocurrido y por qué deberemos, como electores, repetir el acto más democrático que un país puede ejercer: participar en elecciones.
El 20D dejó un escrutinio muy repartido. Redondeando: 7’2 millones de votos al PP (incomprensiblemente fue el partido más votado, a pesar de sus pasados, presentes y futuros casos de corrupción); otros 5’5 millones de papeletas al PSOE; 5,18 millones a Podemos y sus confluencias y 3’5 millones a CiudadanosCs. Ello no sólo redundó en la obligación de concurrir en pactos post electorales para hacer gobierno, sino que también logró desenmascarar a todos los partidos políticos.
El tiempo fue pasando y el PP, viéndose acorralado sin su acomodada mayoría absoluta de la anterior legislatura y observando que no sumaba uniéndose al grupo de Rivera, propuso lo que previamente había aconsejado Felipe González días antes de las elecciones: una “Gran Coalición”. Habría sido posible si el secretario general del PSOE no hubiera sido el utópico Pedro Sánchez (o sea, si ese puesto hubiera estado copado por la heredera directa de González, Susana Díaz) y nunca ocurrió. Aunque eso no quiere decir que jamás se lo plantearan en Ferraz.
Entonces el PSOE, viéndoselas venir -principalmente al observar los escasamente 300.000 votos de diferencia con Podemos-, acordó una reunión de su Comité Federal para “pintarse sus propias líneas rojas”. Esas que Sánchez había eliminado para “cualquier negociación”. A su vez y sabiendo que era una auténtica pérdida de tiempo, permitieron que Rajoy parara el funcionamiento del estado de derecho al negarse presentar como candidato a la presidencia. En el PSOE llegaron a ser “cansinos”, repitiendo que “Rajoy debía dar el paso”, teniendo muy presente que eso jamás iba a ocurrir.
-Comentar que, si hubiera sido Podemos el segundo partido más votado, Pablo Iglesias no habría permitido esa pérdida de tiempo para formar gobierno.-
Cuando el PSOE salió con sus líneas rojas bien delimitadas (según palabras de Pérez Tapias “nunca hubo intención de pactar con Podemos”), el partido autodenominado “de izquierdas” negoció un pacto con el cuarto salido de las urnas: CiudadanosCs. El mismo grupo que Pedro Sánchez dijo que era “de derechas” o “el PP con 20 años menos”, fue el elegido para intentar hacer una especie de experimento, que en cocina se llama “emulsión” -mezclar diferentes ingredientes químicamente incompatibles entre sí-.
Haciendo un innecesario paripé junto a Albert Rivera, Pedro Sánchez se llevó dos veces consecutivas un NO de la mayoría del Congreso, quedándose con 131 escaños de apoyo. Después de insultar, burlarse y menospreciar al secretario general de Podemos por pedir una vicepresidencia justa y razonable, quiso volver a “negociar” con el partido morado para lograr un acuerdo con el que el PSOE no estaba conforme. Como el matrimonio PSOE-C’s ya estaba hecho y no dejaban tocar a su “hijo querido” (ese pacto sin pies ni cabeza que habían firmado), Podemos se levantó de la mesa.
Siempre hubo una mano tendida del partido de Iglesias a Sánchez, ya que 161 escaños, más el apoyo del PNV y las abstenciones garantizadas de los nacionalistas catalanes (siempre que se hiciera una consulta ciudadana al conjunto de Catalunya, como debería ser lógico para escuchar democráticamente a la sociedad) lograba un gobierno de verdadero cambio (y no ese del que hablaba Sánchez incluyendo a CiudadanosCs como “partido del cambio”).
Ya estamos en pre campaña y ya hay mucha gente que sabe de quién es la culpa de este desgobierno. Algunos culpan al PP por su inacción -teniendo en cuenta que llevan cuatro años sin mover un dedo, no sé de qué se extraña la gente-, otros a Podemos por no lograr “convencer” al PSOE que virase hacia la ciudadanía y se dejara de creer “el partido más importante de la historia reciente de España”. Algunos culpan a CiudadanosCs, que dijo que jamás apoyaría un gobierno del PP o del PSOE y al día siguiente ya ejercía de muleta del bipartidismo -misión con la que fue creado el partido naranja-. Y hay una mayoría que sabe que la culpa es del Partido Socialista. Por varias razones, pero por una en particular: ser el único partido sin personalidad política del estado.
Yo estoy contento por esta “segunda vuelta” o repetición electoral, ya que estos meses han hecho abrir los ojos a muchos que aún estaban ciegos, pensando que el PSOE era un partido de izquierdas, socialista y republicano. Pero, como reza el título de la última película estrenada de Will Smith, La Verdad Duele.
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