En la película “Atrapado en el tiempo” Bill Murray es un presentador de televisión demasiado egoísta, pagado de sí mismo, que se encuentra reviviendo una y otra vez la retransmisión del Día de la Marmota.
En un mundo en el que a la clase política le preocupan más los tiempos electorales que el bienestar de los ciudadanos o incluso que los principios, los votantes nos vemos rehenes de sus tejemanejes electoralistas sin que aparentemente podamos hacer nada al respecto.
Hasta la siempre sonriente y positiva Cristina Pardo en su último artículo en eldiario.es reniega de la pesadilla en que se siente atrapada, teniendo que levantarse cada mañana desde principios de enero para hacer las mismas preguntas y obtener cada vez las mismas o similares respuestas.
Mariano Rajoy, cuyo animal totémico debe de ser el berberecho, o quizá el mejillón, ha sabido jugar con los tiempos para convertir la suya en la legislatura más larga de la historia de este país, conocedor de que la legislación permisiva para con el poder que sus predecesores redactaron impide que se le desaloje del sillón presidencial durante meses, en tanto en cuanto no haya una suma de diputados capaz de formar gobierno. Los demás partidos sufren su jugada atrapados entre las negociaciones por lograr hacer posible esa imposible suma y la toma de posiciones de cara a una nueva convocatoria electoral (paradójicamente, cuando lleguen al poder no harán nada por cambiarlo, no importa cuán alto lleguen sus declaraciones en la denuncia de esta situación). Y para ello Mariano sólo ha tenido que hacer lo que mejor se le da hacer: no hacer absolutamente nada, no mover un dedo, no tomar ni una decisión, o bien, según su punto de vista, tomar la decisión de no hacer nada.
En este tiempo, que más bien es destiempo porque ni siquiera el clima sabe si reinvernarse o primaverizarse, mientras millones de personas de su propio país, esos conciudadanos por los que tanto dice preocuparse, viven pendientes de la gestión de las ayudas para la dependencia, de medidas para generar empleo, de inversiones de futuro en I+D+i, de unos planes de educación eficientes y consensuados, y de tantas otras angustiosas necesidades, Mariano prefiere no hacer nada para mejorarles las semanas de espera hasta el cambio de gobierno bajo la falaz excusa de estar en funciones. En cambio, mientras cientos de miles de personas absolutamente desprotegidas que se han jugado la vida huyendo valientemente de la muerte, la mayoría de ellos niños y niñas, esperaban que la Unión Europea les acogiese con los brazos abiertos, dada su situación, Mariano no ha tenido inconveniente en hablar en nombre de todos los españoles para cerrarles las puertas y contratar al sicario turco para que les dé una soberana patada que les devuelva al punto de partida, cualquiera que fuese, como si el destino de todos esos miles de refugiados dependiese de un extraño juego de mesa cuyas reglas se fuesen inventando sobre la marcha los apoltronados regidores de la UE en atención a unos intereses tan cuestionables como faltos de valores humanos, contraviniendo directamente toda la legislación internacional al respecto, pero sin que aparentemente exista ningún organismo público o privado que pueda exigirles rendir cuentas por tan flagrante ilegalidad.
En la película “Atrapado en el tiempo” Bill Murray es un presentador de televisión demasiado egoísta, pagado de sí mismo, que se encuentra reviviendo una y otra vez la retransmisión del Día de la Marmota. Él gozó de la suerte de darse cuenta de su error, y aprender a escuchar a los demás le sirvió para escapar de esa pesadilla. Nosotros, atrapados en una realidad inamovible, no saldremos de esta pesadilla nuestra hasta que no nos demos cuenta de que tenemos el poder de tomar las decisiones directamente, de que formamos una comunidad planetaria la cual, como tal comunidad, ha de coordinarse para autogestionarse desde los principios del respeto y la igualdad, y con la guía constante de la honestidad y la empatía. De no abrir los ojos, dormiremos para siempre en esta pesadilla en que un señor sin rostro, vestido de negro con sobria elegancia, nos presentará a una marmota a la que todos deberemos hacer caso aunque no tenga sentido hacerlo, ni entendamos por qué.
Tal cual. Solo debemos perseverar, no olvidar, y seguir denunciando.
L’estaca caura… decia la canción de Lluis Llach, y cayó. Quizas, lo que no hemos sabido hasta ahora, es que hay muchas mas estacas que han de caer.