No dejo de pensar en estos días en aquellas palabras solemnes de aquel Aznar de acento tejano dándolo todo para convencer a los españoles de lo conveniente de la intervención militar en la Irak de Sadam Husseim.
Los pelos como escarpias se me ponen recordando su mensaje:
«Señores, mírenme a los ojos, les aseguro que en Irak hay armas de destrucción masiva».
No nos lo creímos, las señales eran inequívocas, a Josemari se le ha paralizado el labio al decirlo; eso es que miente. Y acertamos, tuvimos razón los millones de personas que durante la primavera de 2003 pateamos las calles de todo el mundo condenando la invasión de Irak.
Pensaron que engañar a la ciudadanía sería cosa fácil, tampoco se lo podemos reprochar; somos un pueblo robado, desposeído, abusado, burlado; un pueblo que con todo en sus manos para brillar, escogemos siempre el oscurantismo tiñoso del fracasado, el servilismo al tirano.
Así es que para ellos somos idiotas, un rebaño dócil que gozaba de un idilio maravilloso con aquellas nuestras estupendas vidas de clase media burguesa.
Bien nos conocían, no en vano ellos nos hicieron así, tal como eramos y que ya no somos. Gente de bien, gente de izquierdas con guiños a la derecha, gente trabajadora capaz de compartir hábitat con los patronos. ¡Qué bonito era todo, qué buenos éramos todos!
Era tan cojonuda nuestra vida que nos la pelaba el resto del planeta, tan buena que con tal de que nada cambiase; nos lo creeríamos todo. Así eramos para ellos, jurarían ante el hígado incorrupto de su santa madre que en Irak había armas de destrucción masiva y les creeríamos, dirían que si les dejábamos enviar soldados nos costaría menos llenar el depósito del coche y ostias, no habría argumento humano capaz de rebatir tal determinación. Se equivocaron, no nos tragamos aquella píldora. Intentamos pararlo, la ciudadanía intentó detener aquella locura; la ONU también quiso parar aquello, pero Washington, Madrid y Londres estaban decididos a derramar sangre.
Intentaron conducirse con disimulo, dar la impresión de agotar las vías diplomáticas para evitar la tragedia, dar la sensación de que alguna de los millones de vidas que se arrancaron les importaba. No era así.
Se exageró deliberadamente la capacidad bélica iraquí hasta el paroxismo; los medios que hoy callan ante la evidencia, se aplicaron a fondo magnificando la amenaza que suponía el régimen de Sadam Husseím, engañaron a sus ciudadanías, mintieron, traicionaron a sus congresos y llenaron aquel país de muertos.
No fue una desgraciada sucesión de errores lo que determinó el terrible desenlace de la acción militar en Irak, fueron mentiras, fue premeditación, cálculo, hipocresía, cinismo; y todo esto sin perder un solo segundo en atender a las víctimas, sin asumir una sola de las consecuencias de la masacre .
El nivel de sonrojo llegó a tal nivel que incluso el que hizo las veces de anfitrión del evento, Durao Barroso puso especial empeño en no salir en la foto. Quizá no estaba tan dotado como los componentes del trío de las Azores para vivir el resto de sus días con millones de muertos a sus espaldas.
La base jurídica era insuficiente, no existían pruebas que concluyeran que Sadam Husseim fuese una amenaza ni que produjese armas químicas y biológicas, más bien existían pruebas de todo lo contrario. La investigación llevada a cabo por la comisión británica, ni pensar que algo así podría hacerse en España, concluye que el genocida George Bush Jr ignoró los avisos del genocida Tony Blair para implicar a Naciones Unidas y que el genocida Aznar aplaudió la determinación yanqui y que presionó para que se hiciese sin dilación.
La razón, muy simple, al politoxicómano estadounidense llegado a presidente, esto tienen que mirárselo los yankies, le molestaba la idea de encontrarse con la organización mundial controlando sus movimientos en la zona. A Washington la paz mundial, la democracia y la seguridad de sus conciudadanos les deba exactamente igual. Bush lo que buscaba era el control del dinero y del petróleo iraquí y quien dice controlar, dice llevarse lo del muerto puesto.
Washington, Madrid y Londres manipularon todos los informes y desoyeron todas las advertencias, la suerte estaba echada. Con dos potencias repartiéndose el petróleo iraquí y un retrasado lamebotas obsesionado por hacerse un hueco entre los grandes asesinos del mundo, el destino de millones de inocentes quedaba condenado… A muerte.
Irak fue arrasada, saqueada; los militares occidentales pisotearon todos los preceptos de la dignidad humana que se pueden pisotear antes de animalizarse y después unos pocos más. Los asesinos y sus amos, las multinacionales energéticas se enriquecieron sin escrúpulos. Cuando el saqueo de Irak terminó, el resultado de la democratización del régimen contaba unos quinientos mil niños muertos en las cifras oficiales, imaginemos que las personas que hicieron ese «recuento» fueron los mismos que aconsejaron la invasión; para llorar.
También quedaron atrás millones de muertos, aun más refugiados que mueren lentamente desposeídos, humillados, vencidos y olvidados. Y sobre todo, dejaron un caldo de cultivo para el terrorismo islámico que desde aquel entonces no para de crecer.
Eso es lo que trajo Aznar a España, eso es lo que nos dejó para la posteridad su asociación criminal. Ciento noventa y dos cadáveres en la estación de Atocha, eso si, al entonces presidente le salió bien barato, ninguno de los fallecidos era familiar ni amigo suyo.
Y así están las cosas.
Tony Blair asume responsabilidades, pide perdón y ya está, pelillos a la mar; millones de muertos, el tipo forrado de millones manchados de sangre y a otra cosa mariposa. Obama, el pacifista premiado con más muertes en su cabeza, calla como las ratas. Y el gobierno español, como siempre, traiciona y avergüenza a su pueblo, desprecia a sus soldados y se burla de los patriotas que dieron sus vida sirviendo a sus órdenes.
«España no estuvo en guerra» dicen.
Lo que atacó el “Ejército del Mahdi” aquel 4 de abril del 2004 no fueron las Bases y destacamentos españoles de la Base “Al Ándalus”. Lo que atacaron los radicales musulmanes no fueron los tres pelotones del REGIMIENTO DE INFANTERÍA “SABOYA” n.º 6 de Badajoz. Y cuando no lo niegan, hacen como nuestro presidente, pasa de largo y escupe «eso ocurrió hace trece años». En definitiva, las vidas perdidas le traen absolutamente sin cuidado y a los medios de información españoles lo único que les interesa es seguir en gracia con el gobierno, trincar las subvenciones y dar perfil bajo al asunto, lo que viene a ser pasar de largo para que el pueblo español no pueda recordar quién es quién en el estado actual de las cosas.
Estos personajes, forman parte de una élite que ha establecido un orden de terror en el mundo. Sus argumentos se repiten allí donde ponen los pies, no tienen fronteras, el asesinato, la muerte, acosos, genocidio, el magnicidio son sus métodos. Son el mal en su grado máximo, gentes incompatibles con la humanidad y con la vida. Gentes que deben ser erradicadas de las instituciones, encerradas de por vida y apartadas de la evolución de esta maltrecha humanidad que si no reacciona ya, está condenada a la extinción.
Solo queda una pregunta.
Si hubieran sabido sin ningún género de dudas que Irak poseía el armamento que decían que tenía, si Sadam hubiese tenido armas operativas de destrucción masiva…
¿Habrían tenido huevos de poner un pié en suelo iraquí?
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