Desde que Podemos irrumpió en la arena política y pública de este país, no ha dejado de ser objeto de diferentes tipos de trato. Comenzó por ser toda una sorpresa que obtuvieran cinco eurodiputados en el parlamento europeo en mayo de 2014; entonces, para el resto de grupos políticos españoles no fueron más que el producto del castigo al que sus propios votantes habían decidido someterles por diversas razones que no entraremos a valorar. A medida que transcurría el tiempo y Podemos se organizaba e iba tejiendo una estructura interna y externa más sólida, y construyéndose una credibilidad avalada por las intervenciones en el parlamento europeo y en su discurso nacional, el resto de actores políticos comenzaron a ningunear a Podemos de una forma poco afortunada para la educación y consideración que se les presume a quienes se postulan como representantes del pueblo llano (soberano en época electoral).
Comenzaron a ser populistas, chavistas, perroflautas, piojosos, sucios y un sinfín de adjetivos que en la boca de según qué clase de políticos corruptos, otros presuntamente corruptos y otros que aún deben estar por salir a la palestra, quedan cuanto menos hechos música para los oídos de lo que el corrupto pretende representar con su sucia y podrida boca. Porque que una persona correcta, honesta, honrada, responsable y educada le diga a alguien populista, sucio o piojoso, pues tal vez habría que pararse a pensar y preguntarse qué estaríamos haciendo mal para que alguien con esa credibilidad y conducta que le avala, pierda los papeles y así nos llame. Pero cuando eso no es así, sino que lo dice una sarta de individuos siniestros (por llamarles de alguna forma) que no han hecho otra cosa que aprovecharse continuamente de su posición pública para robar, enriquecerse y para enriquecer a empresarios afines y amigotes varios, que no han hecho otra cosa que prometer y prometer cosas a millones de ciudadanos para luego hacer todo lo contrario, que no han hecho otra cosa que reírse de quienes peor lo están pasando, no hace más que minimizar aún más lo que tan solo podría haber sido un amable correctivo por parte de alguien respetable.
Estos adjetivos con los que algunos políticos de los de siempre se referían a los miembros y votantes o simpatizantes de Podemos, adquirieron especial relevancia aumentando cuantitativamente su presencia en aras de las elecciones autonómicas y municipales del 2015. Para entonces no era extraño oír a diferentes líderes políticos referirse a Podemos, en el mejor de los casos, como populistas; hoy en tiempos de pactos, Podemos. Otros y en función de la “educación” que recibieron en colegios confesionales y/o próximos al padre de los españoles “de bien”, se referían a ellos como perroflautas, piojosos, sucios, gentuza, etc. Pero por si no fuera suficiente con los políticos de siempre, no podían faltar los carros de combate de los diferentes medios de comunicación afines al régimen; medios que como el olor de la mierda, se propagan por cualquier canal, sea audiovisual, escrito, digital u otro, mermando aún más aquellas mentes ya debilitadas por lo sufrido en otros tiempos creyendo que era el no va más. El discurso de la política de siempre y la programación mediática afín al régimen, se basaba principalmente en escupir porquería y hacer patente el hedor que de sus bocas nace de forma nata por lo que el psicólogo Pavlov habría llamado un condicionamiento clásico por lobotomía lingüística.
Mientras en la política de siempre nacía un nuevo “discurso” basado en la descalificación de la nueva forma de entender la política y el poder público, Podemos y otras fuerzas de izquierda se dedicaban a enriquecer su discurso, a perfilar y pulir determinados aspectos que por la velocidad alcanzada, no había sido aún posible encuadrar convenientemente. Los resultados y con tan solo menos de dos años de vida, fueron más que evidentes, no es necesario que los recordemos. Y es que aunque la influencia del pensamiento lobotomizador es más que evidente en muchos sujetos, por suerte no todos los españoles se encuentran bajo la nube tóxica de esas ideas, y lo que es aún mejor; hay quienes han conseguido desintoxicarse, y en este sentido no hace más que un momento que he dejado una conversación privada con alguien que me ha contado alguna que otra “anécdota” cuando formaba parte de las juventudes de cierta presunta organización criminal. Por suerte para esta persona y para seguramente alegría de muchos de sus cercanos, consiguió abrir los ojos.
¿Qué quieren que les diga viejos políticos? ¿Que soy un populista? Si considerar que crecer democráticamente en este país es dejar al pueblo llano poder elegir si desea tener una monarquía perenne impuesta por un dictador fascista o si tener un presidente de la república o cualquier otra forma de jefatura del estado elegido cada cierto tiempo, sí, #JeSuisPopulista.
Si considerar que es una desvergüenza que en este país haya una infinidad (contados a miles) de cargos públicos aforados, y que para más inri se blinde a presuntos mangantes por medio de la utilización del fuero que ofrece la constitución española, sí, #JeSuisChavista.
Si considerar, a tenor del párrafo anterior, que se presenta imprescindible acercar las instituciones y las decisiones políticas con cierta relevancia social, a los ciudadanos, pues sí oiga, #JeSuisPiojoso.
Si considerar que es necesario cambiar el paradigma económico y fiscal, para que dejen de ser siempre los mismos gatos contados con 35 dedos los que se repartan el pastel público que construimos con nuestros impuestos todos los que tenemos la suerte de tener un trabajo más o menos digno en este país, y así todo el mundo aportemos en función de nuestros ingresos haciendo de la sociedad algo más equitativo y equilibrado, sí, #JeSuisPerroflauta.
Si considerar que resulta materialmente ilegítimo nacionalizar un banco que se encuentra en la quiebra presidido y dirigido por presuntos mangantes cuando hay empresas públicas o servicios públicos que funcionan de maravilla y se privatizan para que se enriquezcan los de siempre, sí, #JeSuisSucio.
Si considerar que es una aberración democrática abstenerse o votar en contra de la proposición no de ley presentada por Podemos en el parlamento andaluz sobre las inmatriculaciones hechas por la Iglesia Católica, para que así aquellos bienes inmuebles susceptibles de ser de dominio público, no lo sean, sí, #JESUISLIENDROSO.
Y como los ejemplos anteriores, podríamos citar muchos más, pero tampoco es cuestión de escribir el Quijote.
¿Cuál es o dónde se afinca la extrema izquierda española…? ¿En UP, en Podemos, en los partidos soberanistas catalanes, vascos o navarros…? ¿Alguien puede señalar con rigor intelectual en qué partido anida hoy por hoy esa deriva ‘extrema’ de la izquierda al parecer tan terrible…? ¿Es que aquí tenemos -o podemos tener- algún partido verdaderamente comunista y revolucionario, de corte soviético, castrista o chavista…?.
Claro está que lo más grave es no saber dónde anida la ‘extrema derecha’ del país, mucho más peligrosa, ni que nadie la denuncie con la misma aplicación. ¿O es que acaso no existe…?
Otro invento político no menos oportunista es el de distinguir entre los partidos ‘constitucionalistas’ y los que al parecer no lo son, puesto de moda también por el PP en la pasada legislatura. El caso tiene su miga y hasta presenta tintes -ahí es nada- de prevaricación institucional.
¿A santo de qué viene, pues, distinguir la existencia de un ‘bloque’ de partidos constitucionalistas y de otro con falsos tintes de no serlo…? ¿Dónde están las denuncias formales de que tales partidos ‘inconstitucionales’ conculcan en sus estatutos y quehacer cotidiano los principios democráticos establecidos en la Carta Magna…? ¿Y para cuándo esperan los poderes del Estado investigar, y en su caso sancionar, la eventual prevaricación de los funcionarios que habrían amparado tal situación…?
Predicar el constitucionalismo de ocasión es una cosa, pero dar ejemplo sobre lo predicado es harina de otro costal. Y la cuestión esencial es saber qué costal acarrea cada uno y con qué bagaje de credibilidad para repartir títulos de patriotismo o querer representar el ‘interés general de España’.