España no es precisamente el país más envidiado del mundo. Casi ninguna de nuestras instituciones puede erigirse en modelo a seguir para el resto de los países del planeta. Nunca estamos en los primeros puestos de ningún ranking de los muchos que se inventan para medir la calidad de vida o inversión en I+D. Sin embargo, siempre tuvimos una joya de la corona que sí que era la envidia de todos los observadores internacionales. La sanidad pública.
El Sistema Público de Salud español ha sido durante muchos, muchos años, lo que nos diferenciaba y con mucho de países que presumían de desarrollados. Hospitales punteros, líderes en trasplantes, avances tecnológicos y médicos que situaban a nuestros sanitarios en los más destacados del mundo. Centros médicos de todo el planeta copiaban nuestras técnicas e imitaban a nuestros profesionales en el trato al paciente, en los diagnósticos y en los tratamientos a aplicar.
Este sistema sostenido con fondos públicos (transferidos en su mayor parte a las CCAA) no ha sido nunca gratuito, como a muchos políticos les ha gustado decir, para justificar su paulatina destrucción, sino que como todo sistema público que se precie, se sostenía con el dinero en impuestos que nos era y sigue siendo retenido de nuestras nóminas o que pagábamos directamente. Pero si tenía dos cualidades que le hacían único: era universal y era ilimitado. El fin de la sanidad eran los medios. Nuestros profesionales luchaban hasta las últimas consecuencias para salvar la vida de los ciudadanos, teniendo como límite el conocimiento médico y la propia naturaleza de cada uno.
Pero desde el año 2009, este maravilloso entramado de sanidad, ha sufrido un deterioro de tal magnitud que nadie reconocería que hablemos del mismo sistema. Según el informe del Ministerio de Hacienda, los recortes en sanidad entre 2009 y 2013 ascienden a la nada despreciable cantidad de casi 10.000 millones de euros. No es nada lo del ojo y lo llevaba colgando. Nuestros gobernantes decidieron que esos recortes que tanto nos exigía la crisis, Europa, la banca y su puta madre, debían empezar por la sanidad porque su presupuesto era altísimo y de ahí había material para el recorte.
Cierre de plantas en los hospitales, reducciones en camas, limitación en los horarios de atención primaria, incluso cierre de centros rurales, recortes salariales en los profesionales sanitarios y hospitalarios, la no sustitución de bajas y jubilaciones, aumento desenfrenado de las listas de espera, decadencia absoluta en la atención al paciente, exclusiones de ciudadanos de la prestación sanitaria, externalización del servicio con la pérdida de calidad del mismo, son algunas de las medidas aplicadas durante los años de la crisis.
Nuestros profesionales de la salud, salieron a la calle a protestar, crearon mareas, lucharon hasta la extenuación para salvar, no ya sus puestos de trabajo, sino un sistema público sanitario en el que creían y por el que estaban dejándose la piel. Se enfrentaron a leyes injustas que maltrataban a los pensionistas haciendo que abonaran parte de sus medicamentos que habían pagado ya con su trabajo durante incontables años. Se negaron a dejar de atender a aquellos que las leoninas leyes dejaban fueran del sistema. Se plantaban ante la privatización de la gestión sanitaria y exigían que se cumplieran las normas de atención y calidad en el servicio.
No sé si los ciudadanos estuvimos a la altura de su compromiso, de su lucha y de su entrega. Veían como se les robaba el motivo de su trabajo y lucharon hasta sus últimas consecuencias para seguir siendo lo que siempre habían sido: profesionales de la salud y profesionales de la salud PÚBLICA. Ellos y los maestros demostraron a la sociedad, dormida y apática, que era un sistema público y a día de hoy mantienen esa misma lucha porque la destrucción de nuestros sistemas públicos no ha hecho más que empezar.
Nosotros asistimos impasibles ante el mayor descalabro político que se podía cometer. Nuestro querido Partido Popular y sus acólitos de las CCAA, minaron el bien más preciado. Argumentando sus actuaciones en la mala gestión del sistema, avanzaron en su pensamiento capitalista para inculcar en la ciudadanía que no había nada mejor que la contratación de un segurito privado de salud que asegurase un trato privilegiado, logrando que cualquier mindundi de tres al cuarto, tuviera un médico de sonrisa Profiden a su servicio las 24 horas al día. Mientras los ex-presidentes cobran un salario descomunal por no hacer nada más que sombra al sol y hablar más de la cuenta, mientras los coches oficiales se apelotonan en las puertas del Congreso de los Diputados, mientras los ex-presidentes de las Comunidades mantienen ritmos de vida desenfrenados viviendo de dinero público, mientras los diputados y senadores cobran cantidades astronómicas cuando ni siquiera asisten a su puesto de trabajo, mientras se fabrican armas y se venden para matar niños en Siria, en Yemen o en cualquier parte del mundo, mientras nuestros jóvenes se marchan a recorrer el mundo en busca de un trabajo con un título universitario debajo del brazo, mientras se tira el dinero en subvenciones a corridas de toros, mientras se roba desde ayuntamientos y diputaciones como si no hubiera un mañana, mientras todo eso pasaba a nuestro alrededor, los sanitarios nos recordaban todos los días que el Sistema Público se derrumbaba por falta de recursos. Porque nuestros políticos adoptaron el lema de “él que pueda que se la pague y el que no que se muera”. Ellos miran todos los días a otro lado mientras los pasillos de urgencias se llegan de gente que precisa una cama que no tendrá, mientras los pacientes se mueren porque la lista de espera es tan larga que cuando les corresponde una operación, la naturaleza ya no les ha dado más tiempo. Cuando el que no tiene recursos se puede descomponer en la calle porque no hay un espacio para él en nuestros hospitales. Su tarjeta sanitaria esta caducada y la enfermedad es un lujo que no se pueden permitir.
Y los españoles somos tan insulsos, tan apocados y tan gilipollas, que hemos vuelto a votar al partido que está destruyendo lo más precioso que tenemos. No tenemos gobierno más que en funciones, pero en vez de exigir que los diputados se reúnan y modifiquen las leyes, esperamos impasibles a que se junte el azul y el naranja, preparen una farsa de acuerdo y se coloquen en la parrilla de salida, para seguir destruyendo nuestra vida desde el más profundo de los cimientos.
La aniquilación paulatina de los sistemas públicos de salud, tiene un fin. Un fin que quizá ninguno de nosotros llegue a ver porque no es algo que se pueda hacer de un día para otro, sería impensable. Pero existir, existe. El capitalismo llevado a sus últimas consecuencias, aboga porque la salud (uno de los negocios más lucrativos del mundo, véase los EEUU y sus megahospitales privados) sea privada. Para los sistemas capitalistas, las instituciones públicas que permiten a todos alcanzar los mismos niveles de calidad de vida como la sanidad, la educación, las pensiones o la asistencia social, son inútiles porque no son rentables para las empresas. El enriquecimiento desmedido que lleva al control de la sociedad por los que más tienen, es la razón de su existencia. Y nadie que crea en este tipo de vida puede permitir que la salud quede fuera. De una forma sutil, sin prisa pero sin pausa, los ávidos y desalmados dueños del mundo se acabaran comiendo a los sanitarios. Y con ellos a nosotros.
Una sociedad equilibrada, justa y sana jamás destruye la sanidad. Jamás roba recursos para salvar vidas. No le quita dinero a la investigación (médica o de cualquier tipo) porque la investigación mejora la vida de las personas, crea puestos de trabajo y hace avanzar a la sociedad. Una sociedad sana piensa muy bien en donde gasta el dinero y cómo ha de ajustar los cinturones, pero la nuestra no es una sociedad sana. Está enferma. Enferma de hipocresía, de falsedad y de miseria. Somos tan anormales, que no somos capaces de plantarnos, como hicieron nuestros sanitarios y decirles a los gobernantes, HASTA AQUÍ. Se acabó robarnos más. Se terminó quitarnos la vida desde vuestros cómodos sillones de políticos con el estómago lleno y los gastos cubiertos. Ahora vais a trabajar para ganaros cada euro que os paguemos y ahora vais a salvar lo más preciado que tenemos. No gastéis en cosas inútiles, no robéis, no seáis corruptos. Trabajad que para eso os pagamos. Pero no señor, los españoles tenemos que peer en botija para que retumbe y queda muy bien en las reuniones de coleguitas, presumir de nuestro médico privado o de lo caro que nos sale el cole de monjas de nuestros hijos. Porque podemos pagarlo y el que no lo pueda pagar, pues que le den.
Sin embargo, a pesar de todo esto, de los desmanes llevados a la enésima potencia, los profesionales de la sanidad pública siguen siendo mis héroes. Porque a pesar de no tener recursos, de ver como se les quita lo más quieren, siguen luchando por todos y cada uno de nosotros. Para salvar nuestras vidas incluso en las condiciones más adversas.
Desde aquí, desde esta humilde y personal columna que escribo, quiero dar las gracias a todos los que cada mañana se emplean en salvar la vida de todos los que están enfermos y la de todos a los que algún día nos tocará enfermar. Gracias a todos ellos, por su trabajo, su entrega y su dedicación. Si no fuera por ellos nuestra vida sería todavía más horrible.
(Dedicado a todos los increíbles profesionales sanitarios españoles y en especial a los del Hospital Clínico Universitario Lozano Blesa de Zaragoza)
Tal vez haya que incidir una y otra vez a pesar de que pueda o no pasar desapercibido. Esta es una apuesta de los ‘lobys’ liberales, de futuro, y no lo van a soltar, muchos pueden pensar que no sera para tanto, que eso esta lejano o que lo resolveran los politicos o los ciudadanos del futuro, nada mas lejos, si lo dejamos escapar ahora se habra perdido esa ‘joya’. Hay billones de € en juego, y esto es la guerra (donde todo vale).
Muy buen artículo, tras recortar 10000 millones en sanidad, sablazo de 30.000 millones a la hucha de las pensiones, subida de impuestos, recortes en todo tipo de servicios y aumentar la deuda a mas del 100% presumen de buena gestión,es vital defenderla y expulsar a los de la gurtel, púnica, taula, eres, brugal, guateque, ratos y ratas, mato y matas y consejeros de sanidad como los que hemos sufrido en la comunidad de Madrid, Guemes y Lamela, imputados por prevaricación, cohecho y malversación de caudales publicos en la privaticación de la sanidad, Es una p..ta vergüenza.