Mariano Rajoy es temible cuando no se mueve. Su inactividad a la espera de lo que otros hagan o, simplemente, dejando que transcurra el tiempo hasta que los problemas se pudran, se olviden, o los resuelvan otros, ha llegado a ser legendaria en apenas varios años. El Santo Job y el Dalai Lama necesitarían curas de relajación si tuvieran que tratar con él cualquier asunto importante, o incluso alguno trivial. ¿Os lo imagináis de camarero? Con esos andares apresurados, vacilando al hablar, diciendo cuando habla cosas que ni el mismo Stephen Hawking comprendería,
y al llegar a la cocina, pasándoles una nota ininteligible ante la cual, cuando el personal de cocina le pidiera la traducción les diría aquello de «pueesh, no entiendo mi letra».
Ciertamente, Mariano Rajoy es temible cuando no se mueve. Pero es que cuando se mueve… ¡Ay, cuando se mueve! Entonces, salvo que su misión fuera esa precisamente, sería capaz de desencadenar el fin del mundo.
Recortes brutales; modificación exprés de la sacrosanta Constitución (eso sí, para satisfacer a la dómina Merkel) a escondidas, además, otra de sus especialidades, ya que Mariano se niega a entender que gobernar en una democracia no es lo mismo que hacerlo en una dictadura, y mucho menos se parece a la gestión habitual de los trapicheos de despacho de un registrador de la propiedad; liquidación a buen paso del fondo de las pensiones… Hasta para las pequeñas cosas es un desastroso líder, como el sonoro manotazo a su hijo por decir algo que él consideró una inconveniencia (¡Viva la libertad de expresión!) por meterse con el equipo de los fachas más rancios…
Por cierto, me vais a permitir un paréntesis. Se extrañan muchas personas de que se asocie la bandera española con el facherío; me pregunto si también se extrañarían de mi creciente inquina al equipo merengue, pero es que simplemente he visto en persona la fuerte identidad que existe entre los fachas más acérrimos y ese equipo de fútbol; creo que es un tema digno de estudio.
Bien, como iba diciendo: Mariano Rajoy se ha puesto en movimiento para cerrar la hasta ahora entornada puerta al diálogo, para levantar muros de contención de las ansias de algo más de un tercio de la población catalana, que es como querer ponerle puertas al campo, y más en una democracia, y para anular la autoridad de las más altas autoridades catalanas a golpe de decreto, como si un documento de papel pudiera extinguir el liderazgo y aplacar los deseos de una buena parte de la población de seguir los planes independentistas. Y, no obstante inútil su acción para el fin que pretendía, va a resultar paradójicamente útil para exacerbar los nacionalismos de ambos extremos.
Destituir al President y a todo el Govern, al Director General de TV3 y al jefe de los mossos no va a poner punto final ni va a apaciguar el independentismo de quienes están a sus órdenes. Tampoco vaciar de contenido la capacidad de acción del Parlament va a llevar a que éste funcione con normalidad. Sólo alguien ingenuo o que desconozca la realidad social catalana puede pensar que esa sea la solución. Desconozco cuál de éstos es el caso de Rajoy, pero definitivamente, se ha puesto en marcha para activar lo que nadie en casi cuarenta años había hecho antes: el terrible 155. Mariano está en movimiento, se ha puesto en gerundio: está marianando. Para echarse a temblar.
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