No me seas racista

En los últimos días he intercambiado comentarios y opiniones acerca del racismo con varias personas en Twitter, fundamentalmente con NegraFlor (@NegraFlor_Blog). Como conclusión me comprometí con una de esas tuiteras, Pícara (@PicaraCP), a argumentarle por qué creo que el racismo inverso existe. Quienes me habéis leído otras veces sabéis que mis razonamientos suelen remontarse a los orígenes de todo, de modo que vamos allá.

Por lo que se ha publicado últimamente, parece ser que en las épocas más remotas de la especie la diversidad era mucho mayor que ahora, por lo que las diferencias serían bastante más sutiles; algo así como las que existen entre personas de distintos grupos étnicos. Desde mi ignorancia pienso que los mecanismos mentales del racismo son los mismos que permitieron al ser humano primitivo que cada individuo supiera distinguir la subespecie humana a la que pertenecía (eso que llamamos “razas”), para evitar los cruces. Ahora sabemos que esto no siempre cumplió su función, lo cual seguramente nos enriqueció genéticamente.

Seguramente esos mismos mecanismos, unidos a las características culturales, de artificioso origen, que incluirían también las identidades religiosas, favorecieron la distinción de otros rasgos discriminatorios, como la xenofobia, la intolerancia religiosa, y otras.

Esa estricta división empezó a romperse, aunque entonces no lo pareciera en absoluto, con la exploración de rutas marítimas hacia Oriente, lo cual daría origen en primer lugar a la exploración de la costa occidental de África y más tarde a los viajes de Colón, con todo lo que eso supuso; de forma que lo que comenzó siendo una mera conquista y explotación de recursos, incluyendo el infame tráfico de esclavos, a su vez favoreció la convivencia entre individuos de distintas subespecies (usar la palabra “raza” me parece racista) y la constatación cada vez más extendida de la ausencia de diferencias significativas entre un ser humano y otro cualquiera que fuese su subespecie.

Algo similar fue teniendo lugar en las diversas metrópolis en relación a la población indígena de sus respectivas colonias. Finalmente, en un mundo tan globalizado como el actual la convivencia entre individuos de muy diversos orígenes ha extendido la certeza de que las diferencias entre personas de distintos grupos étnicos e incluso de distintas subespecies resultan tan superficiales como innecesaria su toma en consideración a la hora de elegir entre dos individuos para una tarea específica, ya sea ésta de índole técnico o de naturaleza social, como ocurre con cualquier tipo de relación interpersonal.

Ahora bien, una vez establecido todo esto, ¿por qué se siguen produciendo comportamientos racistas? Aunque podrían aplicarse razonamientos similares a otras formas de discriminación, voy a centrarme en el tema que dio origen a este texto.

Cuando una persona mira a alguien de otra subespecie humana normalmente puede observar claras diferencias físicas. Por razones generalmente culturales suele asociar unas determinadas características, cualidades, o deficiencias en estas últimas, a ese aspecto físico, lo cual ya de por sí resulta arbitrario y, por tanto, injusto.

Para que nadie piense que aprovecho estas líneas para meterme con algún grupo social ajeno, pondré de ejemplo uno al que yo mismo pertenezco. Desde niño he sido gordo; olvidemos ese absurdo diminutivo que sólo pretende maquillar la realidad. Gordo. Por razones culturales en la sociedad en la que me crié un niño gordo era un niño sano y feliz; y un hombre gordo era un hombre… feliz. Siempre estará sonriente y de buen humor. Absurdo, ¿verdad? Además de insano; pero en fin. También se solía asociar la gordura con falta de agilidad, lo que en mi caso siempre fue completamente cierto. La cuestión es que encasquetar a una persona gorda una serie de características (feliz, sana, torpe…) sólo por el hecho de su gordura, esto es, a partir solamente de una característica con la cual no tienen nada que ver, como la felicidad, o incluso aunque puedan tener una cierta relación, como la salud o la movilidad, resulta completamente injusto. Para atribuirme cualquiera de esas cualidades la gente debería haber esperado a conocerme a mí, en concreto. Al atribuirme esas características estaban haciéndome encajar a la fuerza en un perfil que me obligaba a esforzarme más para demostrar si esas características realmente me identificaban a mí como individuo o no.

Con una persona de otra subespecie humana ocurre algo muy similar. Ya sea por razones culturales (incluyendo el factor religioso) o por una absoluta ignorancia, les atribuimos unas características que no tienen por qué coincidir con la realidad: lugar de nacimiento, religión que profesa, ideología política, carácter, gustos musicales, conocimientos de idiomas o de la cultura o de la actualidad del lugar en el que residen… Cualquiera que sea la característica que le atribuimos al individuo sólo por su aparente pertenencia a un grupo, o incluso por muy obvia que sea esa pertenencia, estamos cometiendo un acto de una injusticia brutal: debemos esperar a conocer a la persona, al individuo con quien estamos tratando, sin prejuicios, para ir memorizando qué características le definen y cuáles no.

Ahora bien, todo esto empezó por un cruce de comentarios acerca de si existe o no el racismo inverso. Todo lo dicho hasta ahora es perfectamente aplicable en este caso. Que una persona que habitualmente sufre alguna forma de discriminación atribuya a un individuo hombre, blanco y heterosexual unas determinadas actitudes y niveles de empatía sólo por pertenecer a tan amplio y heterogéneo grupo es también una forma de racismo sin lugar a dudas, puesto que se basa en el mismo esquema filosófico que el racismo “directo”, y resulta igualmente tan arbitrario e injusto como cualquier otro tipo de discriminación ¿Qué esfuerzos habrá de hacer un hombre blanco y heterosexual para demostrar que no es racista o machista, o que al menos procura no serlo? ¿Qué ayuda puede esperar de quienes sí entienden la situación para alterar su punto de vista, por buena que sea su intención? Eso me recuerda a cuando, tras dos años de ir aprobando las matemáticas a trompicones, se me ocurrió pedir ayuda a un compañero a quien sí se le daban bien: sólo porque en otras cosas yo sacaba buenas notas, no me creyó incapaz de entender ciertos conceptos, se limitó a reír creyendo que bromeaba, y pasó de mí.

Por todo ello, esperad, queridas NegraFlor y Pícara, a que mi estupidez rellene algún tuit con un contenido que podáis clasificar de racista, de machista, o como cualquier otra forma de discriminación, para poder, no ya atribuirme el ser racista, machista, o cualesquiera otra actitud discriminatoria de manera genérica, sino indicarme que en esa ocasión concreta estoy siendo discriminatorio.

Gracias a las telecomunicaciones actuales hemos entrado en una era en la que vamos a convivir con personas de todos los orígenes posibles; incluso aunque la convivencia en muchos casos no llegue a ser física (aunque habría que vivir en un rincón del planeta muy aislado, ciertamente, para eludir esa convivencia física), vamos a intercambiar información y opiniones con tal diversidad de personas que se nos van a hacer añicos todos los esquemas, y finalmente, igual que en su momento las personas de “raza blanca” aprendieron que las de “raza negra” les eran iguales en todo salvo en la apariencia física, terminaremos aprendiendo que todos los individuos humanos somos tan iguales como llevamos décadas diciéndonos a nosotros mismos en rimbombantes declaraciones de principios tan bienintencionadas como vacías de contenido. Esperemos que ese día llegue, más bien pronto, y que en cualquier caso no sea demasiado tarde.

Sobre sinelo1968 43 artículos
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