…Y pasaron 80 años

Durante los días 17 y 18 de julio de 1936, un numeroso grupo de militares, prepararon un golpe de estado para acabar con una democracia legalmente constituida en este país. Sus nombres, no es necesario repetirlos porque duermen en la mente de todos o al menos de todos a los que la historia de nuestro país nos importa un poco. Ese golpe de estado desencadenó una Guerra Civil que durante tres años aniquiló a un pueblo permitiendo que los militares golpistas ayudados por otros militares alemanes e italianos, gestores de la que sería la Segunda Guerra Mundial, salieran vencedores de la contienda y sumieran a este país en la más terrible oscuridad fascista.

republicaEspaña es el país de Europa que ha tenido un gobierno fascista durante más tiempo. Durante cuarenta largos años, el tirano minó, destruyó y borró (o al menos intentó hacerlo) cualquier idea contraria a sus principios dictatoriales. Fusilamientos en masa, desapariciones, asesinatos, condenas interminables, fueron las armas que tanto él como los suyos extendieron por todo el territorio nacional para someter a una sociedad que la sabían en contra. Ejercieron la política del miedo.

Pero después de soportar tamaña injusticia llegó el día de dar sepultura al que como llamaba Javier Krahe, era el sepulturero mayor. Por fin había muerto. Los olvidados, los desheredados, los emigrados, los condenados, los pairas, se reconciliaban con la historia. Tenían su oportunidad, volvían a ser libres para hablar, para sentir, para gritar que eran comunistas, socialistas, anarquistas….republicanos.Empfang des Reichsfühers SS Himmler beim Caudillo Während seines Aufenthaltes in Spanien, der im Zeichen der deutsch-spanischen Freundschaft stand, empfing auch der Staatschef Franco den deutschen Gast. UBz: Reichsführer SS Himmler während des Empfangs bei dem Generalissimus Franco. Ganz rechts der spanische Aussenminister Serrano Suner, hinter dem Caudillo (halb verdeckt) General Moscardo. Herausgabe 25.10.1940

No fue posible, la maquinaria franquista estaba tan bien montada que incluso después de muerto, el dictador había dejado su estela bien definida para que nadie se saliera y pisara fuera del camino que había asfaltado ya. Todo estaba sujeto y bien atado. Un monarca criado a sus pechos y unos políticos que se miraron al espejo y descubrieron que en su fuero más interno eran unos demócratas, solo que no habían tenido oportunidad de demostrarlo. España había sido ya reconocida como país en todos los foros internacionales de la mano de nuestros queridos amigos estadounidenses y no era momento de montar un cirio y permitir que todos esos republicanos que llevaban añísimos luchando en la clandestinidad, manteniendo un gobierno en la oscuridad, vinieran a tumbar lo que se había forjado durante los cuarenta años de ostracismo.

La Transición “modélica” se vendió como la purga Benito, para que la población asumiera que las cosas cambiarían. Y lo hicieron, no podemos decir que no. Llegó la democracia, Adolfo Suárez, olvidó que había sido Secretario General del Movimiento y se envolvió en la capa de democracia que haría de él el héroe nacional que todos conocemos y que ha logrado dar nombre a un aeropuerto. Fraga, que el otrora divulgase la frase de que la calle era suya cuando mandaba a los grises a repartir porrazos sobre los estudiantes que durante los últimos años del franquismo se intentaban sublevar contra el régimen, se subió sin ningún pudor al carro electoral, fundo un partido y gobernó en Galicia como un demócrata de toda la vida.

Sin embargo, aunque legalizaron el Partido Comunista y Marcelino Camacho saliera de la cárcel para ocupar su escaño en el Congreso de los Diputados al lado de La Pasionaria o Santiago Carrillo, nadie, ni antes, ni durante, ni ahora, recordó oficialmente a todos los que dejaron su vida en el camino. Los que murieron asesinados a traición siguieron en sus cunetas tumba. Los fusilados y desaparecidos se mantuvieron en el más estricto anonimato. Los juicios sumarísimos que condenaron a años y años de hacinamiento carcelario continuaron ocultos a los ojos de las siguientes generaciones. Los nombres de los presos políticos que fueron obligados a construir la tumba de su opresor, no se hicieron públicos.

La frase que más se oyó durante los primeros años de la democracia era que había que olvidar, para superar el pasado. El otro día escuché una frase que se me quedó grabada y que resume en pocas palabras el proceso que gestaron durante la Transición: “muertos los dictadores llega el tiempo de los generadores del olvido”. Y la maquinaria para el olvido, tras cuarenta años sigue funcionando. Continúa haciendo lo posible para que la dictadura sea solo una parte más de nuestra historia. La utilización de eufemismos para nombrar al golpe de estado es a día de hoy una realidad.

No hemos sido testigos de una condena oficial del golpe. De una declaración institucional de repulsa a los cuarenta años de dictadura. Todo lo contrario. En este país, todavía los vencedores siguen manejando gran parte de los hilos de la sociedad. Quizá no ellos personalmente porque la naturaleza es inmisericorde y no permite la eternidad física en ningún ser. Solo es posible la eternidad en las ideas. Y ellos sembraron tan bien que nunca dejará de haber cosechas. A día de hoy, los herederos de los golpistas o de los que los financiaron, o de los que los ayudaron, o de los que se aprovecharon, o de los que denunciaron, o de los que robaron, manejan la sociedad para que sigamos pensando que es mejor olvidar para superar.

No quiero olvidar. Quiero, exijo que un gobierno, sea del tinte político que sea pida disculpas por lo que hicieron. Reconozca que mataron indiscriminadamente, que acabaron con la libertad, con los derechos y con la sociedad.

Durante veinte largos años, en este país ha gobernado un partido que enterró en los años de la guerra y algunos después a muchos de sus miembros. El polvo y la arena de las tumbas cubre muchos huesos socialistas. Pero ni ellos tuvieron el valor de enfrentarse a los herederos. No pueden enfrentarse a ellos porque se han convertido en parte de la estructura y sienten vergüenza de no estar a la altura de los que de verdad dieron su vida por la libertad. Hacen bien en sentirla porque realmente no están a su nivel. Nunca estarán a su nivel. En su afán de cubrir con una pátina de olvido la historia llegaron a condecorar a un asesino que bombardeo nada más empezar la contienda, una plaza llena de niños jugando en un pueblo del País Vasco. Ese es el nivel de algún que otro político socialista.

Es posible que algunas de las personas que lean este artículo no estén de acuerdo con mis palabras. Es algo que asumo porque no me preocupa. Reclamar el reconocimiento de la vida de los que la perdieron está en mi ADN. Forma parte de mi propia herencia. Creo que la historia hay que conocerla de verdad para no volver a caer en los mismos errores y en este país hay una parte importante de la historia que es a día de hoy, desconocida para mucha gente. No solo los que no vivimos el momento histórico. Incluso para algunos que todavía siguen vivos. No desean conocer la realidad o hacen lo posible para tergiversarla y que no se sepa.

Se han hecho películas y se han escrito libros y sin embargo, las instituciones siguen negándose a declarar abiertamente que eso pasó. Esta semana se han cumplido 80 años del golpe. Y muchos intentos de lograr que institucionalmente sea reconocido el horror, es tumbado por los votos de dos partidos. Uno de ellos actualmente en el gobierno y que posiblemente vuelva a gobernar y sus hermanos pequeños.

No se puede cambiar lo que pasó. Ya no. Sin embargo, si hay muchas cosas que se pueden hacer. Se puede declarar que Franco y sus secuaces atentaron contra todo un pueblo y le masacraron. Que con violencia ilimitada callaron las voces de los que se resistieron a perder su libertad y su derecho de elegir a quién les gobernase. Que sus mujeres, libres hasta ese día, fueron enclaustradas en el hogar y pasaron a depender física, económica y emocionalmente de sus maridos perdiendo todos los derechos que habían logrado conseguir. Que sus hijos se criaron cantando canciones fascistas y rezando rosarios en el colegio. Que la comunidad de exiliados era tan grande que cuando volvieron no nos lo podíamos creer. Y que muchos de ellos no volvieron. Y que de los que se quedaron, solo llegaron a ver su entierro una pequeña parte porque a los demás los habían enterrado ya.

El día que ese país reconozca todo eso, que se recupere de verdad la historia y se pueda hablar de ella sin que te llamen retrógrado, anticuado o cualquier otra estupidez más, entonces podremos decir que de verdad hemos superado nuestra historia. Pero eso no va a pasar hasta que las generaciones posteriores recuperemos toda esa libertad que un día nos fue robada. Hasta que el gobierno derrocado por la fuerza no vuelva a ser el que gobierne este país.

Y muchos de nosotros no descansaremos hasta que pase el tiempo que pase, podamos gritar bien fuerte y con la cabeza bien alta: ¡VIVA LA REPÚBLICA!

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Me gusta ser diferente. Feminista, atea, de izquierdas. Baloncesto. Autora de El Espejo.

2 comentarios

  1. Conciso y bien claro. Hay que desear conocer la historia para poder cambiarla, hay que cambiar la historia para que no nos arrolle a nosotros o a nuestros descendientes. Es necesario no bajar la guardia, aunque sea más fácil, seguir nuestra vida dormida. Hasta que un día alguien te despierte con un palo.

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