Entramos a continuación en la etapa conocida como “Transición”, que además se definió como “modélica”. Veámosla con algo más de detenimiento.
Los liquidadores oficiales del franquismo, se percataron de que podían continuar manteniendo su estatus, aplicando operaciones de “maquillaje”. Para ello utilizaron dos técnicas. La primera pasaba por “adormecer” a la población embarcándola en una dinámica de ocio y consumo, en la que no habría limitación en la información ( me refiero a la irrelevante, la importante seguiría bien custodiada), al contrario habría que “saturar” para desconcertar y hacer perder el interés.
La segunda consistía en llevar a la práctica un sistema político ciertamente democrático, eso no se puede negar, y probado satisfactoriamente en España desde el último tercio del siglo XIX y primeras décadas del XX. Me refiero al “bipartidismo” con la alternancia en el poder de dos formaciones políticas, liberales y conservadores, que parecía resumirían cualquier inquietud política.
Este fue el sistema elegido y para asegurarlo, se diseñó una Ley Electoral simplemente delirante. Pongamos un ejemplo ilustrativo: en las pasadas elecciones del 20D, el partido ganador necesitó alrededor de unos 55.000 votos, ignoro la cifra exacta, para conseguir un escaño, mientras que IU necesitó ¡ 450.000 votos para conseguir lo mismo!
Después de este inciso, volvamos al PSOE.
Felipe González instalado en Madrid desde 1974, se dedica a aglutinar en torno al PSOE a todos los grupos socialistas españoles, utilizando un lenguaje muy extremista y radical, aunque, por otro lado, establecía sólidos vínculos con la social-democracia alemana, en la persona de Willy Brandt, político de gran carisma y muy bien valorado en la esfera internacional. Canciller de la RFA entre 1969 y 1974 y Presidente de la Internacional Socialista en 1976, con el que Felipe González establecería una relación de amistad.
Después de las elecciones de 1977 el PSOE prosiguió en el empeño de unificar las dispersas formaciones socialistas, que culminó el 8 de abril de 1978 con la incorporación del Partido Socialista Popular de Tierno Galván. En julio de ese mismo año se celebró un congreso que confirmó la unificación del Partido Socialista de Cataluña.Por entonces, Felipe González proponía, con el sentido pragmático que le caracteriza, la conveniencia de suprimir la definición “marxista” del partido, que se había adoptado en el XXVII Congreso de 1976 pues eso da cancha o pie a toda la derecha del país para dividir el mundo político en marxismo y no marxismo… Es un arma que se vuelve contra el partido. Al conocerse más tarde los resultados electorales de marzo de 1979, poco satisfactorios para el PSOE por el estancamiento de sus votos, se produjo bastante marejada dentro del partido. En el año 1979 se cumplía el centenario de la fundación del PSOE por Pablo Iglesias, y algunos sectores demandaban una mayor fidelidad a los orígenes.
En este ambiente se inició el 17 de mayo en Madrid el XXVIII Congreso del partido. La discusión doctrinal se centró en el tema de la definición marxista. En el pleno, la tesis radical marxista fue defendida por Francisco Bustelo, enfrentándose a una definición ambigua que sostuvo Joaquín Almunia. La votación fue arrolladora a favor de la primera, provocando la dimisión de Felipe González como Secretario General del partido. Aquello fue, en verdad, una retirada estratégica. Los radicales no se atrevían a prescindir de González. Quedó abierto una especie de paréntesis hasta la celebración de un congreso extraordinario que tendría lugar en septiembre. Alfonso Guerra que fue el organizador del congreso de la crisis, interpretó que el XXVIII Congreso es el final de un período de adaptación de la ilegalidad al sistema democrático. Había que pasar por un período de adaptación y la crisis de adaptación se expresó en ese Congreso.
En el congreso extraordinario de septiembre se restañaron las heridas abiertas, se zanjó la polémica del marxismo y Felipe González retomó las riendas del partido, con la colaboración de Alfonso Guerra.
Llegamos en este punto a uno de los momentos claves de la moderna historia de nuestro país, con el PSOE como protagonista.
En aquellos días en pleno auge de la “guerra fría” entre Estados Unidos y la Unión Soviética, los primeros tenían gran interés en que España entrara en la Alianza Atlántica, por su posición geoestratégica a las puertas del Magreb, pero existía un inconveniente y es que la opinión pública española, en general, y de la izquierda en particular, manifestaba un profundo rechazo a la política exterior norteamericana, como consecuencia de la guerra de Vietnam y del reciente golpe de estado del general Pinochet en Chile, que, como resultaba bien notorio, había sido instigado y apoyado por la CIA.
Era necesario desactivar o minimizar esta actitud, sobre todo de la izquierda española. Tal labor no podía ser realizada desde la derecha, pues ello generaría más suspicacias y rechazo, así que se llegó a la conclusión de que aunque no fuera total,( el PCE, por ejemplo, no entraría en este juego), la actitud de rechazo de la izquierda debía ser desactivada desde la izquierda.
La UCD, que gobernaba en aquellos momentos, no era adecuada para tal fin. Se trataba de un partido de “centro” con la indefinición que el propio término comporta, además podía considerarse una formación “de aluvión” nacida merced al fenómeno de la “Transición” y carecía de trayectoria política histórica.
Sin embargo, la segunda fuerza política parlamentaria, el PSOE, sí reunía todos los requisitos exigidos:
1º.- Se trataba de una formación con “solera” histórica , con un siglo a sus espaldas, y la propiedad definición de “Socialista” y “Obrero” le otorgaba una gran credibilidad de cara a la opinión pública.
2º.- Había derivado hacia una izquierda “inocua”, es decir “domesticada”, que acababa de renegar del marxismo y en la que su líder, Felipe González, estaba considerado como un político muy pragmático, afín a la social-democracia alemana y amigo de Willy Brandt.
Solo había que ofrecerle una contrapartida que justificara el incomprensible cambio de actitud del partido: desde el rechazo, a la aceptación al ingreso de España en la Alianza Atlántica. Esta no sería otra que una vieja aspiración de los gobernantes españoles, el ingreso de pleno derecho en la Comunidad Económica Europea. González seguiría el guión previsto, primero de rechazo a la OTAN para, una vez en el gobierno, virar 180º y adoptar la posición contraria. De esta forma entró España en la UE, como compensación a su ingreso en la OTAN. Con Grecia sucedió otro tanto.
Los acontecimientos comienzan a rodar. ETA se sumerge en una espiral de atentados, y hay “ruido de sables” en el seno de las FAS. La UCD se descompone a pasos acelerados, y su presidente y del gobierno Adolfo Suárez presenta la dimisión.
Durante la sesión de investidura del nuevo presidente Calvo Sotelo, el 23 de febrero de 1981, se produce una intentona golpista que fracasa. Dicho fracaso se salda con la consolidación de la monarquía constitucional y del PSOE que sale considerablemente fortalecido. Que cada cual extraiga sus propias conclusiones. Las elecciones generales del año siguiente confirman esta tendencia de manera exagerada, obteniendo el PSOE unos resultados no superados hasta la fecha.
Felipe González forma un gobierno mayoritario. De este período se cuenta una anécdota puesta en boca de Alfonso Guerra, aunque lo más probable es que sea falsa, y más bien un chascarrillo popular. Pues bien, resulta que al ser preguntado el aludido por una periodista sobre el porqué de que un partido republicano apoyara a la monarquía, este respondió: “mire usté, el partido socialista no es monárquico ni republicano, es monarquicano”
En esta su primera legislatura, Felipe González pone en marcha la segunda parte del plan, su cambio de actitud con respecto al ingreso en la Alianza Atlántica, del “OTAN de entrada no” al “OTAN de entrada no, pero de salida tampoco”, que no es más que uno de tantos chascarrillos que menudearon por aquél entonces, como el que se atribuye, como no, a Alfonso Guerra que comentaba, aunque también es falso: me tiene preocupao Felipe ¡ ya no se si está en contra de la OTAN o es el relaciones públicas, coones!.
El desenlace de este “culebrón” toca a su fin. A finales de 1985 se firma el tratado de adhesión de España a la CEE como miembro de pleno derecho, con efectos de 1 de enero de 1986. A mediados de ese mismo año, aprovechando la considerable euforia que tal hecho provoca, se convoca el referéndum para dilucidar la entrada en la OTAN, que se salda con el triunfo del SI que preconizaba Felipe González. Naturalmente el PCE y otras formaciones de izquierda se opusieron al mismo, creando para sostener la postura del NO un nuevo partido, Izquierda Unida, que continúa hasta la fecha.
El PSOE estaba en su mejor momento, vuelve a ganar por mayoría absoluta las elecciones generales y entonces el panorama comienza a cambiar. Ebrios de poder se dejan tentar por el capitalismo. Se inicia entonces la construcción de todo un entramado institucional de corrupción en el que participan empresarios y políticos, que no abarca solo el plano nacional, sino que se extiende a nivel autonómico y local. Cierto que se habían producido con anterioridad casos de corrupción, la novedad es que ahora se institucionaliza, en lo que se denomina “cultura del pelotazo”.
Esta corrupción unida al escándalo del “terrorismo de estado” de los GAL, supondría el fin de Felipe González, que sería sustituido por José Mª Aznar al frente del PP, partido que no solo había tomado cumplida nota de la mecánica de los trapicheos y mangancias, sino que los ampliaría considerablemente habida cuenta de la mayor afinidad de su partido, católico-liberal, con los empresarios, afines a este ideario y siempre con la idea de fondo de instaurar un post-franquista.
A mi juicio, la situación actual del PSOE no resulta nada halagüeña , tras los procesos electorales del 21D y el 26J, pues no solo ha perdido escaños en ambos, sino que ocupado el espacio de la izquierda por UnidosPodemos y el de la derecha por el PP-C´s, tendrá necesariamente que bascular hacia uno de ellos. Mantenerse en una posición tan ambigua que hace que su líder Pedro Sánchez prometa medidas en campaña, a las que él mismo renuncia cuando tiene oportunidad de aplicarlas, no es una buena opción. Ahora mismo, como dirían en tierras andaluzas, el PSOE no es “ ni chicha ni limoná”.
Para finalizar no debemos pasar por alto la entrada en escena de un nuevo actor político: Podemos, movimiento que comenzó canalizando las aspiraciones del movimiento de los “indignados” para convertirse, a mi juicio, en la fuerza que podría iniciar el proceso de sustituir los valores, muy positivos en su momento, de la Transición, por otros más acordes con la realidad social española del siglo XXI. Por lo pronto ya ha comenzado a sacudir el sistema del “bipartidismo”, uno de los pilares de ésta. En resumidas cuentas, no se trata de “hacer tabla rasa”, sino de “cambiar lo que sea susceptible de mejorar”.
Artículo de @morenoroigjose2 para Alcantarilla Social.
Lo de la «tabla rasa» me seduce.