Disuélvanse, ya no tienen nada que hacer

U.E., O.T.A.N., O.N.U., A.C.N.U.R., P.N.U.D., P.M.A., …, consumen miles de millones en recursos, y sólo ponen tiritas en grandes heridas abiertas. ¿Qué sentido tiene mantenerlas? abc-916665_640

Muertos. Hombres muertos. Mujeres muertas. Niños muertos. Niñas muertas. O en un día a día agonizante. Clamamos al cielo afectadxs, ¿dolidxs? Pero al instante siguiente volvemos el rostro y continuamos afanadxs en nuestros pequeños asuntos diarios. Las cosas en realidad no han cambiado tanto desde la Antigüedad, cuando una patrulla de caza o lxs jornalerxs que trabajaban el campo se topaban con una hilera de silenciosxs seres humanos que avanzaban cargadxs con las pocas o muchas pertenencias que hubiesen conseguido salvar, buscando un territorio próspero y en paz en el que asentarse. La única diferencia es que entonces les veían, oían, y quizá hasta olían, en vivo, in situ, y hoy día la asepsia de las pantallas y la distancia nos ponen más fácil ignorarles.

Cuántas veces debe de haberse jurado el ser humano no repetir matanzas o injusticias “sin razón” (como si hasta las cosas más crueles se pudiesen justificar en quién sabe qué motivos). El problema, lo que pone a esta época nuestra en el límite, al borde de la autoextinción son, por una parte la fina lluvia constante e interminable de injusticias que nos van calando el ánimo y encalleciendo la empatía, y por otra la masificación, la creciente e ingente cantidad de personas a las que afectan esas cada vez más clamorosas injusticias.

Fruto de esa sensibilidad contra la matanza de inocentes, contra la destrucción brutal de lugares y de personas en las guerras, tras el fracaso de la Sociedad de Naciones, después de la II Guerra Mundial surgió la Organización de las Naciones Unidas (O.N.U.), que tanto protagonismo tuvo en la segunda mitad del pasado siglo. En el Preámbulo de su Carta constitucional declaraba:

«Nosotros los pueblos de las Naciones Unidas resueltos a preservar a las generaciones venideras del flagelo de la guerra que dos veces durante nuestra vida ha infligido a la Humanidad sufrimientos indecibles, a reafirmar la fe en los derechos fundamentales del hombre, en la dignidad y el valor de la persona humana, en la igualdad de derechos de hombres y mujeres y de las naciones grandes y pequeñas, […] a promover el progreso social y a elevar el nivel de vida dentro de un concepto más amplio de la libertad, y con tales finalidades a practicar la tolerancia y a convivir en paz como buenos vecinos, a unir nuestras fuerzas para el mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales [….] nuestros respectivos Gobiernos, […] han convenido en la presente Carta de las Naciones Unidas, y por este acto establecen una organización internacional que se denominará las Naciones Unidas.»

Hay quienes suelen decir que un preámbulo en un documento de este tipo es una mera declaración de intenciones. Curiosamente, quienes afirman tal cosa suelen carecer de principios, que es lo que realmente se declara en esta parte del documento. No obstante, incluso admitiendo que tengan razón, en su Capítulo 1, con el título de “Propósitos y Principios”, en relación a éstos establece: «La Organización está basada en el principio de la igualdad soberana de todos sus Miembros» (Cap.1,art.1.1), lo cual resulta algo muy difícil de mantener si ya algunos miembros tienen un exclusivo derecho de veto, por lo cual se puede afirmar que la O.N.U. ya nació muerta o, al menos, inoperante e incongruente.

Otra clara muestra de su futilidad se nos revela en el texto del punto 4 del mismo artículo: «Los Miembros de la Organización, en sus relaciones internacionales, se abstendrán de recurrir a la amenaza o al uso de la fuerza contra la integridad territorial o la independencia política de cualquier Estado, o en cualquier otra forma incompatible con los Propósitos de las Naciones Unidas». Resulta obvio que con ello se comprometían a no interferir en políticas intervencionistas como las que Estados Unidos llevaba ya décadas manteniendo en relación a la actividad política interna de otros países, así como en aquellas políticas derivadas del colonialismo que todavía pervivía en la primera mitad del siglo XX (aun en nuestros días existen colonias como Gibraltar, los territorios ocupados del Sáhara Occidental, las Islas Malvinas, y otras muchas, por no hablar de los movimientos invasivos que ocurrirían años más tarde, desde la Guerra de los Seis Días hasta la de Ucrania), y muy fundamentalmente los latentes vestigios del colonialismo británico victoriano que la influencia de la Commonwealth implicaba en la práctica.

Dentro de la O.N.U. existen numerosos organismos con distintas funciones. Entre ellos, A.C.N.U.R., el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (que, según declara «brinda protección a los refugiados de todo el mundo») por una parte, y la Fuerza de mantenimiento de la Paz de las Naciones Unidas, los famosos Cascos Azules por otra. Dado que su ubicación en Siria, Yemen u otros lugares como fuerza de interposición sería absolutamente inútil, y aunque en sus objetivos no aparezca expresamente el de escoltar a los refugiados, dada la enorme cantidad de gente que se está desplazando hacia Europa, entre ellxs muchxs miles de niñxs, quienes no sólo se enfrentan a los abusos de las mafias, sino a la muerte en el mar, de hambre, de enfermedad o de frío, parecería razonable que a alguien en la O.N.U., en A.C.N.U.R. o en cualquier juego de siglas de las tantas de organismos inoperantes tuviese la idea de hacer que el viaje de todos esos seres humanos fuese algo más digno y menos arriesgado facilitándoles el tránsito y protegiéndoles de abusos de todo tipo. Pero eso no parece preocuparle a nadie por algún motivo que resulta fácil intuir, sobre todo teniendo en cuenta que el Consejo de Seguridad de la O.N.U. lo forman básicamente las mismas potencias que están bombardeando al pueblo sirio, confiscándoles sus pocas pertenencias e impidiéndoles entrar y obtener asilo en la próspera, “civilizada” y “progresista” Europa (Estados Unidos, Rusia, Reino Unido, China y Francia) y sus “aliados”, el coro de estados “amigos”, cuyos dirigentxs, ante el sufrimiento de los pueblos, incluso de los propios, muestran la misma sensibilidad que un martillo ante un clavo.

Por centrarme en la O.N.U., voy a citar brevemente sólo algunos de sus programas, que trae cargados de muy buenas intenciones pero carente de la fuerza necesaria para llevarlas realmente a término:

-P.N.U.D. (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo)

-A.C.N.U.R. (Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados),

-P.M.A. (Programa Mundial de Alimentos incapaz de impedir que lxs niñxs haitianxs tengan que hacer galletas de barro con las que engañar el hambre),

-U.N.O.D.C. (Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito),

-F.N.U.A.P. (Fondo de Población de las Naciones Unidas),

-U.N.C.T.A.D. (Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo),

-P.N.U.M.A. (Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente, que silba mirando hacia otro lado mientras las transnacionales negocian el T.T.I.P.),

-U.N.R.W.A. (Organismo de Obras Públicas y Socorro de las Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en el Cercano Oriente, cuya existencia daría risa si no diese tanta vergüenza),

-u ONU Mujeres (programa al cual ni se molestaron en asignarle un juego completo de siglas).

Dado el largo historial de resoluciones inútiles (tan inútiles como absurdo sería llenar estas líneas con los nombres de los infames estados que las incumplen), y teniendo en cuenta que de lo que las personas necesitadas precisan es de una mano y no de un documento firmado, por muy numerosas y altas que sean las instancias que lo firman, ha llegado la hora de que toda esa sopa de letras, ese ejército de manos blancas que comen la sopa boba de moqueta en moqueta, sin pisar jamás el barro de la necesidad (y no hablo de lxs trabajadorxs de campo, sino de aquellxs individuxs que desde sus despachos les asignan fondos y recursos), se disuelva y desaparezca en el olvido que acoge a aquellos proyectos que nacieron entre rosadas brumas de felicidad prometida y se esfumaron en negros nubarrones de injusticia. De lo contrario, los pueblos, acorralados por la opresión, terminarán revolviéndose contra quienes dicen defenderlos.

Artículo escrito por @sinelo1968 pasa Alcantarilla Social

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