La paciencia que tenemos ante la lentitud del cambio de gobierno ya tiene tintes surrealistas
Todo lo que ha ocurrido en la política nacional española desde el 20D, y todo lo que no ha ocurrido porque Mariano Rajoy no movió un dedo durante unos cuarenta días, no es más que un previsible y aburrido preámbulo a todo lo que ha de acontecer de aquí al 3 de mayo, cuando todo el mundo logre el propósito que en público niegan: la convocatoria de unas nuevas elecciones.
Ya antes de las elecciones quedó muy claro lo difícil que sería la formación de un nuevo gobierno, con un PP impotente y un PSOE en horas bajas, por no hablar de los demás partidos que existían ya en los anteriores comicios del mismo rango. Por su parte, Ciudadanos se presentaba como un comodín ideológico que se ofrecía lo mismo a izquierda que a derecha para completar la jugada, la suma de escaños necesarios para gobernar, y Podemos trazaba sus trincheras desde donde avanzar con estratagemas aquí o allá, en aquellas circunscripciones que les pudieran resultar más afines.
A pesar de que los resultados electorales hasta cierto punto eran ciertamente previsibles, nadie calculó la influencia que tendrían, tanto el amago de Francisco Nicolás de presentarse al Senado para descomponerlo desde dentro, como el infructuoso éxito de Carmen Lomana por obtener un escaño en la Cámara Alta desde donde trabajar por ese mismo objetivo. Así, los asientos del Senado tomaron tal cariz de inutilidad o, peor aún, de servir al enriquecimiento personal de un personajillo de semejante alcurnia como el “pequeño” Nicolás, que mucha gente optó por no introducir su papeleta en esa urna, con lo cual el conteo establecido por la Ley Electoral aumentó la proporción de asientos acaparados por el partido más votado, favoreciendo así al Partido Popular, que se topó como por ensalmo con una potencia senatorial, gracias a esa suerte de “viagra” numérica, realmente envidiable para sus representantes en el Congreso, e insospechada para el resto.
Después de que Mariano dijese “no” a la primera propuesta del Rey, y de que el monarca optase por no proponerle por segunda vez ante el anunciado rechazo de Rajoy, éste ha mantenido la misma actitud de pueril pataleo basándose en que sus listas obtuvieron mayor número que las de los demás partidos, pero fue incapaz de rebatir ni una coma, más allá de ese guión pésimo y cansino, cuando Pedro Sánchez le echó en cara que debería haber sido el gallego quien intentase la formación de gobierno en primer lugar, y no el líder socialista. De modo que, por si no fuera poco haber soportado a la chicharra de Rajoy repitiendo el mismo canto hasta hoy, aún nos quedará seguir oyéndole, o bien hasta que alguno de los principales actores de la política nacional decida ceder y permitir la formación de gobierno por temor a unas nuevas elecciones que le sitúen en peor posición, o bien hasta que se repitan las elecciones, y en ese caso, más nos vale tener a mano una buena dosis de paciencia, por no decir de fe, a la espera de que los porcentajes de los cuatro partidos con mayor representación parlamentaria varíen de forma lo bastante significativa para desbloquear este enroque doble en el que nos hemos atascado.
Así las cosas, ya desde primeros de marzo, ahítos de nuestra ración de política nacional, después de haber soportado aquellos largos meses previos al 20D, se nos presentan por delante más semanas y meses cargados de figuras políticas y de tertulianxs procesionando todxs ellxs por los distintos medios, y contando por saetas las obviedades que ya han repetido tantas veces que hasta ellxs mismxs se sienten obligadxs a introducir nuevos matices de vez en cuando y hasta nuevas combinaciones imposibles; y es más, semanas y meses saturados de una densa tensión política a la que la podredumbre de la corrupción, como ese cieno que sale del fondo de un depósito largo tiempo descuidado, ya ha enturbiado en notable grado, pero que todavía según parece se va a ir enfangando más y más. Mientras tanto la vida sigue ajena a tan “trascendentales” gestiones, y la precariedad e indefensión locales, así como las sangrantes injusticias que se cometen con los pueblos sirio, yemení, saharaui, y otros, van a seguir picoteándonos la conciencia, si bien, lamentablemente, con el mismo efecto que esos mosquitos veraniegos que se empeñan en incomodar nuestro sueño cuando, acurrucadxs con el buche lleno, intentamos conciliar el sueño en el cálido confort de nuestras camas.
Dejar una contestacion
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.