Jorge Fernández Díaz, el actual Ministro del Interior, ha protagonizado durante los últimos días de la campaña electoral uno de los mayores escándalos de su partido y de su gobierno, llevando la enfangada política pepera hasta sus últimas consecuencias.
Según publica el Diario Público, él y el representante de la Oficina Antifraude catalana, estuvieron desde el año 2004, conspirando, con el beneplácito del Presidente, Mariano Rajoy, para preparar actuaciones ilegales que incriminasen a miembros de ERC o de CDC, adversarios políticos en Cataluña del Partido Popular y representantes junto con la CUP del proceso soberanista catalán, que tan clavado en el alma tienen.
Las conversaciones telefónicas entre los dos, publicadas por el diario, demuestran que el ministro, ordenó manipular la información que esta oficina había ido recopilando sobre Oriol Junqueras y otros representantes de la política catalana.
El hecho en sí ya es motivo más que suficiente para el inmediato cese en sus funciones, siendo además el máximo responsable de la limpieza y normalidad de las elecciones del próximo 26 de junio. Cabe la posibilidad de que algunas mentes tan suspicaces como la suya pongan en duda su actuación y la de sus más allegados colaboradores, en su tarea de recuento electoral. Al fin y al cabo es tarea de su ministerio y viendo como las gasta ¿quién no sospecharía de su labor? Las denuncias de las irregularidades del voto por correo deben llegarle ya al cuello, pero éste sabe nada entre la mierda. Por lo que pensar que puede manipular los resultados, entra dentro de las posibilidades. Esperemos que Soraya tenga algo más de honradez.
El Sr. Fdez Díaz, ha sido protagonista durante toda la legislatura de escandalosas actuaciones que no se le deberían haber permitido ni tan siquiera en el gobierno de un pueblo de cien habitantes, cuanto menos en la gestión de uno de los ministerios más complejos de un gobierno.
Medallas a imágenes de vírgenes escrupulosamente escogidas, condecoraciones extravagantes, jubilaciones a cargos policiales antes de que pudieran ser incriminados en determinados delitos y no podemos olvidar, el asesoramiento privilegiado de Marcelo, su ángel de la guarda. Para algo es miembro supernumerario del Opus Dei, una secta selecta que recoge lo mejorcito de cada casa y lo encumbra en la sociedad hasta ocupar cargos como el que Jorge ha conseguido. Y como colofón a toda una vida dedicada a la política, la Ley Mordaza.
Durante un tiempo estuvo enfrentado políticamente a otra joya de la corona, Vidal Quadras, una de las mentes pensantes de la más extrema de las derechas de este país, VOX. Sí, hombre, esos que despliegan banderas españolas de 18 metros. Si sabéis bien de quien os hablo. Quizá su disputa fuera por ver cuál de los dos era más de derechas o más franquista.
Que la catadura de falsa moral del ministro es bien conocida, lo sabemos todos. Él, junto con otros de su misma calaña, han perseguido a Podemos hasta llevarle a los tribunales para que un juez o dos o tres tengan que gastar dinero público en las excentricidades del ministro. Querellas archivadas, fiscales que desprecian los informes policiales, intromisión en la beca de Errejón y su supuesto fraude que fue desestimado por no incurrir en ningún delito o financiación ilegal nunca jamás demostrada. Vamos que se pensaban que eran como ellos que tuvieron que pagar una fianza de 1.2 millones de euros como responsable civil del caso de su tesorero, así sin moverse de la cama.
Pero que se haya conocido el desvergonzante hecho de Fernández Díaz y los partidos opositores de Cataluña; no porque se haya sabido que es lo normal en democracia; y que el gobierno no haya reaccionado inmediatamente contra él, solo empuja a pensar en dos opciones. O los miembros del gobierno con el presidente a la cabeza son tan sinvergüenzas y manipuladores como él o eran conocedores del hecho y con su silencio mantenían la trama hasta ver si los resultados les eran positivos.
El Partido Popular es el mayor exponente de la corrupción de este país. Desde la verde Galicia hasta las caldeadas playas mediterráneas, no hay comunidad autónoma, alcaldía o diputación donde más tarde o más temprano no salte el nombre de algún representante de las carroñeras gaviotas a la palestra como cabecilla de una trama de robos, malversaciones, prevaricaciones, asignaciones a dedo o financiación ilegal. Son tantos los nombres que tienes sus casos que dentro de nada la policía y la guardia civil tendrá que designarlos con nombres de flores porque ya no le quedan nomenclaturas posibles.
En un país casi tercermundista, el ministro del Interior estaría cesado. En uno democrático habría caído el presidente con él, no solo por no pararlo sino por haberle elegido como miembro del ejecutivo. Pero España no es país clasificable en ninguna de las dos opciones. España es un país donde el verbo dimitir se asimila a un nombre ruso. Aquí no dimite ni Cristo si viviera. Somos capaces de tolerar lo intolerable, de admitir la corrupción desproporcionada como algo natural, la persecución injustificada, la mentira como técnica de gobierno. Somos el país de los siete millones de votantes a la mafia.
Esta semana, algunos compañeros de trabajo, bromeaban con la idea de un gobierno de Unidos Podemos y podía leer en sus bromas que más que una chispeante metáfora, dejaban leer el miedo en sus palabras. Y yo me pregunto ¿miedo a qué? Nada de lo que puedan hacer los nuevos gobiernos, será peor que lo que nos ha hecho el PP. Si de algo se pueden sentir orgullosos es de haber llevado a este país a la ruina tanto económica, como física como moral.
Hoy se justifica todo, se acepta todo. Los ciudadanos de este país, siguen con su vida aunque los ladrillos donde se sujeta la sociedad se estén derrumbando según caminan. La estela del PP será como los caballos de Atila, que no dejaban nada a su paso. Levantar la economía va a ser una tarea hercúlea pero tenemos quién está dispuesto a intentarlo. Derogar leyes más franquistas que las que el propio Franco hubiera decretado, solo será cuestión de tiempo. El partido del gobierno ha hecho retroceder a España cincuenta años, sobre los que ya traíamos de retraso con respecto al resto de Europa. Cuando Franco entró en Madrid en 1939 muchos vitorearon a las tropas golpistas y aceptaron con una sonrisa y unas lágrimas la masacre de la sociedad. Espero que el día 26 de junio, sus herederos lloren pero no de alegría, al ver como los dignos hijos y nietos de aquellos que sumaron al país en la oscuridad, pierden las elecciones y dejan por fin que España recupere el aire que nos han ido quitando paulatinamente durante los últimos cuatro años.
Si Jorge Fernández Díaz no dimite o no se le cesa, no quedará duda de que vivimos en una dictadura que se ríe abiertamente de los ciudadanos. Una dictadura que muchos mantienen con el simple hecho de meter una papeleta en una urna. Ellos y no otros serán los verdaderos culpables de que aquí no se pueda vivir.
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