El amor tiene muchas formas de expresión, muchas formas de ser y de evidenciar su presencia en este mundo que tanto nos empeñamos en desmontar nosotros los humanos.
Hay quien no entiende el amor sin una presencia divina que decida lo que es bueno o lo que es malo.
Hay quien necesita de un guía mesiánico que le indique cada paso a dar en su bondadoso sentido de la vida.
Luego estamos los tristes mortales, tan pragmáticos, tan cortos, tan utilitarios.
Amor de madre, de pareja, filial, a unos colores…
Filias y fobias e incluso trastornos mentales son confundidos con el amor.
Pero… ¿qué es eso del amor? ¿cómo lo podremos distinguir cuando lo tengamos delante?
Unos lo llamamos bondad que no es más que la capacidad de ser importante para los que te rodean.
Convertirse en esa persona en la que todos piensan cuando necesitan algo.
Convertirte en ese amigo que no está pero que sí está.
Otros entienden el amor como una entrega, generosidad pura que da sin condiciones, sin consecuencias.
Así, esa forma de bondad crea personas que se van a cruzar en tu vida, que no te necesitan en absoluto, que no te juzgan y a las que tus errores les importan cero absoluto.
Personas que no necesitan que se les pida nada, lo van a compartir porque ellos, los generosos, saben mejor que nadie que la generosidad es un acto terriblemente egoísta y que el placer de ser generoso no hay droga por fuerte que sea que lo iguale.
Ciertamente el amor tiene muchas formas, unas más físicas y obvias; otras más sutiles y valiosas.
Pero hay una cosa que el amor esconde. Es un trozo de alma sensible en extremo, una debilidad que se defiende con pundonor.
El amor llega envuelto de gruesas capas de odio, armazón córneo armado de púas terribles.
Si osas ofender al amor, su coraza espinosa podría fácilmente matarte.
El amor que sabe de esas cosas, no quiere matar a nadie, odia ese dolor que genera su alma cuando llega el despecho, es por eso que, asustado por las consecuencias de su propio yo extraño desatado, traicionó al odio creando la defensa definitiva: la indiferencia.
Es algo que nunca debemos olvidar, algo que deberíamos tener presente los hombres que solo somos hombres.
Imperfectos, torpes, insensibles; personas simples y sin profundidades excesivas.
Necesitamos que alguien nos recuerde de vez en cuando que en esas ocasiones en que un ser querido nos ha tratado con hiriente indiferencia, posiblemente nos hayamos ganado su odio.
Debemos entender entonces que esa persona que nos humilla mirando hacia otro lado en el momento justo de cruzarse con nosotros, no nos está odiando, es su forma de perdonarnos y cargar con el amargor de nuestros fallos ella misma.
Esa persona que deja de sonreír al vernos y se refugia en conversaciones banales con la persona más cercana para evitarnos, no nos está odiando, está manteniendo su odio bajo control; nos está salvando la vida ignorando que existimos porque no quiere hacernos daño, al menos no tanto como el que nosotros hemos infringido a esa persona.
Todos tienen la verdad de su lado porque todos entienden, aunque no de manera consciente muchas veces, que en el dejar ir la vida, dejar volar las almas huidizas, es donde nace la bondad primordial: el perdón.
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Perdón no es una de las palabras mayores, es La Palabra mayúscula, la que abre puertas, la que derriba muros, la que evita guerras, la que asfixia a la prima imbécil del odio: la venganza.
Perdón no es exención de consecuencias, perdón no es impunidad ni olvido de los actos.
Perdón es recibir a la víctima del engaño con el corazón amable, con la mano tendida y la mejor disposición.
Perdón es recibir al confundido y no mencionar su confusión para evitar a su pobre espíritu la vergüenza de revivir sus pecados.
Perdón es caminar de frente junto al que se incorpora cansado, darle un brazo en el que apoyarse y una conversación que le acompañe.
Perdón es compartir la emoción de una pasión renacida, regalarla, explicarla, gritarla a los cuatro vientos para que sirva de faro a otros corazones heridos.
Perdón es olvidar que un día nos odiábamos; que fuimos enemigos y encontrar razones de peso para hoy caminar juntos.
Y sí, llegados a este punto, he de reconocer que estoy hablando de política.
Porque en la política es donde maduran los mayores engaños, donde se crean los más engañados, es la máquina de herir profundamente, la trituradora de pasiones.
Infierno en el que moran los ángeles caídos, los humanos que han hecho uso y abuso de la intención para degenerar en odiadores de profesión, mentidores, agitadores, violentos; convencedores profesionales.
Bestias que son azote para mentes blandas que no necesitan ni quieren el conocimiento ni la verdad.
Urdidores de falacias, insultadores, farsantes, gritadores que asustan a madres, a padres a nietos y nietas, a todos con sus certezas inventadas.
Argumentos laxos para imbéciles que solo quieren que alguien como ellos les de la razón como sea y al precio que sea.
Alivio de egos muertos que solo necesitan sentir la bota sobre el cuello, la falsa seguridad que irradian los tiranos protectores para caminar seguros bajo el cielo justiciero.
Tendremos mucho que hacer, mucho que arreglar, muchas cosas que devolver a su estado natural tras tantos siglos de pura perversión.
Tendremos que hacer todo de la nada y… sí.
Muchísimo que perdonar.
Pero cuidado, no hablo de consentir, hablo de perdonar.
Ahora que conocemos la diferencia, espero que no caigamos en errores pretéritos; el delito debe castigarse con ferocidad.
La interpretación es absolutamente vuestra.
«Enamorao» me tienes. Chapeau Monsieur, …
Pst, pst…
Esto no es lo que parece ein????
XD XD XD XD