Decía Gerard Brenan en “El laberinto español” que la derecha española es una clase de derecha política que no se asemeja a ninguna otra en el mundo. No comparte, con los partidos de ideología similar del resto de Europa (al menos la Europa a la que llevamos siglos intentando imitar) valores que están por encima de cualquier duda. Nuestra derecha, encabezada mayoritariamente por el Partido Popular, por mucho que ellos quieran alardear de ello, no tiene nada que ver con la derecha alemana, británica o francesa.
Que un gobierno español en el año 2015 (cuando hasta los turistas viajan ya al espacio) siga aprobando leyes como la Ley Mordaza, deja claros indicios de que la modernidad, los avances en humanidades y ciencia o los que la sociedad, por propia evolución va consiguiendo, le son tan desconocidos como ese filósofo que en el siglo XV ya desmontó el mito del Belén viviente. Durante el último gobierno, nuestros ínclitos gobernantes, abusando de una mayoría absoluta que ya hubiera querido para sí Luis XVI, en un afán de extremo paternalismo, defendían a capa y espada leyes propias de los primeros años de la dictadura, enfatizando que lo único que buscaban era el orden en el caos. Solo nos quedaba la duda de si nos estaban tratando como a idiotas o simplemente como a niños de pecho.
Pero quizá el rasgo más característico de la derecha española sea su financiación. Hemos sido testigos de importantes movimientos policiales en busca de la prueba que todos nosotros estábamos sospechando. El partido del gobierno, y que a día de hoy ha recibido algo más de siete millones de votos, ha dejado a la mafia calabresa a la altura del betún.
Un partido que durante el año 2013 (según el informe elaborado por ellos mismos y que puede consultarse en los diferentes medios informativos) recibió del Estado la nada desdeñable cantidad de 58.284.686,24 euros y de sus afiliados, 13.301.932,99 euros, que sumados a otros ingresos de origen lícito le dan un resultado de casi 72 millones de euros en un año. Pues como no les debió parecer suficiente, se enrolaron en un entramado de corrupción, de un saqueo indiscriminado de las arcas públicas, donde el que no cobraba era porque no quería.
Hemos asistido al bochornoso espectáculo de ver a todo el Grupo Popular en el Ayuntamiento de Valencia, salvo una mujer, imputado por delitos de corrupción. Se está investigando el caso Aquamed, que le ha costado ya la cabeza al número tres de la Vicepresidenta del Gobierno. Castilla La Mancha, el Ayto. de Madrid, la trama Púnica y un largo etc., que dejará sin apodos para nombrar casos de corrupción a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado.
Aun así, los dirigentes del partido más corrupto que ha dado la historia de este país siguen incidiendo en que son casos aislados. Cientos de imputados, millones de euros en comisiones, cuentas en Suiza, ministros con empresas en Panamá y en las Islas Jersey…y la única dimisión ha sido la del exministro de Industria, José Manuel Soria, salpicado por tantos casos y tantas mentiras que hasta ellos estaban en estado de perplejidad.
Efectivamente nuestra derecha es distinta a la europea. En Alemania, un cargo público dimite por haber mentido en su tesis doctoral o por cargar al erario público un ticket de aparcamiento.
En España, los miembros del Partido Popular no dimiten ni aunque la Guardia Civil les esté esposando después de haber aniquilado la democracia, haber mentido descaradamente a sus votantes y no votantes o haber creado una estructura mafiosa que extiende sus tentáculos por todo el territorio nacional. Llegados a este punto, los ciudadanos ya no nos conformaríamos con unas cuantas dimisiones o la “dureza” que según ellos emplean con el corrupto. Véase el caso concreto de Rita Barberá que tiene muy poco de duro.
Hoy, para recuperar el mínimo de decencia que se necesita para subsistir, el PP debería literalmente, extinguirse.
Gerard Brenan tenía razón. Pero en su explicación no añadió un punto a tener en cuenta. La derecha española es única en su especie y los votantes de la derecha española, también. Cómplices silenciosos de un latrocinio sin parangón. Porque el PP ha sido el partido más votado, ya que los siete millones de papeletas han sido introducidas en las urnas por personas que en su fuero interno saben que actuarían igual si su ocupación laboral fuera un cargo público. Ese es el gran apoyo de la corrupción. La justificación de que yo haría lo mismo, de que todos son iguales. No hay siete millones de ricos en este país. Pero sí hay siete millones que piensan que los partidos de izquierdas les van a quitar la pensión, la casa y les van a obligar a vestirse con ropa del Alcampo. Señores, lo único que les pedimos a los votantes del PP y ahora también a los de su hijo pequeño, Ciudadanos, es el mínimo nivel cultural para abrir los ojos y ver la realidad tal y como es. El día que eso ocurra de verdad, la derecha española o se adapta a los nuevos tiempos, o desaparecerá. Espero vivir para verlo.
Artículo de @belentejuelas para Alcantarilla Social.
Muy certeras las razones expuestas en el artículo, y que comparto, aunque, a mi entender, hay más razones. Muchos de estos fanáticos de la derecha, no son personas incultas ni indocumentadas, pero están lastradas por las pautas de una educación enfocada desde el punto de vista de la Iglesia Católica que, no olvidemos, ha ejercido durante siglos en nuestro país un auténtico «lavado de cerebro». Para llegar a ver lo que deseas, habría que conseguir que España fuera un estado laico en todos los conceptos. Solo entonces podríamos empezar a hablar de un cambio de mentalidad.