Tenemos los seres humanos, al menos los de esta época actual, una extraña e insana propensión a creer que todo es tal cual hasta que todo cambia de golpe de un día para otro. Así, lo mismo que de niños asumíamos que la transición entre una etapa histórica y otra se producía sin solución de continuidad, esto es, que la gente se acostaba romanizada una noche y a la mañana siguiente se levantaban medievales, interpretamos los cambios de era con la misma brusquedad.
Por ejemplo, muy fan de esta web leo que
«[…] el 4 de Septiembre del 476. Esta es la fecha que figura en las Enciclopedias como el principio de la Edad Media. Pero esta separación artificial entre la Edad Antigua y la Edad Media es un capricho de nuestros días. Para quienes vivieron y sufrieron aquellos turbulentos años no hubo ninguna diferencia entre ser gobernado por Nepote, Augústulo u Odoacro.» (Historias de la Historia)
Es más, esto ocurre no solamente en el ámbito histórico; en el estudio paleontológico tendemos a interpretar la ausencia de información inter-homos como un paso brusco de un estadio a otro, y en el arqueológico nos sorprende que la población de un concurrido lugar lo abandonase “de pronto”, “repentinamente”; y así en otros ámbitos.
De esta forma, cuando supimos que los mayas habían creado un calendario en el que se hablaba del fin de una era, no sé si enfermos del virus católico, o del judeocristiano quizás, empezamos a elucubrar con un gran cataclismo en un día concreto que cambiase el mundo entero de la noche a la mañana o, dicho con más propiedad, de un día para otro.
La forzosa compartimentación de las figuras de un calendario nos generan la engañosa sensación de inmediatez en los sucesos, de que los tiempos cambian a golpe de… aquel, esto es, de calendario.
No obstante, en el fondo los mayas tenían razón: estamos en una época de grandes y profundos cambios. A los historiadores del futuro no les resultará fácil establecer el momento aproximado en que las cosas empezaron a cambiar, e incluso habrá entre ellos, como ahora, distintas corrientes de pensamiento, distintas interpretaciones de los hechos y de su repercusión social e histórica; y sin embargo, aunque no se vea hoy día con claridad, todo está cambiando, aunque paulatinamente, de una manera tan profunda que no somos capaces de imaginar cómo será el mundo dentro de cincuenta o incluso de treinta años, por más que nos creamos capacitados para especular en la dirección correcta.
En el ámbito político estos cambios fueron más allá de la polarización mundial durante la Guerra Fría.
La desaparición del llamado Telón de Acero supuso una distensión en esa polaridad, una moderación que, vistos los resultados, quizá fue más bien aparente.
En el aspecto político estamos asistiendo, yo diría que a nivel mundial, a la desaparición del centrismo, a una fuerte polarización social que, me temo, culminará en algo nada bueno en sí mismo, por más que tras el tumulto la sociedad vuelva a serenarse y reorganizarse, esperemos que mejor que ahora.
Esa desaparición aquí en España comenzamos a verla con la muerte de Franco: el surgimiento de un partido centrista pareció de nuevo romper la polaridad del país, pero como estamos viendo hoy día todo fue una ilusión, un engaño, dado que no era un centrismo real, sino más bien una postura moderada frente a las fuertes disensiones que sufría el país. Aun así, de nuevo los cambios no sucedieron “de un día para otro”; ni siquiera llegaron tras varios años de cambio político. Incluso reconociendo que el marco político sí que cambió notablemente, y por ende el legislativo (o viceversa), no se nos escapa que en la sociedad subyace una gruesa capa de continuismo que quizá se escape a aquellos historiadores que citaba antes.
Reconvertida la UCD de Suárez en su CDS, una vez desaparecido éste, ese espacio de pseudomoderación lo llenaron alternativamente el PSOE de Felipe y el PP de Aznar, pero siempre, de nuevo, de forma aparente. Para cuando ella fundó su partido, la debilidad de las posiciones centristas era ya notoria, y aún así Rosa Díez tuvo la osadía de intentar su control desde UpyD, pero fue como insertar un tornillo en un agujero que ya está dado de sí.
La brutalidad del sistema económico capitalista nos está dejando ver el esqueleto del sistema social, que está volviendo a una polarización tan extrema como para llevar a la desaparición de las últimas posiciones medianamente moderadas: el socialismo. Lo hemos visto en diversos países de la UE (aún a día de hoy sigue insistiendo el partido laborista inglés por revivir el socialismo), lo hemos visto en el fracasado intento de Obama por tomar alguna medidas sociales básicas, y lo estamos sintiendo en nuestras carnes con el debilitamiento enfermizo del PSOE en nuestro país.
De modo que, sí, los mayas tenían razón. No necesariamente un día concreto del año 2012, pero los cambios más profundos están teniendo lugar en esta época, una época de grandes cambios que, a través de una polarización radical de los movimientos sociales nos llevará, más pronto que tarde, a un largo periodo de convalecencia; eso, suponiendo que alguna civilización consiga sobrevivir.
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