Tenemos lo que nos merecemos.
Un país que permite que le roben sus gobernantes, y que continúe depositando la confianza en ellos, no tiene derecho a quejarse.
Un país que permite que la justicia haga distinciones en función del status social de la persona juzgada, y que continúe depositando la confianza en esa justicia, no tiene derecho a quejarse.
Un país que recibe con indiferencia que su anterior Jefe del Estado haya estado utilizando los fondos depositados en el estado para encubrir sus devaneos, no tiene derecho a quejarse.
Un país que descubre que su anterior Jefe del Estado ha multiplicado su fortuna, sin que nadie ofrezca explicaciones de ello, no tiene derecho a quejarse.
Un país que tolera la financiación irregular del partido que gobierna, no tiene derecho a quejarse.
Un país que se queda en casa, cuando le están usurpando sus derechos, no tiene derecho a quejarse.
Un país que se queda impasible cuando, en lugar de debatir sobre los problemas que le afectan, se indigna por los problemas de un estado que se encuentra a miles de kilómetros, no tiene derecho a quejarse.
Por eso tenemos lo que nos merecemos. Porque somos una nación aletargada y adormecida, drogada con una sustancia llamada “Transición del 78”. Vivimos en un engaño continuo del que únicamente una minoría quiere escapar.
Somos un conjunto de individuos que todavía adora al becerro de oro. Se me hiela la sangre en las venas cada vez que veo a Felipe González, Alfonso Guerra, Rubalcaba, Bono y toda la vetusta vieja guardia, en la primera fila de los mítines de sus apadrinados. Ellos, que lanzan toda suerte de vituperios contra el comunismo y las doctrinas marxistas, me recuerdan a los viejos tiempos de Kruschev. De la gerontocracia. No pueden parecerse más a aquello contra lo que braman. El control férreo del partido y del poder. Estos desalmados que pretenden continuar aferrados a ese poder hasta que la muerte, con afilados y blanquecinos dedos, los arranque del sillón y deje un vacío que ocupará otro, ya camino de carcamal, también.
Tenemos lo que nos merecemos porque somos incapaces de vencer el miedo a lo nuevo, a lo desconocido y a lo innovador.
Tenemos lo que nos merecemos porque nos tragamos como una píldora las soflamas que nos lanzan los medios de comunicación controlados por las grandes corporaciones capitalistas y el poder económico.
[Tweet theme=»tweet-box-normal-blue»]Tenemos lo que nos merecemos porque somos incapaces de vencer el miedo a lo nuevo, lo desconocido y a lo innovador.[/Tweet]
Tenemos lo que nos merecemos porque no somos capaces de creer en nosotros mismos y en la idea de que es posible construir un país mejor, más igualitario, más democrático y mejor repartido.
Tenemos lo que nos merecemos porque persistimos en vivir adormecidos por la toxina que nos suministran todos los días, para que nos traguemos, a cucharadas soperas todas ,sus mentiras de la macroeconomía, de la recuperación económica, de las bondades de un sistema que solo beneficia a un puñado de individuos que viven a cuerpo de rey, mientras el resto lucha porque el lodo no les llegue a la boca.
Tenemos lo que nos merecemos. Y lo seguiremos teniendo, mientras no nos dejemos llevar del consejo del amigo que desea desintoxicarnos.
Claro que sí , tenemos lo que nos merecemos. Hay que votar a lo nuevo, a los que hablan de casta y ya son casta, a los vendedores de crecepelo, a los que se aprovechan de lo mal que lo pasa la gente para prometerles la arcadia feliz, etc, etc.
Si la gente no los vota es por que no es tan tonta. No queremos acabar como Venezuela, con los Iglesias y compañia jodiendonos la vida.
Claro que sí , tenemos lo que nos merecemos. Hay que votar a lo nuevo, a los que hablan de casta y ya son casta, a los vendedores de crecepelo, a los que se aprovechan de lo mal que lo pasa la gente para prometerles la arcadia feliz, etc, etc.
Si la gente no los vota es por que no es tan tonta. No queremos acabar como Venezuela, con los Iglesias y compañia jodiendonos la vida.