¿La mujer anónima ha de ser feminista o no?
Hace pocos días leí un tweet que decía: «Vengo de velar a una alumna. Su marido le metió 12 balzos. Su problema fue creer que podía estudiar para no depender de él» Mientras lo leía, el estómago se me encogía, en mi garganta se instalaba un nudo y mis ojos se llenaban de lágrimas; el pecho se me encogía y todo el cuerpo se me estremecía. Mi alma no puede creer que esto siga sucediendo. Ser mujer y proclamarse feminista no es sencillo sin que la tachen de amargada, hembrista, histérica, loca, puta, hasta de misandria.
¿Es más fácil hablar y actuar desde una posición cuando se tiene un reconocimiento a nivel social?
Si a una mujer famosa se la agravia o se la intenta hacer callar, otros compañeros, mujeres relevantes y anónimas, la apoyan, alzan su voz. Todo se complicado cuando la mujer no es famosa. No importa si su día a día es trabajar fuera y dentro de casa. Su obligación consiste en ser hacendosa, ama de casa, madre, y, si le queda tiempo, se lo ha de dedicar a sus hijos y a su pareja. Cuando una anónima es silenciada y otros buscan hablar por ella, está sola. No tiene quien, a su lado, encumbre su voz para que suene más alta y así poder ser escuchada. Ella… “es nadie”.
La mujer anónima, sencilla, tal vez sin estudios reglados, que va adquiriendo conciencia porque va comprendiendo su situación y la de tantas otras mujeres que aceptan lo que les llega por creer que es lo que les toca, es la que tiene más obstáculos para proclamarse feminista. No es que no pueda ser feminista. Es que no puede reclamar su lugar en la sociedad. La sociedad en la que vive ya la ha puesto en un lugar del que no va a poder salir con ninguna facilidad. Tal vez, jamás pueda llegar a ser “ella”.
Es la anónima que vaga por su vida como si algo le faltara. Reconoce que no quiere lo que le está tocando vivir. Busca saber qué hacer y comprender por qué no ha decidido cambiar antes de estar tan atrapada. Anhela sentir su esencia. Es consciente de estar rodeada de impedimentos, creencias, estereotipos, influencias, imposiciones, prejuicios, que le van a complicar mucho más el poder luchar. Le falta tiempo para estar en grupos que la apoyen, escuchen, arropen y le ayuden a intentar salir de un bucle que la aprisiona cada vez más y más. Tanto que un día ya no será capaz de ver una salida. “Tampoco puede acudir a charlas de otras feministas que le enseñen a saber argumentar con perspectiva de género, para que se pueda entender que las feministas no critican a los hombres ni buscan oprimirlos, sino que se van contra hechos, acciones; para que se dejen de normalizar ciertas conductas y clichés que infravaloran a la mujer.
Cuando la desconocida lee o escucha noticias en las que otra mujer ha sido asesinada, maltratada, violada, infravalorada, humillada, no escuchada, por el hecho de ser mujer, se da cuenta de que ella podría ser la siguiente, si no lo está siendo ya. ¿Por qué la siguiente? Porque su familia, pareja, en su entorno, no escuchan lo que ella reclama y la hacen callar. Porque sus hijos le exigen demasiada atención, a pesar de dedicar su vida a ellos. Porque sus amistades piensan que se queja por quejarse. Porque cuando sale al mundo para ir a trabajar, o a estudiar, sabe que se encontrará con el baboso de turno que le dirá lo guapa que está y se le insinuará. O peor, le intentará toquetear y se escandalizará porque ella es incapaz de aguantar una broma. Quizá sea esa mujer que suele escuchar lo mal que le han sentado las vacaciones, el ser madre… O simplemente al ser «poco agraciada» sus compañeros siempre tendrán una palabra de guasa o menosprecio hacia su imagen. Sus compañeras más «bonitas» le insistirán en que aprenda a vestirse para disimular cualquier cosa que se considere defecto, que se maquille, que se calce tacones; que sea la mujer que se espera que sea. Sabe que siempre habrá quien le recuerde que vivimos en el lado del mundo donde la mujer es más reconocida y no tiene los problemas que pueda tener la mujer de un país más machista. Y tantos otros tópicos y prejuicios que lo único que buscan es no saber qué significa ser feminista. Ni interesa comprender que incluso la mujer occidental sigue viviendo oprimida, cosificada y que el maltrato y violencia son sistemáticos y estructurales.
«Una mujer sin un hombre, es como un pez sin bicicleta» Expresión de la famosa periodista Gloria Steinem. Cuando la mujer anónima entiende esa frase vislumbra que no precisa de ningún hombre para realizarse. El hombre puede ser compañero de viaje, porque la mujer anónima, al adquirir conciencia decide luchar, no callar, a pesar de no ser escuchada ni reconocida; sí olvidada, sin siquiera saber de su existencia. Decide luchar por la muchacha asesinada a balazos, por todas las asesinadas, por todas las maltratadas, por todo tipo de maltrato y opresión. Sabe que lo tiene mucho más difícil y complicado que la mujer famosa, pero decide proclamarse feminista. Lo hace por no entender por qué han de seguir maltratadas a pesar de vivir en este lado del mundo, por qué se lucha contra el feminismo sin saber qué es lo que busca, por qué se infravalora a toda mujer que quiere su emancipación, si no busca privar a otros de la suya. No comprende por qué sigue habiendo hombres que creen que pueden hablar y opinar por las mujeres sin escucharlas.
¿Por qué no luchar por la igualdad de todos para evitar la opresión? ¿Por qué no exigir que las mujeres ocupen su lugar y no el que la sociedad sigue imponiendo? ¿Por qué no abanderar el feminismo? La mujer anónima que decide que sí ha de ser feminista es porque comprende lo que hay en juego, tanto para las mujeres como para los hombres.
Artículo de @Dalila_sin para Alcantarilla Social
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