Cuanto más leo a mis compañeros y compañeras, votantes de PODEMOS, más tristeza siento.
Parece mentira que no hayamos aprendido nada, parece mentira que a estas alturas, con todos los palos recibidos y con todos los palos que sabemos nos quedan por recibir, no tengamos la claridad de ideas ni la templanza democrática suficientes para soportar una triste prueba de estress.
Fuimos a elecciones, perdimos y nos enfurecimos.
Sabíamos que no íbamos a ganar, sabíamos que era demasiado pronto y que sin nada demostrado en el campo de batalla que es la vida, el día a día, iba a ser muy difícil, por no decir imposible, la victoria.
Buscamos alianzas, no las conseguimos y también nos enfurecimos.
Sabíamos que todos los partidos de la casta eran lo mismo, que tras las siglas estaban los mismos nombres, las mismas firmas.
Sabíamos que PODEMOS necesitaba mayoría absoluta o no sería.
Nos regocijábamos en nuestros nombres propios, en el peso específico y la claridad de ideas de los que sí nos representan y cuando unos pocos, muy pocos, optan por salirse del guión y buscar dar satisfacción a sus propias ambiciones, nos enfurecimos.
Sabíamos que podía pasar, sabíamos que cuando abres los brazos y cierras los ojos puedes ser abrazado por cualquiera.
Sabíamos que el partido era como un saco de arena al pasar por una criba, hay que hacer saltar los granos hasta que los que pueden pasar pasan y los que no pueden pasar quedan al otro lado del tamiz.
Y así ocurrió, lo que cuesta entender es la ferocidad demostrada hacia los que no han dado la talla para pasar.
He de reconocer que no soy una excepción, he de aceptar el hecho de que yo tampoco he pasado el test de estress que se nosha planteado con esta situación.
He necesitado un recuerdo vago y una lectura afortunada para dar calma a mis percepciones.
Hace un tiempo, no tanto tiempo como para ignorarlo, que un tal Sócrates explicaba su relación con una extraña entidad que le atosigaba.
Daimones se llamaban esas entidades y en el caso del filósofo griego, era una presencia en constante antagonismo con su propia voz interna.
Llegó un momento en que el hombre podía detectar cuando se aproximaba su daimon, podía sentirla agazapada; esperando un solo momento de vacilación para para asaltarle, para acuciar su determinación en aquellos momentos en los que una decisión había de ser tomada.
Entonces aquella entidad aparecía, retorcía los acontecimientos; distorsionaba las ideas y en esa guerra de consciente majadería, hacía aflorar argumentos desapercibidos a la razón; pros y contras diferentes a aquellos que fuimos capaces de ver.
Decía Sócrates que esa entidad alardeaba de una personalidad propia e independiente del sufrido filósofo que la padecía, que su voz no era imaginaria sino perfectamente audible para los hombres que se detienen a escuchar.
Esa voz hoy se ha tirado el pisto conmigo y aunque no tengo ni los mimbres de Sócrates ni la capacidad de detener mis pasos para pensar; se ha dejado oir.
Pensaba en los acontecimientos que nos ocupan, unos chicos díscolos deciden que merecen más, que ese papel secundario eterno bajo la todopoderosa sombra de Pablo Iglesias ya no les interesa.
Quieren más.
La ambición es un sentimiento brutal, no es para cualquiera, es algo inherente al ser humano y no siempre para bien.
La ambición envilece, entontece, hace cometer errores y a veces dibuja las estrategias más sublimes.
Podemos juzgar los métodos, pero no a la ambición ni a la persona que la sufre.
Pudimos reaccionar con las armas que otorga nuestro conocimiento de la propia identidad, pero reaccionamos con ferocidad.
La ira nos venció, el despecho, la rabia anularon de un plumazo nuestra capacidad no solo de pensar, sino de observar las cosas; los acontecimientos, los hechos desde una perspectiva no-subjetiva, no tribal, no política, sino más cercana a la objetividad.
Pudimos pensar «OK chicos, he aquí vuestras intenciones y vuestras propuestas; no son las mías así que tanta paz llevéis como gloria dejáis; suerte».
Pero no, he de tragarme la píldora de ver cómo os insultáis los unos a los otros, veo la corriente de reproches de un lado al otro del mismo barco y veo que no, que no estamos listos para vencer si no podemos solventar con absoluta normalidad estas situaciones.
Somos mucho mejores que todo eso, hemos aprendido, hemos sufrido y nos hemos indignado juntos cada maldito día desde aquellos tiempos en los que no teníamos a quien votar y nos conformábamos con postear «Vota a otros».
Podemos cuestionar las decisiones, criticar las declaraciones, condenar las estrategias de la otra parte de este barco sin necesidad de herir o atacar al rival; ni siquiera en el caso probable de que el fin de nuestro contrincante sea destruirnos.
Separar nuestras voces afectadas de rabia y las de nuestros daimones, es difícil, requiere de una cruel y constante autoevaluación, pero hoy más que nunca necesitamos recuperar y obtener perspectivas novedosas; actitudes tranquilas y firmeza en nuestras convicciones.
La violencia y la rabia no son el camino.
No es para cualquiera, pero amigos…
Nadie dijo que conquistar el cielo fuese un camino de rosas.
Por el momento…
Prueba de estress no superada.
Caminante no hay camino,se hace camino al andar y al mirar la vista atras se ha ver la senda por la que no se debe volver a pisar. No se trata de rasgarse las vestiduras , sino de sacar experiencia, superacion de errores y seguir, cuando falta madurez politica , las emociones nos pueden, como en cualquier orden de la vida. Un saludo.
Esperaba más temple en losnuestros, la verdad.
Pero entiendo que esas cosas cuando vienen de dentro, duelen el doble.
…y a pesar de todo, querido elsopazax, …son la única vía honesta por dónde pasar.
El stress tenía que llegar, es inevitable. Y otros llegaran. Tambien inevitables.
A mi, los dires y diretes, de unos y otros, todos…pero todos, …me valen. Incluso con aquel con quien no empatizo, porque me hace ser mejor, mas crítico, mas exigente, y mejor persona.
El libro de la guerra lo deja claro. Respeta a tu enemigo, venéralo, y confia en lo que es, porque te mostrara tu camino. El camino de como vencerle.
El amigo, el compañero, el socio, …siempre traiciona tus expectativas de ellos. No es culpa suya. Si no nuestra. Porque nos confiamos en nuestros egos creyendo que los demas son extensiones nuestras. Y así, cada uno de todos.
Y entonces, un día, llega la cruel verdad que hemos obviado. Los egos se rebelan frente a otros egos, y el dolor inesperado de las traiciones de los compañeros, duelen mas que las heridas de guerra contra el enemigo.
Si naturalizamos que lo que sucede en Podemos no es mas que la vida misma, entonces no habra sufrimiento.
Hay un barco. Un destino. Y una tripulacion amplia. Si aceptas el destino, poco ha de importar si el barco es mas bonito o mas feo, o si la tripulación pelea por e timon. Todo eso no importa, mientras ..nadie, pero nadie, nadie, nadie….modifique el rumbo, ni cambie el destino.
Las tormentas pasaran, y de la calma surgirá, la conducta serena para manejar la nave.