Sentir miedo es algo tan humano como sentir alegría o felicidad. Es uno más de los muchos sentimientos que podemos experimentar. Los animales también sienten miedo y sus reacciones muchas veces son bastante similares a las que tenemos los humanos.
El diccionario define miedo como «angustia por un riesgo o daño real o imaginario.” Los psicólogos y psiquiatras, nos hablan de tres enfrentamientos básicos ante situaciones que nos provocan miedo. La primera de ellas es la huida. Escapar de la situación o de la persona que nos produce la sensación. La segunda es enfrentarle, plantarle cara para reducir la angustia y descubrir si somos capaces de dominar la situación con un comportamiento agresivo e incluso violento. Pero además describen otra reacción muy común, mucho más de lo que nos imaginamos. La sumisión, la aceptación pasiva de la situación de forma que no se muestre ninguna reacción. El sentimiento es tan poderoso que nuestro cuerpo deja de reaccionar. Se paraliza, porque lo que provoca nuestro miedo, invade todo nuestro cuerpo y nuestra mente impidiendo cualquier reacción o muestra de rechazo. El miedo no es solo un sentimiento, lleva parejo unas reacciones físicas visibles, que son resultado de la alteración de nuestro sistema nervioso. Sudoración, temblores, aceleración del pulso, ofuscación en los pensamientos, sequedad de boca, angustia, ansiedad, etc. El miedo es un sentimiento tan poderoso, que sus impresiones en nuestra mente, pueden mantenerse durante mucho tiempo después de que la situación de riesgo haya finalizado. Es lo que se conoce como estrés postraumático. Pesadillas consistentes en revivir la situación en un sinfín, miedo constante, ansiedad, son síntomas de este trastorno que se sufre tras hechos como la guerra, los desastres naturales o las violaciones.
No voy a dar una clase de psicología porque no puedo hacerlo ni es el medio para ello. Solo trasmito una serie de datos recogidos por los especialistas y a modo general. Pero cualquiera de vosotros que busque estos datos en internet o le pregunte a un profesional, recibirá las mismas respuestas. Una violación es un hecho traumático. Es una sensación que produce miedo. Un miedo terrible. Y la reacción de cada ser que se enfrenta a ella es distinta. Tan diferente como cada uno de nosotras.
Mucho se ha hablado de la sentencia por la violación llevada a cabo por La Manada en los San Fermines de 2016. Y la sentencia ha provocado ira, indignación, dolor, pena, tristeza, impotencia, etc, en toda la opinión pública que tenga un mínimo de humanidad en su interior. ¿Por qué? Pues porque los jueces han hecho caso omiso de pruebas, testimonios de peritos y expertos, de la propia víctima y de su situación psicológica de entonces y de ahora y han declarado que esos cinco jóvenes, no violaron a la cría (tenía 18 años) a la que llevaron entre todos al portal oscuro donde la atacaron. Solo abusaron de ella. Su respuesta, es porque no hubo violencia ni respuesta de la joven. Según ellos, ella no mostró con contundencia el rechazo a la situación que estaba viviendo. Los jueces, han demostrado que no saben leer en los ojos de una mujer asustada, dominada por el miedo, por el pánico a ser todavía tratada peor si cabe. La joven, adoptó una de las tres reacciones básicas ante el miedo. La sumisión, la aceptación de la situación para que acabase cuanto antes, para que todo durase el menor tiempo posible. Tampoco han tomado en consideración la forma en la que ellos se vanagloriaban del hecho. Como lo trasmitieron, lo grabaron y se jactaban de haber conseguido una chica a la que violar todos. Es más, uno de los jueces lo ha considerado una situación de jolgorio sexual. Es así, el tribunal que ha juzgado a los cinco miembros de la banda de criminales, los condena a una pena irrisoria, demostrando a la víctima que sus sentimientos no son válidos y que su miedo no era tal. Para ellos habría sido mejor que la molieran a palos o que la matasen por su resistencia. Entonces si habría violación, pero no sería asesinato, solo homicidio, como sentenciaron al hombre que tras violar y matar a Nagore, ha quedado ya en el tercer grado. Nagore no volverá a vivir pero su asesino violador, sí.
Las mujeres conocemos el miedo. Somos capaces de distinguirlo entre cualquier otra sensación nueva. Desde muy niñas. Y nos ocurre esto, porque sufrimos el miedo de siempre. Es como una memoria genética. Desde tiempos inmemoriales la palabra que mejor define nuestra relación con muchos hombres es usar. Los hombres nos usan, nos utilizan para satisfacer todas sus más crueles imaginaciones. Nos golpean, nos matan, nos violan, nos apartan, nos discriminan, nos humillan, nos vejan, nos asustan, nos mienten, nos manipulan…Hemos sido botín de guerra, compradas, vendidas, expuestas, utilizadas, usadas. Usadas para su satisfacción sexual, económica, de poder, laboral o de cualquier tipo.
Estos días, muchas de nosotras hemos escrito en Twitter, en el hilo #Cuéntalo, situaciones de miedo. Yo misma he puesto un par de ellas. La primera con siete años. Y el segundo tuit, de una con trece. Podía haber escrito más, una embarazada de seis meses, otra de un día que iba a trabajar o una mientras limpiaba cristales. Han sido miles de tuits describiendo no anécdotas o hechos aislados, sino la vida. La vida diaria de la inmensa mayoría de las mujeres. Un novio que te viola, alguien que te obliga a mirar cómo se masturba, que te enseña sus atributos como si nos interesara verlos, un padre, un tío, un profesor, un cura, un vecino, un desconocido. Todos estos comentarios tenían un denominador común. En todos, un hombre había llevado a cabo actos sexuales con nosotras sin consentimiento, sin aprobación, por la fuerza, porqué sí, porque a ellos les apetecía y habían hecho caso omiso de nuestros sentimientos. Nos estaba usando.
El machismo es una forma de vida. Hay hombres que sin saberlo si quiera, son machistas. Su actitud machista está tan arraigada que no perciben que lo son. Un piropo, un tocamiento en una discoteca, una mirada lasciva en el transporte público, un controlar un poquito la vida de su novia o esposa, un preguntarse por qué se viste así o asá, un pensar que quizá es demasiado “libre”, aceptar como una broma lo que para nosotras es una ofensa o un llamar exagerada a cualquiera de nosotras que describe una situación embarazosa o que roza el peligro.
El machismo es un iceberg, cuya parte más grande está oculta. Está bajo el agua. Porque el machismo está sumergido hasta lo más hondo en la sociedad. Está presente en la economía, en la política, en la educación, en la justicia. El machismo impregna todos los estratos de la sociedad, todas las clases sociales y todas las ideologías. Porque el machismo es la expresión de una sociedad patriarcal que como un agente patógeno, infecta todo lo que toca. Y nos toca a nosotras. Nos usa a nosotras para seguir expandiéndose. Y su apoteósica y mayúscula expresión, es tomar una violación en grupo como una fiesta sexual donde el jolgorio campa a sus anchas. Obvia a la víctima, obvia a la mujer. Olvida sus sentimientos, su miedo, su horror. Aplasta su versión de los hechos para dejarlos en un abuso. No reconoce ni la superioridad, ni la fuerza, ni la intimidación. No reconoce que su sentencia es tan machista como el acto que les llevó a tener que tomarla. La Manada usó a esa joven para satisfacer un deseo de dominación, de poder. Los jueces la han usado para demostrar que esa parte sumergida del iceberg, es grande y poderosa. Que no sea vea no significa que no exista y que mientras ellos estén ahí, las mujeres seguiremos siendo usadas. Seguiremos siendo menos, nuestras palabras tendrán menos valor y nuestras denuncias serán menos creíbles. Mientras el machismo siga dominando la vida y las instituciones, nosotras seguiremos estando en manos de personas que no nos ven como iguales. Mientras el machismo no sea erradicado, estamos en guerra. Porque el machismo es una guerra, cuyas víctimas somos las mujeres.
Quiero cambiar el verbo. Exijo una sociedad donde no se nos use. Donde seamos libres para todo. Beber y emborracharnos. Vestirnos como nos dé la gana. Trabajar, pensar por nosotras mismas, ser seres libres, en igualdad de derechos y sin discriminaciones de ningún tipo. No volver a ser objetos sexuales de nadie. Decidir sobre nuestros cuerpos, cuándo, cómo, dónde y con quien tenemos sexo. Que se aprenda de una vez el significado de NO es NO. Y que todo lo que no sea SI, es NO.
Basta de abusos, basta de violaciones, basta de dominación. Basta de usarnos.
Y a veces el miedo se disfraza de resignación, de “así es la vida” de “es lo que hay”… Ante el miedo, tenemos un arma: querernos.
¿Quiere ud contribuir a eliminar el machismo de la sociedad? Entonces no hable de los hombres, como si fueramos todos machistas. En caso contrario, ud. no aporta mejora. Al contrario: empeora el problema. Es mi personal opinión, claro. Mi padre nació en 1907 en un pueblo. Y no era machista. A veces le han considerado CALZONAZOS, no lo era. Mi madre no me dejaba fregar ni cocinar, porque me hubieran llamado marica. Y tenia razón. Yo no soy marica. Luchen contra el machismo, vale. Pero no generen más problemas de los que ya hay. Y valoren a los hombres NO machistas. Saludos