La España única no existe

A raíz del proceso iniciado en Catalunya por el referendum del 1 de octubre, en este país se ha desatado una fiebre nacionalista que, en mi humilde opinión, carece totalmente de fundamento.

Desde el proceso de expulsión de los judíos en 1492 por parte los Reyes Católicos, se impuso en este territorio al que llamaremos España, por llamarle de alguna manera, un sistemático convencimiento de que la cultura y los pensamientos de Castilla debían obligatoriamente ser los pensamientos y la cultura de todo el territorio. Sin embargo, tanto la historia anterior como la posterior ha demostrado que ese centralismo es mucho más perjudicial que beneficioso.

España es un país plural. Pero no plural porque somos muchos y cada uno es de su padre y de su madre. Es que es realmente plural. Celtas, alanos, fenicios, cartagineses, romanos, griegos, árabes, Tartessos, visigodos, vándalos, suevos y seguro que muchos más, han pasado por nuestro territorio dejando a su paso restos de sus culturas y tradiciones. En algunos lugares como en Andalucía, les debemos hasta el nombre a sus antiguos pobladores.

Ese cruce de culturas, ese crisol de seres humanos, ha dejado en nuestro ADN huellas que no podemos borrar. Huellas que han conformado la diversidad cultural que tenemos hoy en día. Nadie puede negar el hecho de que somos muy diferentes entre nosotros. Un catalán no tiene nada que ver con un pacense o un santanderino con un malagueño. O qué decir de los canarios. Nuestras formas de vivir, hablar, comer y sentir son distintas. Lenguas, idiomas oficiales o no, hacen de los 46 millones de personas seres muy diferentes. ¿Qué compartimos entre todos, cuando entre gallegos y cántabros hay más cosas en común que entre uno de Lugo y otro de Teruel? ¿Qué tiene mi cultura madrileña que ver con la que comparten los ciudadanos de Girona o los de Ibiza? Nada, absolutamente nada.

Al lugar donde quiero llegar es que no existe eso que llamamos la España única. No hay ni un solo rasgo cultural que compartamos entre todos los habitantes en igualdad de condiciones. En Antropología se entiende la cultura como el conjunto de hábitos, tradiciones y costumbres que definen a un pueblo determinado, que incluyen, entre otras: el idioma, la gastronomía, la música, las relaciones estamentales, los nacimientos, las defunciones, las relaciones humanas, el matrimonio o la procreación.

Tomando como referencia esta definición, comprobamos que en todo el territorio no tenemos en común más que la tortilla de patatas y ni siquiera se hace igual en todos sitios. No existe una música que se practique en todo el territorio, ni una comida, ni un idioma (salvo el castellano, que está nombrado oficial y es obligatorio en toda España, aunque la cultura propia de una zona no esté basada en él), ni una forma de vida.

Por eso me resulta tan tremendamente ridículo cuando en esas exaltaciones del espíritu nacional que hemos contemplado en estos días, se exige la penalización y criminalización de un pueblo porque está rompiendo España. España no se puede romper, porque no existe. España es la forma en la denominamos a un conjunto de pueblos con sus propias culturas que convive en el mismo territorio. Pero nada más. No hay una CULTURA ESPAÑOLA, no hay nada que nos haga sentir que pertenecemos todos al mismo sitio. Un donostiarra y yo que soy madrileña, somos distintos. En todo. En idioma, en cultura, en tradiciones, en estilo de vida.

Sin embargo, desde los Reyes Católicos y pasando por Franco, siempre ha habido un grupo, por desgracia muy numeroso, que se ha encargado de inculcar, la mayor parte de las veces por la fuerza, el sentimiento de una, grande y libre, hasta hacer creer a todos, que aquel que no sea igualito, pero igualito a los demás, es un enemigo que quiere romper nuestro amado país.

Esa dominación de las mentes ha dado sus frutos. Hoy en día, la mayoría de las personas, tienen un concepto superficial y limitado de entender la situación política del país. Viven en un estado de estrechez de miras, de pensamiento cortoplacista. Nadie, ninguno de los que estos días cuelgan la bandera oficial de los balcones de sus casas, o salen a la calle entonando himnos fascistas con el brazo en alto, se han parado a pensar que sus pensamientos no son suyos. No los tienen en libertad, les han sido impuestos para el beneficio de una serie de personas que, a lo largo de la historia, utilizaron la violencia, el exterminio y la dominación para ser más poderosos.

El referéndum catalán tiene o tendría obligatoriamente que servir para abrir el verdadero debate que subyace en el fondo de todo este asunto. La Constitución española que se aprobó en 1978, hoy ya no tiene una validez jurídica como el Gobierno y toda su recua de seguidores, quiere imponer. Porque no la tuvo ni tan siquiera cuando se aprobó. No recoge realmente el sentimiento de plurinacionalidad que se vive en este país. Acepta, pero solo hasta un límite, el hecho de las diferencias culturales, pero llegado a un punto permite la imposición de la centralidad. Madrid sigue mandando sobre todos aquellos con los que no comparte nada. Madrid no como ciudad o ciudadanos, sino el Madrid donde reside ese Gobierno que utiliza el centralismo para imponer su criterio y llenar las calles de Catalunya de antidisturbios y guardias civiles, que impidan el acto de decir democráticamente, porque no hay nada más democrático que votar, como quieren que sea su futuro. Y ese futuro puede pasar por separarse definitivamente del resto.

Lo que nos estamos jugando hoy es aceptar la violencia y la represión de los catalanes al grito de “¡A por ellos!” o plantearnos que tenemos que llevar a cabo una profunda reforma de la estructura del Estado y caminar juntos, siendo cada uno como somos, a un estado federal que respete de verdadera idiosincrasia de los pueblos, de los distintos pueblos que conforman este territorio. Un mayor nivel de independencia en la tarea de ejecutar el gobierno de nuestra zona concreta. Una permanencia en un Estado, donde nuestras ideas y formas de vida sean respetadas por el resto porque ellos tienen lo mismo. Una grande y libre REPÚBLICA FEDERAL.

Sin embargo, se apoya un Gobierno que está, nuevamente, imponiendo por la fuerza aquello que hicieron sus antecesores. Violencia frente a urnas, golpes frente a papeletas. Porrazos para acallar la libertad. Y el PP frotándose las manos, contemplando a una ciudadanía que ha vuelto a salir a las calles exigiendo que esos “malditos catalanes” no rompan esa España ficticia e inexistente. Si mañana votásemos para elegir gobierno, el PP ganaría por goleada. Han vendido la triste idea de la ruptura del país para que el clamor popular se una a ellos en un estúpido intento, de seguir ocultando una realidad que es la que es. O somos capaces de llevar a cabo un proceso constituyente que conduzca al federalismo respetuoso y libre que reconoce la verdadera realidad plural de este país o solo podrán callar la voz de un pueblo a base de sangre, golpes y represión. Y eso señores ya lo hemos vivido.

Cuando se oye la frase: La ley está por encima de la democracia, pienso ¿qué ley?

Sobre belentejuelas 74 artículos
Me gusta ser diferente. Feminista, atea, de izquierdas. Baloncesto. Autora de El Espejo.

3 comentarios

  1. Me parece interesante y bastante esclarecedor tu artículo, pero echo en falta que no pongas en evidencia la actitud del PSOE.

    Para mí el príncipe culpable de lo que está pasando en este país, llamado España, es el PSOE. El PP ya sabemos que es un partido heredero del franquismo y por tanto dictatorial, antidemocrático y corrupto, que en sus filas están la ultraderecha más rancia y violenta.
    Pero el PSOE se presenta, y presume, de ser un partido de izquierdas, progresista y demócrata pero actúa apoyando y justificando al PP, e incluso realizo un pacto de gobierno con Ciudadanos, al que él mismo califico de ser parte del PP. No puedo entender que todavía, con todas las evidencias que hay, haya gente que milite, defienda y vote semejante engañador.

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