Los ofidios, esto es, las serpientes, tienen la capacidad de regenerar su piel por entero de tal forma que, una vez se ha formado toda la nueva piel, la vieja se desprende como si de una prenda inútil se tratara.
Después de una guerra y casi cuarenta años extra de pavonearse en el país como si todo fuera suyo, hasta el punto de mantener una dura persecución política hasta el último momento, aquel de los abogados de Atocha, las familias más beneficiadas de la barbarie fratricida consideraron que, efectivamente, en el fondo el país era suyo. De ahí que se atrevieran a continuar con el mercantilista robo de bebés, por citar el ejemplo más sangrante. Lo otro, la corrupción galopante, los chanchullos, el contrabando de sobres bien rellenos, el comercio con licitaciones de obra, y las asignaciones de dinero público y privilegios selectos, era prácticamente una mera tradición entre las clases altas; y aquellos que, gracias a la Guerra Civil, ascendieron a esas clases, encontraron muy fácil que sus conciencias se adormeciesen con el arrullo de los billetes.
Mariano Rajoy creció en la época de otro contrabando, el de tabaco, que imagino al principio debió de utilizar las mismas infraestructuras que el estraperlo de la época franquista. Alianza Popular, creada por Manuel Fraga, recordemos, exministro de Franco, tenía tal relación con los contrabandistas que, según palabras de un traficante “arrepentido”, decir «contrabando» y decir «Alianza Popular» era lo mismo. Y según nos cuentan los cronistas informados, Rajoy decidió dar la espalda a aquella clase de ilegalidad cuando, y sólo cuando, se hizo más que evidente que habían cambiado el tráfico de tabaco por el de cocaína. Sin embargo, allí en Galicia se quedó “don” Manuel Fraga trapicheando y codeándose con aquellos narcotraficantes, según parece. Y claro, junto a Fraga permaneció una corte de “enteradillos” como Núñez Feijóo, que pese a fotografiarse con uno de aquellos narcos no se enteró de quién era su cercano amigo hasta, según él, mucho después.
Y todo esto ocurría enmarcado en una gestión interna de las finanzas continuista entre AP y su refundación como PP de la que ya sabemos también la historia, aunque no tan profundamente como mereceríamos.
Para Fraga y sus secuaces salir de los oscuros despachos franquistas y tomar posesión de los despachos de las instituciones democráticas fue poco más que un cambio de mobiliario, una primera muda de piel para aquel ofidio jurásico. Aproximadamente una década más tarde les habría de suponer el mismo efecto y esfuerzo reconvertir AP en el PP, cuando el trasfondo se mantuvo intacto por más que cambiasen los rostros que se presentaban al público.
Esa fuerza de la tradición, unida a la cobardía innata del actual presidente del partido más corrupto de Europa, hace que ningún cambio tenga más alcance que ese, el de una muda de piel, cuando lo que ese partido necesita es renovarse cayéndosele las carnes a pedazos en correspondencia a la podredumbre que lo carcome, cuando desintegrarse convertido en polvo, en un mal fantasma del pasado.
Eso, la cobardía de Rajoy, es bien conocida. Los hechos hablan por sí solos: Mariano es incapaz de tomar una decisión importante por sí mismo; cuando hay un problema o una decisión que le preocupa la traslada a otra persona. Ya se vio con su “gestión” del Prestige, cuando intentó echarle el muerto, primero a Portugal, y luego al mar abierto. Esa cobardía volvió a hacerse notar más tarde al nombrar a Soraya su come-marrones personal, porque ella sí es una persona decidida, con carácter, y que toma decisiones. Y últimamente con lo de Cataluña, al trasladar a los jueces decisiones que deberían ser políticas. Es más, cuando vio que los narcotraficantes eran uña y carne con el partido en Galicia, incapaz de tomar una decisión, siguió al pie de la letra el consejo de Manuel Fraga, «Mariano, vete a Madrid, cásate y ten hijos», por muy personal que fuera el plano en el que se inmiscuía, como si de una orden militar se hubiese tratado. Ahora, eso sí, bien se aprovechó de lo que sabía para convertirse en la persona que más dinero recibió vía Bárcenas.
De este cónclave de Sevilla, pues, no puede salir renovación alguna. Parece que tampoco va a tener continuidad lo del emblema del partido una vez pasado este fin de semana, aunque bien podría; de hacerlo, seguiría una curiosa sucesión lógica de inevitable final. Así, de la gaviota, ave carroñera y ladrona, como el partido que se enriqueció rellenando fosas con gente sencilla y honrada, pasaron al charrán, ave eminentemente ladrona, como aquellos a quienes representa.
El árbol elegido para esta convención pepera representa muy bien tanto a Rajoy como al propio Partido Popular en tanto comunidad que oculta grandes secretos a los no iniciados:
«La encina, según los griegos, era símbolo de justicia y de fuerza.»
«En este proceso de transformación los druidas atravesaban tres grados, el primero era el de BARDOS, aquellos que tienen la inteligencia de saber vivir, de saber callarse y de saber hablar cuando hace falta […]; el segundo grado era el OVATE que viene de “ovide” = serpiente (el más astuto y sabio de los reptiles), por lo que ya tenía la posibilidad de enseñar a la juventud, de dar esperanza y ánimo [….] Y el tercer grado era el DRUIDA, maestro, juez y jefe religioso.»
Es más, parece que se ha buscado, no tanto la encina, sino la bellota, como símbolo para elevar los ánimos del partido en horas bajas:
Así pues, como decía antes, desde mi punto de vista si la encina tuviera realmente la finalidad de reemplazar al charrán, no sería para nada una elección falta de un simbolismo muy al hilo para el partido; no obstante la encina es un árbol que produce básicamente carbón, elemento muy contaminante, y genera un fruto que se le echa de comer a los cerdos ibéricos. De seguir con esta progresión simbólica, el siguiente anagrama del PP sólo puede ir por dos caminos: o incluirá el culo de Fraga, por ser el agujero del que salió toda la mierda del PP, o dar el protagonismo a varias serpientes formando el yugo y las flechas, ya que es ese su espíritu y son incapaces de hacer una verdadera renovación que vaya más allá, como ha sido hasta ahora, de una mera muda de piel.
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