Proteger a la mujer… ¿De qué, de quién?

Estereotipos como: «Las mujeres pertenecen a los hombres y deben ser serviles.» y tantos otros roles sociales son los que han estigmatizado a las mujeres por considerarlas sujetos de segunda. Son la base de toda discriminación, opresión, maltrato, que perpetúan el machismo. Así las mujeres han sido excluidas y discriminadas a lo largo de la historia.

Se crean leyes llamadas de «discriminación positiva» como la «Ley de Violencia de Género», para poder establecer políticas que den un trato preferente a personas por haber sufrido discriminación o causas de injusticia social.

El artículo 153 del Código Penal decreta: «se debe proteger a las personas físicamente más débiles frente a agresiones de miembros más fuertes». Por eso establece castigos para la violencia de género, diferenciándola así de lesiones comunes.

A día de hoy las mujeres siguen sufriendo todo tipo de maltrato.   

Se refleja en actos de flagrante machismo como:

Marzo de este año. Un literato, que goza de credibilidad, escribe un artículo en el que cuestiona a una maestra por llevar hiyab en sus clases. Él considera que pueda transmitir valores sesgados por la religión. Por esa razón la profesora se vio con la obligación de explicar que «A las mujeres musulmanas las tienen doblemente hartas. Doy clases de francés, no de religión y no hago proselitismo. Soy feminista».

Es importante repetir la primera parte de la respuesta de la maestra: «A las mujeres musulmanas las tienen doblemente hartas» Al parecer, el escritor no lo quiso tener en cuenta. Muestra de ello es que difundió por twitter que la profesora tenía una “empanada mental” por llevar hiyab y decir que es feminista. ¿Por qué pensó que podía menospreciar a una mujer feminista? ¿Qué problema ha de tener para no escuchar y creerse con derecho a decir qué no ha de llevar puesto otra persona? ¿Por qué parece no haber reflexionado antes de criticar?

Mayo de este año en un programa de Telecinco. El presentador, muy conocido por generar polémica, se creyó con derecho a agraviar en antena a una invitada.

Un joven que participó en el programa explicó que tenía una compañera de piso de la que estaba enamorado. Interpretó como algo más las muestras de amistad y cariño de su compañera. Al presentador no le costó empatizar con el muchacho y obviar lo que la chica pensaba y sentía. Así que se atrevió a llamar «calientabraguetas» a la muchacha.

Al parecer, las mujeres no pueden dar muestras de amistad ni de cariño. No pueden ser amables con los hombres sino están dispuestas a, como dijo en 2016 el torero ‘El Cid’: «Los toros nerviosos son como las mujeres, la que se deja se deja y la que no se deja, creo que comete un error». La mujer ha de dejarse… ¿¡DEJARSE A QUÉ!? 

¿Se ha de pensar que la libertad de las mujeres para actuar con naturalidad consiste es saber agradar, hacer caso y satisfacer a los hombres y sus interpretaciones?

Verano de 2017 en Gijón. Desde el equipo de salvamento del Ayuntamiento, se les aconseja a las socorristas utilizar unos pantalones cortos, que forma parte del uniforme, para evitar actitudes machistas. ¡PARA EVITAR ACITUDES MACHISTAS! Son mujeres ejerciendo su cometido, con la indumentaria de trabajo proporcionado por el equipo de salvamento de ese Ayuntamiento. Este «suceso» provocó en las redes sociales todo tipo de comentarios, algunos inteligentes. Otros, de lo más vulgares que avivan esas conductas.

Si la actitud es de ciertos personajes ¿por qué son las mujeres las que han de intentar evitar lo que otros hacen? ¿Qué les ocurre a ciertos hombres que no son capaces de controlar conductas nada adecuadas, machistas, zafias? ¿Por qué desde el equipo de salvamento, incluso, desde los medios de comunicación, no se recrimina a los que tienen ese tipo de comportamiento y se les insta a respetar a las mujeres?

A la víctima se la sigue culpabilizando.

Este hecho se refleja en múltiples situaciones. Como en el caso en que medios de comunicación cuestiona el maltrato a la mujer. Se da credibilidad al maltratador.

Al no sentir ningún respaldo ni protección por parte del sistema judicial, la mujer decide saltarse la ley y no entregar a sus hijos al maltratador.

Al dar ese tratamiento al tema Cristina Fallarás nos recuerda el caso de Ángela González Carreño. Denunció 51 veces a su exmarido, maltratador, antes de que éste asesinara a la hija de ambos en 2003. La ONU condenó al Estado Español a reparar e indemnizar a Ángela a causa del desamparo sufrido por ella y su hija y por la negligencia de la Justicia Española.

Este caso no es el único. No se habla de la violencia vicaria, que es la violencia secundaria. La violencia principal es a la mujer. Demasiados niños y niñas son asesinados a manos de sus padres, agresores de género, durante el régimen de visitas o en el periodo de la custodia compartida. Asesinan para dañar aún más a la mujer.

No se analizan las variables ni se profundiza en el problema. Eso provoca prejuicios e intolerancia y más violencia hacia las víctimas.

Las mujeres no pueden dejar de luchar. Algunos motivos:

Los casos de «superioridad machista». Influencias de personajes relevantes. Los medios de comunicación siguen utilizando estereotipos. Se trivializa con muchas situaciones. Se cuestiona a las víctimas si son mujeres. Se justifica actos machistas. Todo esto mientras van haciendo campañas contra “La Violencia de Género”, lo que genera confusión y disconformidad a nivel social. ¿Por qué parece que se incita a una guerra entre sexos?

Las instituciones y el sistema judicial se van escudando tras fallos de protocolo, deficiencias de la administración, recortes económicos, y más pretextos, que no justifican la inacción o dejadez para evitar un problema que es estructural. Es un conflicto que nos afecta a todos. Es el mismo sistema el que ejerce un maltrato psicológico continuo.

Entonces ¿De qué y de quién han de ser protegidas las mujeres?

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